El Capital es muerte

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El Capital es muerte

Una masa de gente hastiada espera la apertura de la estación del metro. El gobierno ha decretado un toque de queda nocturno desde las 22:00 hrs. hasta las 5:00 de la mañana, medida que aparte de ser totalmente inútil para frenar o contener el contagio del coronavirus, tiene como uno de sus resultados precisamente estas aglomeraciones producto del atraso en los horarios de este servicio. Pero este es solo un ejemplo puntual de la forma en que nuestra clase debe enfrentarse a la histórica pandemia. Viajes hacinados en metro o bus, centros de salud cotidianamente colapsados, locales comerciales abiertos, etc. Nuestras vidas solo importan si es para mantener aceitada la maquinaria de la acumulación capitalista. Y la forma en que sostenemos las ganancias de la burguesía no es otra que el trabajo, asalariado y doméstico. Y es este el que no han detenido ni quieren detener.

¿Es este gobierno inepto o ineficiente? Para nada. Cumple al pie de la letra su labor, así como la cumpliría cualquier otro al mando de la burocracia estatal: reprimirnos, aterrorizarnos, mentirnos, secuestrarnos o asesinarnos; todo vale para asegurar la violencia ininterrumpida de la explotación capitalista.

Esto es evidente para todo el mundo. Cualquier persona obligada a ir trabajar para tener como sobrevivir durante el mes, comprende que no hay ninguna intención desde el poder de evitar la posible mortandad que nos acecha.

Por el contrario, alrededor del planeta, los estados nacionales aprovechan esta crisis sanitaria para instalar un clima represivo pocas veces visto: nos bombardean con propaganda clamando por el aislamiento social, el individualismo, la desconfianza, miedo y enemistad entre nosotrxs, militarizando las calles y endureciendo sus legislaciones. En esa dirección orientan sus políticas, no en procurar mantenernos sanxs, o al menos evitar mínimamente que nos enfermemos.

En Chile, esta mezcla de ausencia criminal de respuestas efectivas contra la expansión del virus e implementación de medidas esencialmente represivas (declaración de ‘estado de excepción’, imposición de toques de queda) toma una particular relevancia dado el contexto de revuelta social en el que nos encontrábamos. Después de más de 4 meses, el movimiento gestado luego del 18 de octubre no cedía en masividad ni intensidad frente a la continua y brutal represión estatal, ni era completamente absorbido por los delirios demócratas que, con el señuelo del plebiscito de abril, pretendían sofocar el clima insurreccional. Y este estado de revuelta cuasi permanente parecía extenderse en cada continente. Es así como a Piñera y Cía., con la complicidad de todo el Partido del Orden, izquierda incluida, encontraron la escusa ideal para instalar el pánico, justificar y naturalizar la represión, e insinuar dar por terminado este histórico episodio de la lucha de clases.

Sin embargo, nuestra clase ha demostrado hasta ahora una conciencia y comportamiento ejemplar. Si se ha retirado momentáneamente de las calles, es principalmente por solidaridad con sus hermanxs, para reducir el riesgo de contagio. Por el contrario, son los habitantes de los barrios altos, la burguesía y sus monigotes políticos quienes han demostrado con creces su desprecio por la vida. Aparte de ser los principales propagadores del virus, debido a sus viajes al extranjero que realizan dentro de la lógica absurda del consumo de paisajes ofrecido por la industria turística, la despreciable clase pudiente no ha demostrado el menor interés en la salud de la población en general, no parando de viajar y aprovechando la cuarentena para vacacionar y abarrotar localidades tradicionalmente asediadas por el turismo local (particularmente el litoral central), empero no sin la resistencia de los habitantes, que con barricadas y cortes de ruta debieron controlar los accesos a los lugares en que viven. No han tenido la menor consideración con sus empleadxs, tanto en sus empresas como en sus casas, demostrando que el pánico surge desde ellxs ante la posibilidad de ver mermadas sus ganancias o tener que hacerse cargo del orden de sus hogares y cuidado de sus familias. Obviamente, la casta política está casi totalmente nutrida de energúmenos provenientes de este sector social, y actúan y actuarán en su nombre. De ahí que ninguna medida en salud pública implementada por estos agentes del Capital sea a nuestro favor, y aquellas que tibiamente parecen serlo, sólo han sido fruto de la presión desde abajo (suspensión temporal de clases en escuelas, cierres de algunos locales comerciales, control al acceso a comunas, mayores recursos para salud pública, entre otras).

Lamentablemente, no hemos logrado que estas reivindicaciones se cumplan como queremos. Si bien la pandemia y la reacción del Estado/Capital nos encontró en un periodo de agitación social en el que florecían expresiones concretas de solidaridad proletaria, estos procesos eran aún embrionarios. Ya desde el inicio de la revuelta había quedado claro que las estructuras tradicionales de la izquierda del capital, principalmente sus partidos y sindicatos, se mostraban como un freno de las iniciativas de lucha que surgían por doquier. Pero sus intentos de cooptación no lograban los frutos que querían. Hoy, cuando se hace patente que solo una huelga general puede hacer efectiva la necesaria cuarentena y atacar las medidas represivas y la asfixia económica a la que están condenándonos, rebajando nuestros salarios, despidiéndonos o simplemente haciendo imposible obtener ingresos para subsistir, los sindicatos a lo más se atreven a “exigirle” al gobierno una cuarentena nacional y que fiscalice los abusos de la patronal, el mismo gobierno que solo ayer nos disparaba. No tienen ni la fuerza ni la intención de ir más allá. Y los aparatos políticos de la seudo oposición, nuevamente, acuden prestas para auxiliar al Estado en la implementación de la represión. Pero ya algunas Asambleas Territoriales comienzan a hacer carne la solidaridad de clase, enfocándose en asistir las necesidades de quienes son más afectadxs por la cuarentena (principalmente nuestrxs abuelxs). Dichas acciones nos muestran el camino nada menos que para asegurar nuestra existencia.

El Capital revela como nunca su sanguinario rostro, que toma forma tanto en la militarización de las calles como en las relaciones personales más básicas, que hacen que la cuarentena en el hogar sea precisamente una especie de tortura, pues la familia conformada por el sistema capitalista patriarcal, como pilar de la civilización, constituye siempre una amenaza para quienes la componen en lugar de ser el refugio de la sociedad que suele propagandear el discurso oficial.

Es así como solo con la solidaridad vislumbrada en la inmediata lucha que hemos dado estos meses superaremos las miserias producidas y reproducidas por la dictadura del dinero, estableciendo la comunidad humana en contraposición directa con los intereses de la clase capitalista que nos lleva literalmente al matadero.

¡Solidaridad para la abolición de la explotación y afirmación de la comunidad humana!

¡Huelga general!

 ¡Vamos hacia la vida!