Instaraución del riesgo de extinción [Jaques Camatte]

Nota VHLV: En una suerte de esfuerzo editorial, hemos traducido y editado este artìculo de Jacques Camatte publicado el 1 de mayo en la página de la revista Invariance. En él se trata el porvenir de la humanidad y el mundo en el que entraña la civilización capitalista en el contexto de pandemia global por Covid-19. El prefacio que precede al artículo pone todo en contexto.

Alentamos su lectura para fomentar la discusión y fortalecer la reflexión y la práctica anticapitalista.

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Prefacio del traductor

Entre el público de habla hispana, la obra de Jacques Camatte ha cobrado una renovada relevancia en la última década con el rescate del que ha sido objeto por diversos grupúsculos e individualidades radicales que han traducido parte de su obra al español. Sin embargo, esta traducción es aún fragmentaria y parcial, lo que ha dado lugar a una serie de interpretaciones superficiales sobre sus escritos. Esto se debe en parte a los prejuicios y certezas a priori de quienes le leen, pero también —por, sobre todo— a una falta de perspectiva de la evolución personal de Jacques Camatte a lo largo de las últimas décadas. Las Series I, II y III de la Revue Invariance —las más traducidas al español— tratan sobre temáticas afines a la ultraizquierda, especialmente la crítica de la economía política y el carácter de la revolución comunista. No obstante, a partir de allí comienza una evolución en el pensamiento de Camatte que lo ha llevado a rechazar toda dinámica de enemistad, y a plantear la autoemancipación de la especie en los términos de la puesta en práctica de una discontinuidad con la domesticación milenaria de la humanidad, de la represión parental, de la separación con el resto de la naturaleza y de la dinámica de la enemistad entre los seres humanos consigo mismos y con el resto del mundo viviente. El texto que sigue a continuación, relaciona la actual pandemia de Covid-19 con estas y otras temáticas, por lo que recomendamos encarecidamente leer las notas de Camatte que van apareciendo a lo largo del texto, puesto que nos dan cuenta de la evidencia en que fundamenta sus afirmaciones, pero también del recorrido anterior de su propio pensamiento.

No jugamos a ser ampliamente conocedorxs de Jacques Camatte, puesto que no hemos estudiado la totalidad de su obra, simplemente destacamos la potencia de un pensamiento y una práctica que durante años ha sido, deliberadamente incluso, silenciada por una crítica que se pretende radical pero que a menudo olvida que las investigaciones de Camatte, cualquiera que sea el juicio que merezcan, y por mucho que choquen con los prejuicios interesados de diferentes sectores, son el fruto de largos años de concienzuda investigación. Al respecto, puede aplicarse a este caso lo mismo que Marx comentaba sobre la importancia de su obra: “No he inventado nada, simplemente he puesto en relación lo que otros habían descubierto antes de mí”.

Dejamos en seguida la presentación del propio J. Camatte sobre el sitio en internet de la Revue Invariance:

“La revista Invariance existe desde el año 1968. En aquel entonces cuando nos referíamos al concepto de invariancia era primero a una teoría, luego a un proyecto. Ahora nos referimos al proceso de la vida que incluye la teoría y el proyecto, así como la actividad. Se enuncia y expresa en relación con la manifestación del disfrute.

 

Disfrutar es integrar lo que sucede, lo que se manifiesta en la espontaneidad, en el proceso de la vida de los hombres y mujeres, de la naturaleza, del cosmos. Es llenarse de lo previsto y de lo imprevisto, permaneciendo unx mismx, tanto a nivel de la individualidad como de la especie.

 

El disfrute se afirma en la alegría de vivir la invariancia dentro del devenir.

 

¿Qué es lo que impide a los hombres y mujeres vivir en este disfrute y los libra a la dependencia?

 

El confinamiento en un futuro fuera de la naturaleza fundado en la ruptura de la continuidad con ella, con el cosmos, para escapar de una amenaza cuya razón, cuyos fundamentos, se han perdido, olvidado, escamoteado y reprimido desde hace mucho tiempo.

 

El confinamiento en una domesticación ligada al abandono de toda naturalidad, a una desviación hacia lo artificial, ambos fundamentos de la represión parental.

El confinamiento en un modo de conocimiento que tiene como objetivo principal justificar el devenir en la errancia que es su fundamento.

 

El confinamiento en una segunda naturaleza poblada de hipóstasis, entidades, en un mundo virtual, forma profana de la primera.

 

El mecanismo infernal que, tanto a nivel individual (ontosis), como a nivel de la especie (especiosis), conduce constantemente a la repetición (a una re-actualización) de la amenaza, así como al terror y la fascinación generados por la ruptura de la continuidad.

 

Solamente otra dinámica de la vida, que requiere una continuidad en todos los niveles de la realidad, puede permitir el acceso al disfrute, a la invariabilidad en el devenir.

 

La puesta en continuidad nos sitúa fuera del tiempo y del espacio, forma a priori del confinamiento, y nos hace llegar a la eternidad, modo de manifestación de la totalidad del cosmos”.

 

En las siguientes notas del texto, Camatte hace referencia a un gran número de artículos que hasta el momento permanecen sin traducción al español. La página de la revista Invariance (https://revueinvariance.pagesperso-orange.fr/) contiene todos los textos escritos por J. Camatte desde los años 60’s hasta el día de hoy. A efectos de que se pueda conocer al menos el contenido de los artículos, traducimos acá el título de los artículos citados y, además, agregamos el link en internet de algunos de ellos.

 

Instauración del riesgo de extinción

En una primera aproximación al problema, la importancia excepcional concedida a los efectos patológicos ligados a la infección por el Coronavirus, aparece como un buen medio para enmascarar el fenómeno esencial en acto: la destrucción de la naturaleza y la puesta en cuestión del proceso de vida orgánico sobre la tierra. Se trata de la desaparición de miles de especies, de un proceso que está llevando a una inmensa extinción. Sin embargo, la tierra es un cuerpo celeste excepcional y ningún otro cuerpo semejante ha sido descubierto a miles de años luz de distancia. ¿Cómo podrá la especie humana escapar de un evento de tal magnitud, si está inmersa en su locura, encerrada en su devenir, en su errancia, y ha devenido incapaz de imaginar otra cosa, particularmente una salida? Solamente se preocupa de sí misma, ignorando que su sufrimiento es una consecuencia de su dinámica de separación de la naturaleza y de su enemistad[1], tanto interespecífica como intraespecífica.

Esta dinámica de enmascaramiento es verdadera, evidente, pero esta afirmación no implica una infravaloración del fenómeno que estamos experimentando. Por ello queremos insistir en que no queremos separar ambos fenómenos [destrucción de la naturaleza y pandemia], sino, por el contrario, integrar aquello que concierne a la especie en el devenir de la totalidad del fenómeno viviente.

 

El carácter más importante de esta pandemia es su contagio extremadamente fuerte a causa del propio virus, pero especialmente por la superpoblación y la destrucción de la naturaleza que reduce el número de posibles huéspedes. El virus se vive como una terrible amenaza.

 

No obstante, en diversos momentos de su proceso de vida hombres y mujeres se encuentran, consciente o inconscientemente, en presencia del riesgo, que en algunos casos puede manifestarse como una amenaza bien determinada. Y esto opera tanto a nivel individual como al nivel de grupos más o menos amplios, a nivel de un grupo étnico, de un estrato social, así como a nivel de una nación y, finalmente, a nivel de la especie. La humanidad se encuentra alojada en su mundo, en la naturaleza o incluso en el cosmos, como en una matriz dominada por la amenaza del riesgo de extinción —en relación a los fenómenos naturales destructivos—, determinada y estructurada por ella en el curso de millones de años[2]. No es solamente el contagio el que determina la reinstauración del riesgo, de un riesgo contraído hace más de cien mil años[3], sino también las medidas que son tomadas para detenerlo.

 

De esta forma, viene a sumarse un riesgo para la especie y una amenaza para el conjunto del mundo viviente: la sexta extinción masiva prevista hace ya varios años por R. Leaky[4], la que refuerza aún más en el Homo Sapiens la amenaza inconsciente de la extinción, con preponderancia en aquello que concierne a lo inmediato del fenómeno, mientras que la amenaza para el mundo orgánico se oculta aún más debido a la dinámica de enmascaramiento antes mencionada.

 

¿Qué revela el contagio, que es la base de esta pandemia, y las medidas de protección que da lugar? Podemos hablar a este respecto de un apocalipsis[5], aunque solo sea para señalar el mecanismo de repetición[6], ya que esta palabra indica precisamente la revelación de una posible destrucción, pero también los medios para escapar de ella.

 

El fracaso de la salida de la naturaleza, ya que la especie no ha conseguido escapar del riesgo de extinción y alcanzar la seguridad, a pesar de una serie de separaciones realizadas para protegerse.

 

El fin de la negación total de la comunidad original como resultado de su fragmentación a lo largo de los milenios, con la fase final del proceso de separación y el despliegue del hiperindividualismo que se manifiesta como una compensación a la evanescencia del individuo. Hoy en día, los rackets y la gregaridad son los residuos aberrantes de la comunidad.

 

El fin del encubrimiento y el descubrimiento del abandono, así como la manifestación del numen, de lo sagrado, de lo que engendra fascinación y miedo, la revelación de la vulnerabilidad[7].

 

La instauración del riesgo de extinción —ya no nos enfrentamos a la amenaza, sino al riesgo mismo— se presenta como la suma de los dos fenómenos anteriormente mencionados, no podemos tratarlos por separado y es importante señalar, en primer lugar, que afirmar que se trata de un riesgo no implica que la extinción se producirá necesariamente. No obstante, en el curso de los miles de años que nos separan del acontecimiento inicial, pueden haber surgido hechos imprevistos que hayan permitido pasar del riesgo a la certeza. Tal vez el hecho imprevisto más importante y difícil de controlar sea la locura de la especie humana, que se ha vuelto incapaz de concebir otro desarrollo distinto del que ha adoptado (confinamiento). De allí la necesidad de una comprensión a la vez histórica y actual para estar realmente presente en lo que está sucediendo, lo que permite actualizar un comportamiento adecuado a las verdaderas circunstancias.

 

El estudio del virus nos revela que ha tenido una “incubación” bastante larga, lo que es una fuente de confusión. En efecto, ha sido precedido por el síndrome respiratorio agudo severo SARS surgido en China (2002-2003) y que afectó a 29 países. El virus Covid-19, el SARS-cov2 podría derivar del que causó el SARS. Por otra parte, puede haber una relación con el Síndrome de Dificultad Respiratoria Aguda conocido hace bastante tiempo e identificado realmente en 1967. También se ha mencionado el Síndrome Respiratorio del Medio Oriente, debido también a un Coronavirus MERS-cov —transmitido por camellos—, que desde 2012 afectaría a unos pocos países fuera de Arabia Saudita. Esto sugiere que la enfermedad actual tiene una raíz profunda y generalizada, especialmente porque los Coronavirus son una gran familia de virus que pueden causar diversas enfermedades, desde el resfriado común hasta el SARS. Se está convirtiendo en el virus por excelencia.

 

Siendo las condiciones de vida similares en todos los grandes centros urbanos ¿no encontraría el virus Covid-19 la posibilidad de emerger de un virus “hermano” preexistente en cada uno de estos centros? En este caso habría alguna forma de producción endógena. Pienso en esto por la velocidad de propagación de la enfermedad y porque ello revelaría el estado de decadencia[8] en que se encuentra la especie humana.  Eso no implica, en el caso de que esta hipótesis fuera correcta, que debamos abandonar toda medida de contención, pero requeriría preocuparnos simultáneamente por las causas aún más profundas de esta enfermedad más allá del contagio por el virus.

 

Los virus se han convertido en la encarnación de todo mal. A menudo oímos a la gente decir: “no estoy bien, debo haber contraído un virus”. Pero siempre hay una ambigüedad al interior de la especiosis de la especie[9]. Por ejemplo, se dice que alguien que se dedica con pasión a una actividad ha contraído un virus, una enfermedad por su objeto del placer. La supuesta malignidad de los virus se encuentra también en el dominio de la artificialidad con los diversos “virus” informáticos. Es muy curioso que Stephen Hawking, físico y cosmólogo, aparentemente quería que los virus fuesen considerados como seres vivos, revelando así una ambigüedad en su formación, considerando al virus vivo o no dependiendo del medio en que se encuentre y a la relación con otros seres vivos. Sin embargo, debido a la demonización de la que son objeto los virus, su rol esencial en el seno del proceso de la vida está totalmente oculto. Para entender esto es necesario remontarnos a los orígenes del proceso, a la época de aquello que se denomina como sopa primordial, donde reinaba un continuum vital. No había separación y, por tanto, la continuidad era inmediata. Cuando las células aparecieron, sus membranas impusieron separaciones que se oponían a la continuidad. Los virus fueron los elementos vivientes que permitieron restablecer la continuidad a partir del discontinuo, permitiendo las transferencias de material genético de unos seres vivos a otros, y todo el proceso de vida en su totalidad pudo continuar, porque lo que evolucionaba no eran solamente especies aisladas, sino el conjunto del mundo viviente que debía conservar su coherencia. Los genetistas han puesto en evidencia la presencia de un gran número de virus integrados en nuestro genoma, lo que señala su contribución a la edificación de él. En otras palabras, pueden continuar su existencia sin parasitar. En cambio, si esta continuidad es interrumpida devienen parásitos. Y también aquí hay que tener en cuenta la totalidad para poder afirmarla, porque hay una multitud de relaciones operativas, incluyendo en particular las que intervienen en la dinámica de revelación de un estado dado, mientras que otras pueden escapar de nosotros. Pero, debido al hecho de que el modo de vida del Homo sapiens ha operado diversas discontinuidades, siendo las más importantes aquellas en relación con el resto de la naturaleza, de allí la multiplicación de las enfermedades virales. Hacer de los virus los soportes del mal (de las enfermedades) es permanecer aún dentro de la separación y la enemistad, sobre todo cuando las asociamos a las especies que serían sus vectores, como en el caso del Covid-19 los murciélagos. ¡Sin embargo, como resultado de la acción humana están en riesgo de extinción! Aquí se esconde una ambigüedad: hacer de los otros seres vivos los responsables de nuestras enfermedades implica pensarnos como somos seres pasivos ¡incluso inesenciales! La especie virtuosa de la manipulación se proyecta en los otros y se considera manipulada por el virus.  Por otro lado, algunos suponen que el SARS-cov2, el virus del Covid-19, deriva de una manipulación en un laboratorio como afirma Luc Montagner. La misma afirmación fue hecha a propósito del virus, aún de origen desconocido, del SIDA.

 

Los síntomas del Covid-19 son muy diversos y algunos se han manifestado recientemente, como los problemas cardíacos o las reacciones inflamatorias excesivas, las tormentas de citoquinas que indican una disfunción del sistema inmunológico, los trastornos del comportamiento relacionados con los daños cerebrales, la inflamación sistémica del endotelio[10] y, aún más recientemente, la formación de coágulos que no se pueden eliminar, y que en algunos casos requieren de amputaciones.

 

Esta gran diversidad de síntomas está relacionada con el hecho de que la enfermedad revela en realidad las disfunciones anteriores al interior de la especie, así como su obsolescencia, y las causadas por ella dentro de la biosfera. Es más que una enfermedad porque, en tanto que operadora de revelaciones, se impone como un apocalipsis. Pero, vuelvo a repetirlo, la causa de su gravedad no es el virus, sino el estado de la especie.

A raíz de la agitación vinculada a Mayo de 1968, centre mi reflexión y mi investigación, por una parte, en mantener una perspectiva “emancipadora” con la afirmación de una invariancia dentro de la especie, de una corriente portadora de un proyecto de resurgimiento de la comunidad humana y, por otra parte, en poner de relieve la degeneración de la especie relacionada con el desarrollo del capital y a la autonomización de su forma[11]. Diez años después constataba: “Hemos llegado a una etapa de agotamiento de la humanidad y la naturaleza, la era de las catástrofes ha comenzado” (Precisiones después del tiempo pasado. Invariance, Serie III, No. 5-6, p.35)[12].

En retrospectiva, podemos ver que el comienzo de esta era es contemporáneo del fin del movimiento proletario en los años 80. Esto fue en sí mismo una inmensa catástrofe, y así es como la vivimos, contemporánea a la aceleración de la destrucción de la naturaleza, especialmente de los bosques. En efecto, la desaparición del proletariado tuvo un efecto comparable a la reducción extrema de los bosques: pérdida de toda regulación del sistema económico con el aumento indefinido de la producción, comparable a la pérdida del fenómeno de la compensación que permite la regulación del clima[13]. Es por eso que durante años estudié como el devenir de la sociedad-comunidad capitalista tenía el impacto de una degeneración cada vez mayor de la especie. Lo que fue esencial para este proceso son todas técnicas de manipulación que utilizan la persuasión, la seducción, la telecomunicación, la información, la publicidad con los medios correspondientes, porque todas ellas tienen un impacto significativo en el sistema inmunológico que podría incluso llevar hasta la depresión, cuya acción es complementada por las drogas. Esto también ha operado en la dinámica de asimilación e integración, sin olvidar su constante operacionalidad a lo largo de los siglos en la educación y en la enseñanza[14].

De esta forma, podemos responder a la pregunta: ¿Cuál es la causa de la gran peligrosidad de esta enfermedad? Respuesta: Esta enfermedad arriba al final de un recorrido, como la conclusión de un inmenso proceso de fragilización de la especie, particularmente vinculado a una considerable perturbación de su sistema inmunológico, asegurando un proceso de conocimiento inconsciente complementario al consciente.

“De todos los artículos de este número consagrado a Las defensas del cuerpo humano, se desprende en definitiva que la red inmunitaria no sólo sirve para defender al organismo, sino que es un sistema de integración y posicionamiento del organismo en el continuum vital, que funcionaría en simbiosis con los miles de millones de organismos (principalmente bacterias) presentes en el cuerpo de todo hombre y mujer”[15].

Es comprensible que múltiples ataques al sistema inmunitario puedan dar lugar a una gran dificultad para estar presente en uno mismo y en el mundo, lo cual es un componente de la especiosis[16], sobre todo porque la separación del resto de la naturaleza ha engendrado la soledad de la especie, y la destrucción de esta última da lugar a la imposibilidad de ser reconocido. Durante mucho tiempo la humanidad pudo disminuir esta soledad gracias a lo sobrenatural recurriendo a toda clase de divinidades y, particularmente con el monoteísmo, a la ayuda de Dios. La debilidad de este último, su evanescencia, pone a la especie de nuevo en el estado de abandono.

 

Así, las causas esenciales de la pandemia son: la especiosis precedente, cuya manifestación más extrema es la pérdida de la sensibilidad, de la afectividad, causa y resultado de la pérdida de continuidad y la regresión de la empatía, y la sobrepoblación[17].

 

Esta pérdida de la afectividad se refiere a la relación con el otro en general, al impacto del otro sobre uno mismo, aumentando el hiperindividualismo que expresa bien la ruptura de la continuidad que implica la dimensión de la potencia de la vida, la desaparición de la escucha.

 

La propagación de la enfermedad y las medidas destinadas a detenerla, a erradicarla —poniendo en tela de juicio la totalidad del modo de vida actual—, revelan todo lo que afecta negativamente a la especie y pone de relieve, en particular, la nocividad del “separar para salvar”.

Lo primero que se revela —y de una manera que uno podría decir que es explosiva—, es la enemistad[18], que se presenta tanto como un comportamiento y una afectación, pero también como un patrón de conocimiento[19]. Desde el principio de la pandemia se ha proclamado: estamos en guerra. En esta proclamación se puede percibir la nostalgia de los tiempos de guerra, cuando el individuo supuestamente puede dar lo mejor de sí mismo y cuando la vida adquiere un sentido porque entonces es posible acceder a uno mismo. Sin embargo, el estado de guerra permite a los dominantes justificar las diversas medidas de represión para detener las posibilidades de que los dominados se manifiesten, como se puede ver en la imposición del confinamiento que, prolongado, conduce a una forma de asfixia. A este respecto me gustaría comunicar la profunda observación que me hizo Cristina Callegaro sobre las perturbaciones causadas por el Covid-19: “Toda esta gente que se asfixia, que no puede respirar, que carece de oxígeno, es como un miedo radical, absoluto. Parece un nacimiento revivido, un nacimiento muy traumático que a su vez resume el terror de la aniquilación de la especie”. También indica igualmente la dificultad, si no la imposibilidad, de operar una inversión que se puede presentar y experimentar como un nacimiento.

 

¿No refleja el contagio del Covid-19 y la contención resultante un rechazo inconsciente del otro, especialmente entre las poblaciones que se ven obligadas a vivir en estrecha proximidad, por ejemplo, en el transporte, en calles atestadas o incluso en apartamentos estrechos? Normalmente no estamos limitados a nuestro cuerpo, sino que estamos rodeados por una burbuja similar a una cavidad amniótica limitada y, por lo tanto, por un amnios[20]. El repetido cruce de ésta hace muy difícil el vivir, es como si el individuo perdiera su idiosincrasia, sus marcas e incluso su rastro. ¿Dónde puede encontrarse? Y podemos pensar que los agujeros operados en “los amnios” son puertas por las que el virus puede entrar.

 

Esta observación sobre la importancia de la cavidad amniótica y los amnios me fue sugerida leyendo las obras de Varenka y Olivier Marc, especialmente Primeros Dibujos Infantiles, Ed. Nathan. En efecto, de lo que ella y él exponen, llegué a la conclusión de que la cavidad amniótica y los amnios fueron reconstituidos por la presencia envolvente de la madre que, por la misma razón, permitió al niño construir su propia burbuja, gracias al cordón umbilical constituido por la continuidad entre él y su madre. Se puede decir que este es un momento importante en la realización de la haptogestación[21]. Y todo esto debe ser puesto en relación con la pérdida de cualquier comunidad que hace a los individuos extremadamente frágiles, y yo añadiría que probablemente la burbuja, y por lo tanto los amnios, eran los restos de la dimensión comunitaria a nivel del individuo.

 

Volviendo a la manifestación de la enemistad, la proclamación de la Unión Sagrada —complementaria a la de la guerra— equivale a la aplicación de una forma de represión —a menudo complementada por la autorrepresión—, dirigida a los que no están de acuerdo con las normas de confinamiento. Tiende a abolir las diferencias, sumiendo a la población en un estado de indiferenciación que es una forma de cáncer[22].

 

Esto permite que el Estado recupere cierta importancia al hacerse cargo de la terapia, o incluso del terapeuta, lo que es lógico porque la terapia fundamental es la que tiene por objeto curar a los hombres y mujeres de su naturalidad reprimiéndolos. Las medidas que garantizan el confinamiento forman parte de esta dinámica, porque propician la violencia policial, como ocurre durante las actuales revueltas en los suburbios debido al confinamiento, a la miseria y la falta de reconocimiento.

 

Lo mismo ocurre con otras medidas como el distanciamiento, que revela la enemistad subyacente, ya que mantener la distancia significa protegerse a uno mismo. La distancia permite también evitar la crisis de la presencia, la presencia del otro que es potencialmente peligroso, especialmente si es un desconocido.

 

El distanciamiento implica la realización a distancia de procesos vitales: teletrabajo, educación a distancia, videojuegos, cibersexo y, por ende, más conmovedores. Es necesario realizar todas las funciones vitales en la separación, sin ningún contacto, así vivimos más felices estando separados.

 

De esta forma, el Covid-19 aparece como una enfermedad afectivamente transmisible que obliga al uso de una máscara, lo que implica que el enmascaramiento crea o conduce a un cierto distanciamiento. Así, cuanto más degenera la especie, más difícil le resulta llevar a cabo su proceso de vida sin riesgos, el último de los cuales, una sumatoria de todos, es el riesgo de extinción.

El Covid-19 y las medidas para prevenirlo revelan la represión parental y la exacerban. Desde el comienzo del confinamiento ha habido un aumento de los casos de abuso de infantes y de mujeres.

 

El fenómeno se repite en las relaciones laborales en las que los empleadores no proporcionan las medidas de protección necesarias o aprovechan la situación para aumentar la explotación, lo que ha dado lugar a huelgas. Además, al principio, algunos patrones negaron la existencia de la epidemia para no interrumpir la producción.

 

Como la actividad económica no puede interrumpirse, se impone una separación entre los que están confinados y los que deben, por así decirlo, “atender” a estos últimos: los cuidadores, pero también los trabajadores de diversas empresas como la Oficina de Correos, por ejemplo, que a menudo no están debidamente protegidos y salvaguardados debido a las exigencias económicas o a la falta de recursos, cuya causa son también factores económicos como las restricciones presupuestarias (el caso de los hospitales y el personal hospitalario es ejemplar).

 

Las desigualdades sociales se manifiestan abiertamente. Por ejemplo, los ricos han podido ir al campo, los que tienen una villa con un pequeño jardín o los que viven en apartamentos bastante grandes disfrutan de condiciones de vida mucho más favorables que los que están en viviendas estrechas, lugares propicios para los conflictos.

 

El Covid-19 y las medidas para erradicarlo revelan y amplifican el fenómeno de sustitución ya mencionado, que puede definirse como la sustitución de la naturalidad por la artificialidad, la invasión del uso de la técnica (la internalización de la técnica ya no es suficiente) en todos los procesos vitales, que de manera exacerbada necesitan instrucciones para llevarse a cabo. Constituye una respuesta a una muy antigua doble pregunta: ¿cómo poder vivir en la discontinuidad?, ¿cómo restaurar la continuidad? Las preguntas y respuestas son parte de lo que se podría llegar a llamar “un tratado del saber vivir para todas las generaciones”. Actualmente, el problema de mantener la continuidad a pesar del confinamiento se resuelve gracias a la virtualidad, a la artificialidad.

 

La sustitución del ser humano por las cosas es el triunfo de la economía, caracterizada por el predominio de los objetos sobre los seres. Los primeros, gracias a la tecnología de la información, están cada vez más conectados entre sí y pronto dejarán de necesitar seres humanos para funcionar. Al final, los hombres y las mujeres aparecerán como parásitos que, debido a su afectividad, perturbarán gravemente los procesos en marcha. Por otra parte, la economía asegura el progreso en todo y también amenaza al Homo sapiens en su dimensión zoológica, de allí la dinámica de la humanidad aumentada. Por otro lado, debemos tener en cuenta el fenómeno de la objetivación que hace que los seres humanos tiendan a comportarse como objetos[23].

 

La sustitución crea un devenir a la extinción debido al hecho de que reemplaza lo viviente por lo no viviente, como los robots, seres que actúan como si estuvieran vivos. Es el triunfo del “como si”, de la simulación, de la sustitución de la madre naturaleza por la madre computadora-Internet.

 

La epidemia sirve para ocultar la destrucción de la naturaleza —para desviarla— pero también revela todos los horrores humanos. Es decir, hace surgir y no solamente revela. A este respecto, cabe señalar que el velo es una especie de máscara que, originalmente en la zona islámica, se utilizaba para proteger a las mujeres. En los últimos años, la máscara también se ha utilizado para protegerse de las consecuencias de esta destrucción: para protegerse de la contaminación[24], que puede percibirse como una enfermedad altamente contagiosa cuyos orígenes se remontan a mucho tiempo atrás, comenzando por la construcción de ciudades, delimitadas por recintos[25] erigidos para protegerse de otros hombres. Sin embargo, se puede considerar que enmascararse es encerrarse en uno mismo. También significa exponer una ambigüedad: no soy peligroso, pero llevo una máscara porque soy ambiguo, contengo la posibilidad de transmitir un peligro. En este caso, quitar la máscara sería ocultar la ambigüedad. A medida que el contagio crece surge la posibilidad de que aparezcan nuevas pandemias, y uno se pregunta si el uso de una máscara acaso se convertirá en parte de nuestra indumentaria necesaria. Expongo aquí la dinámica en su contexto y lo que implica, pero eso no significa que esté convencido de la utilidad de la máscara o de las pruebas de detección.

 

Enmascarar: hemos usado esta palabra muchas veces para indicar el hecho de disimular una cierta realidad en lugar de escamotearla, expresa que estamos escondiendo, pero no ocultando. Cuando te escondes, tienes en cuenta una realidad, pero la disimulas, que es de lo que se trata el encubrimiento. En la situación actual, el uso de una máscara permite protegerse inmediatamente, pero también impide contaminar a la otra persona si no la lleva puesta, en caso de que uno sea portador del virus sin saberlo. Pero, inconscientemente, otras funciones pueden estar presentes y tener un efecto en la persona que lleva la máscara, por ejemplo, ¿qué es lo que cubre? De hecho, uno también puede enmascararse para no ser reconocido, señalando nuevamente la dinámica de la enemistad. Desde un punto de vista general, esta práctica está relacionada con la incertidumbre de la especie, la incertidumbre de lo que es y su lugar en el fenómeno viviente, pero también con la insatisfacción de ser lo que ella es. También señala toda la inquietud e inmensa perplejidad generada por la relación realidad-apariencia, que alberga una ambigüedad fundamental[26]. Esa ambigüedad está ligada a la ruptura con el resto de la naturaleza: ¿somos naturales o estamos fuera de la naturaleza? Esta pregunta ha sido planteada durante siglos. Una forma de eludir esa problemática ha consistido en afirmar que la humanidad está constantemente en el proceso de separarse, o a punto de hacerlo. La ambigüedad tiene la dimensión de la dualidad, la ambivalencia, de la equivocación (existencia de dos caminos, ¿cuál tomar?). Sin embargo, es a menudo inconsciente, y solamente se revela a través de un entrelazamiento en la manifestación de estos tres fenómenos.

La nocividad de la ambigüedad proviene del hecho de que genera inseguridad, indecisión que puede transformarse en incitación, en desorden, en la instalación de un bloqueo que, para salir de él, provoca el despliegue de medidas extremas de gran violencia, y por lo tanto el recurso a la enemistad. En general, la ambigüedad da lugar a una crisis de presencia, es por esto que generalmente se la reprime.

 

Las medidas adoptadas contra el Covid-19 nos proporcionan un importante ejemplo de ambigüedad: ¿se tomaron por la salud de las personas o se trataba de salvar la economía? No olvidemos que el residuo de la naturalidad es la causa de la ambigüedad. Las exigencias al principio son las siguientes: las personas deben estar bien cuidadas para poder trabajar y así mantener la economía funcionando, lo que a su vez permite satisfacer sus necesidades. Sin embargo, cuanto más tiempo persista la pandemia y con ella las medidas para contenerla, más se disuelve la ambigüedad, como ya hemos mencionado al hablar de la sustitución. Además, reducir la naturalidad es una forma de salir de la ambigüedad, y la artificialización se impone como el medio para eliminarla.

 

Ya hemos señalado que las desigualdades sociales son muy evidentes e incluso se están acentuando, por lo que está desapareciendo toda ambigüedad sobre la inexistencia de barreras sociales y sobre la igualdad entre los seres humanos.

Es con la aplicación del confinamiento que se revela más agudamente la elevación de toda ambigüedad[27]. Así, Sylvia Duverger, utilizando la obra de Natacha Chetcuti Osorovtz, declaró: “no estamos en prisión, sino confinados”[28]. Esto es lo que normalmente le sucede a toda la gente que vive en las ciudades, especialmente en las grandes, las megalópolis. Es como si estuvieran sometidos a una sentencia de la que no conocen la causa. Ello también revela la realización de la represión en nombre de nuestro propio bien, con el triunfo de la artificialización que se logra a través del teletrabajo, la ya mencionada teleeducación y el distanciamiento, que puede incluso justificarse en nombre de la reducción de la contaminación. Esto causa una gran desorganización de la vida económica y social, pero es sobre todo la represión de los impulsos y de la afectividad de los hombres y mujeres con el ocultamiento de los enormes sufrimientos que esto induce particularmente para los ancianos de las residencias de adultos mayores (Ehpad en Francia), y entonces ya aislados de sus parientes, lo que puede acelerar su muerte. El confinamiento significa encerrar lo que puede llevar a la asfixia y la muerte como en el caso del Covid-19.

 

La inhibición o incluso la negación de la vida afectiva conduce a la obsolescencia de la humanidad teorizada por G. Anders —de quien hemos hablado a menudo en otros escritos—, y a la desaparición de la especie animal Homo sapiens, como afirmó A. Leroi-Gourhan en 1965:

 

“Por consiguiente, es necesario concebir un Homo sapiens completamente transpuesto, y parece que estamos siendo testigos de las últimas relaciones libres entre el ser humano y el mundo natural. Liberado de sus herramientas, de sus gestos, de sus músculos, de la programación de sus actos, de su memoria, liberado de su imaginación por la perfección de los medios televisivos, liberado del mundo animal y vegetal, del viento, del frío, de los microbios, de lo desconocido de las montañas y de los mares, el homo sapiens de la zoología está probablemente cerca del final de su carrera” (Leroi-Gourhan, El gesto y la palabra, t.II, p.266)[29].

El otro aspecto no menos peligroso es el control constante y más eficiente de la población. El aumento de la vigilancia, posible gracias a los avances de la tecnología de la información, permiten un rastreo del que será difícil escapar —con el desarrollo en un futuro próximo de la identidad digital y la utilización de la red 5G—, y al que se agrega el uso de drones, así como la utilización de nuevos medios para combatir a los que se levantan contra este orden infernal, impidiendo cualquier posibilidad de enfrentamiento al crear un fenómeno de distanciamiento que revela toda su dimensión de enemistad y asimetría en la confrontación: los seres humanos al servicio del orden podrán protegerse y los manifestantes serán cada vez más incapaces de atacarlos. En resumen, es la realización de un despotismo ligado a una reafirmación momentánea del Estado, que se manifestará de manera cada vez más solapada gracias a la economía que creará una organización represiva, como toda organización social, buscada desde hace milenios. La guerra contra el virus no logra enmascarar la guerra civil latente.

 

El control y la vigilancia que van a la par, aumentan a medida que crece la población humana.

 

En la dinámica del confinamiento siempre prevalecerá la enemistad, como suele ocurrir en las relaciones humanas, pero mientras permanezca una cierta naturalidad, la ambigüedad persistirá. Es necesario que ella llegue entonces hasta el final para eliminarla, llevando así al riesgo de extinción de la especie.

 

Esta pandemia estalló en medio de una crisis económica, que se ha vuelto prácticamente perpetua con la instauración de la forma autonomizada del capital: nada se interpone en el camino de la dinámica del crecimiento económico continúo, y este se refuerza. De ahí la comparación que se hace a menudo con crisis históricas como la de 1929 e incluso con las guerras que a menudo se produjeron para resolver una crisis económica. También se podría plantear la cuestión de las epidemias de guerra, porque la epidemia se vive como si fuera un conflicto bélico. Por otra parte, las medidas adoptadas contra el Covid-19 acentúan la crisis dejando en evidencia que los hombres y las mujeres son necesarios, lo que dará lugar a nuevos intentos de eliminarlos, de volverlos obsoletos.

 

La crisis ha dado lugar a una gran empatía por parte de un amplio número de hombres y mujeres, que en algunos casos puede haber provocado su muerte, y de una solidaridad, lo que indica que la naturalidad sigue siendo operativa en la especie, pero insuficiente para eliminar la ambigüedad en su totalidad. Es por esto que la especie saldrá de ella debilitada y receptiva a otras pandemias, excesivamente artificializadas e hipercontroladas, lo que aumentará su riesgo de extinción.

Con el confinamiento de la población hemos constatado una disminución de la contaminación atmosférica, de los niveles de CO2, un aumento de las apariciones de animales que antes eran apenas visibles, pero desgraciadamente todavía persiste el uso de los pesticidas e insecticidas. Probablemente se necesitará otra crisis como la que estamos experimentando para alcanzar su eliminación.

 

También se desprende que las consecuencias de la pandemia y las medidas que ha inducido significan activamente para el Homo sapiens lo que es necesario hacer para regenerar la naturaleza[30]: la especie tendrá que limitar el tamaño de su población e imponer la contención para dejar más espacio a otros seres vivos.

 

Al final del confinamiento, los individuos intentarán encontrar un lugar en el corpus social, pero les será difícil encontrar el anterior. Esto es lo que sucedió de manera similar para la especie en la ruptura con el resto de la naturaleza.

 

Esto también significa que estamos experimentando la puesta en práctica de una gran discontinuidad.

 

Para comprenderlo, podemos mirar el fenómeno en su conjunto de una manera diferente, en complementariedad con lo que le precede. Teniendo en cuenta lo que escribimos sobre el levantamiento de la vida durante el movimiento de mayo-junio de 1968, y teniendo en cuenta que lo fundamental en el caso de la pandemia no es el virus sino el estado de descalabro en el que se encuentra la especie después de miles de años fuera de la naturaleza, entra en conflicto con ella y su destrucción, que es también la destrucción de la naturalidad de cada uno, fenómeno que se ha acelerado en los dos últimos siglos y que se ha autonomizado desde los años ochenta del siglo pasado, podemos afirmar que es como si el cuerpo de la especie nos dijera que ya no puede soportar lo que se le inflige, que ya no puede asegurar la guerra, que está entrando en una depresión y que ya no puede soportar la artificialización.

 

Es como si los hombres, las mujeres e incluso los niños hubieran hecho “huelga” para rechazar el dictado del mecanismo infernal que los oprime, una huelga que tomó a todos por sorpresa, incluso a los dominantes, que también, en menor grado, sufren la misma situación, y como todo el mundo tienen miedo a la muerte (un remanente de la naturalidad común a todos). Se trata, bajo una forma pasiva, de un inmenso rechazo. No obstante, es a partir de ahí que puede iniciarse otra dinámica de vida[31].

En consecuencia, al principio quienes dominan no pudieron hacer nada, pero tan pronto como el choque inicial fue absorbido, comenzaron a manipular y tratar de detener la pandemia a través del confinamiento y otras medidas llamadas de protección —todas ellas cuestionables— porque lo esencial para ellos es caminar en la virtualidad que sigue la dinámica de la economía (la dominación del capital ha sido reemplazada por la de su forma autonomizada), ya que es de esta forma que piensan que se están salvando a sí mismos y a la humanidad. Pero esto requiere un control y una vigilancia cada vez mayores de los hombres y mujeres que, por sí mismos, dada su naturalidad restante, son incapaces de “liberarse”. Es necesario reprimirlos para poder salvarlos[32]. Además, para controlar a los hombres y mujeres, su salud debe ser controlada e incluso creada artificialmente para ellos, con vacunas, por ejemplo.

 

A partir de esto podemos suponer que la pandemia se convierte en una entidad psíquica como la plaga para Antonin Artaud: “una especie de entidad psíquica que no estaría relacionada con un virus”[33]. No puedo negar la existencia del virus, pero diré que revela la existencia de una entidad psíquica, manifestándose inconscientemente, un malestar interno dentro de la especie del que intenta inconscientemente liberarse. Este malestar incluye la insatisfacción vinculada al sentimiento de incompletitud, el odio a sí mismo determinado por este sentimiento de carencia, la puesta en dependencia, la ambigüedad de esta porque al mismo tiempo se manifiesta una gran megalomanía, la soledad, todo ello determinado por el corte con el resto de la naturaleza generando un sentimiento inconsciente de culpa.

 

Esta “entidad psíquica” proviene probablemente también del desacoplamiento entre el gesto y la palabra, del hecho de que el primero es cada vez más proporcionado por las máquinas y que la segunda se ha vuelto autónoma en una especie de compensación, pero no logra eliminar el sufrimiento causado por la obsolescencia que refuerza el malestar del que hablamos.

 

Esta depresión generalizada puede ser el preludio de un retorno de lo reprimido causado por esta discontinuidad, que crea un bloqueo y favorece un retorno del pasado. En esto nos basamos para iniciar una inversión (véase Inversión y descubrimiento) que permita abolir toda extinción, sobre todo si al mismo tiempo abandonamos la dinámica de enemistad que podría surgir entre los partidarios de la artificialidad y los de la naturalidad.

 

Sólo si sentimos y vivimos plenamente el riesgo de extinción, si nos hacemos plenamente conscientes de ello sin sentirnos culpables de los horrores que hemos cometido durante nuestra errancia, podremos ponerle fin, efectuar una subversión de la vida e iniciar la inversión saludable para nosotros y para la naturaleza, todos los seres vivos (incluidos los virus), y continuar nuestro viaje a través del cosmos.

 

 

Jacques Camatte

30 de abril de 2020

 

[1] Ver Enemistad y extinción, artículo que completa lo que exponemos aquí: https://revueinvariance.pagesperso-orange.fr/inimitie.html).

 

[2] La película Matrix —en su trilogía— es una buena representación de esta matriz donde se impone el mecanismo infernal de la repetición.  Por ejemplo, Neo se da cuenta de que ha habido otros elegidos y otros intentos de destrucción de la humanidad y, al final, se sugiere firmemente que la amenaza persiste: la posibilidad de un nuevo ataque a Sión por parte de las máquinas no se elimina.

 

[3] Cf. “Parece que nuestra especie ha pasado por una drástica fase de selección, un cuello de botella con una población reducida a unos 60.000 individuos, entre 100.000 y 50.000 años atrás”. Pascal Picq, Une évolution buissonnonante en la revista Pour la Science, octubre 2002, n° 300.

Cuando el mar salvó a la humanidad (durante la edad de hielo que duró de 195.000 a 120.000 años) artículo de Curtis Marean en Pour la Science, n°396, octubre 2010.

Actualmente se habla de un riesgo de extinción hace unos 13.000 años debido a la caída de un meteorito en Groenlandia que provocó la desaparición de la megafauna, y una reducción de la población humana que recibió una conmoción que varios mitos atestiguan. Sobre el origen de los mitos y la civilización, Casimir Peraud, Médiapart (05.01.2020).

Más cerca de nosotros en el tiempo, una transgresión marina que afectó al Medio Oriente —en la región de Sumeria— sería el origen del mito del diluvio.

Todos estos eventos catastróficos relacionados con los impactos de meteoritos o asteroides deben ser tenidos en cuenta para utilizar la industria espacial no para la conquista del espacio (dinámica de la enemistad), sino para poder destruir estos objetos cósmicos antes de que lleguen a la tierra. Además, hay que pensar en el impacto negativo que puede tener el frecuente cruce de la magnetosfera, que protege a la Tierra de radiaciones peligrosas y permite la vida en la Tierra.

[4] Andreas Loepfe ha retomado esta tesis en un artículo muy interesante publicado en el n° 17 de la revue (Dis)continuité, Cf. François Bochet, f.bochet@free.fr

 

[5] Apocalipsis significa, literalmente, “revelación”. [N. de T.]

 

[6] Un concepto ampliamente utilizado por A. Janov, derivado del concepto freudiano de “compulsión a la repetición”, que indica que tendemos, inconscientemente, a reactualizar lo que hemos experimentado como resultado de un trauma, o a reactualizar lo que nuestros padres experimentaron. La repetición a menudo comienza con una repetición frustrada. La repetición está relacionada con la compulsión a repetir, determinada por el trauma fundacional de la huella. [N. de T.]

 

[7] Ya lo hemos destacado en relación con los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, en Glosas al margen de una realidad VIII. También hemos insistido en la importancia del estado hipnótico creado por el shock, que deja a los individuos particularmente manipulables, lo cual permanece siendo verdadero hoy en día. Este hecho fue retomado durante el análisis del libro de Naomi Klein: La doctrina del shock, en Inversión y desvelamiento, 2012.

 

[8] Se manifiesta, en particular, a través del gran desarrollo de las enfermedades autoinmunes debido a la desregulación del sistema inmunitario, la multiplicación de los cánceres, la depresión (cf. La fatiga de ser uno mismo – depresión y sociedad de Alain Erhenberg, Ed. Odile Jacob), el odio a uno mismo (cf. Glosas X), el aumento de las enfermedades mentales, la obesidad cada vez más extendida, así como diversas enfermedades vinculadas a una mala alimentación o al uso de drogas, el descenso de la fertilidad masculina, la posible desaparición del cromosoma Y, etc…

Esto explica por qué algunas personas dicen que nadie murió por el Coronavirus, sino con él. Esta afirmación se hace a menudo después de que se hayan realizado las autopsias. Sin embargo, todavía existe el problema de la presencia del virus. ¿Cómo lo entendemos? Estas personas no dan una respuesta eficaz y tengo la impresión de que están minimizando el fenómeno, aunque sólo sea porque tienden a negar la existencia de una pandemia. Otros informan de una conspiración mundial, lo cual, una vez más, no explica nada.

[9] Especiosis: Fenómeno isomórfico a la ontosis, pero relativo a la especie. Se produce cuando la especie lleva a cabo su devenir fuera de la naturaleza.

Ontosis: “Es un fenómeno de adaptación al modo de vida impuesto por la separación de la naturaleza que conduce inevitablemente a la represión parental. Es simultáneamente el resultado de esta adaptación que funda el ser ontósico. Está constituido por un conjunto de fenómenos inconscientes que constituyen la base del comportamiento inconsciente de hombres y mujeres”. [N. de T.]

[10] El virus no atacaría al sistema inmunológico a través de los pulmones sino a través de los receptores de superficie del ACE2 (receptores de la enzima convertidora de angiotensina, una sustancia que desempeña un papel en el mantenimiento del volumen sanguíneo y la presión sanguínea) en el endotelio (el revestimiento interior de los vasos sanguíneos), que pierde su función protectora. Por lo tanto, todos los órganos pueden verse afectados.

Anteriormente se había señalado:

“Cuanto más tiempo pasa, más claro está que la epidemia no está procediendo de la misma manera en China y Europa, por razones relacionadas con el contexto social, la evolución del virus y quizás la genética diferente de las poblaciones. Por ejemplo, en China apenas se ha descrito una manifestación clásica de una infección asintomática en Europa, como la pérdida del sentido del olfato”. Mediapart 06 de Abril de 2020, Samuel Alizon: La contención no hará que la epidemia desaparezca.         

[11] En cuanto a la invariancia, véase el índice de la página de la Revue Invariance, la página principal del sitio y el Glosario. En cuanto a la degeneración ver Errancia de la humanidad 1973, Contra la domesticación 1973, Es necesario salir de este mundo 1974, Es aquí donde está el miedo, es aquí donde hay que saltar 1975. Aparecieron en la revista Invariance Series II, n° 3 para los dos primeros, n° 5 para el tercero y n° 6 para el cuarto.

Links de los textos traducidos al español:

Errancia de la humanidad:

Jacques Camatte: «Errancia de la humanidad — Conciencia represiva — Comunismo» (1973)

Contra la domesticación:

https://archivesautonomies.org/IMG/pdf/gauchecommuniste/gauchescommunistes-ap1952/invariance/espanol/contra-la-domesticacion-1973.pdf

Es necesario salir de este mundo:

Es necesario salir de este mundo – Jacques Camatte [1974]

[12] Sobre el sitio véase Precisiones después del tiempo pasado dos párrafos antes de la nota 30.

 

[13] El bosque es esencial, y la vegetación en general, porque a través de la fotosíntesis produce oxígeno. Proporciona hábitat y alimento a un gran número de especies. Protege el suelo y permite su desarrollo gracias a las raíces que se desarrollan en simbiosis con los hongos y las bacterias. Permite la eliminación de las sales minerales necesarias para la formación de frutas y verduras. La desaparición de los árboles vinculados al monocultivo es la causa de la desaparición de cualquier sabor de frutas y verduras, incluso en el caso de la agricultura orgánica. La agrosilvicultura y la permacultura pueden remediar todas las deficiencias de la lejana perspectiva de la desaparición de la agricultura de cualquier tipo. Los árboles también tienen un efecto beneficioso y calmante, capaz de restablecer la continuidad (véase la silvoterapia).

La importancia suprema del bosque está empezando a ser evidente. En noviembre de 2019, la revista Ciencia y vida publicó un dossier titulado Árboles – ellos pueden salvarnos. Sí, pero para hacerlo, debemos plantar miles de millones de ellos.

[14] He tratado estos temas en varios artículos. Menciono sólo algunos de ellos porque son numerosos, con algunas citas para situarlos.

En Glosas al margen de una realidad I, 1983: “(…) La única manera de ser inmune (a los efectos de la televisión) es adaptarse a su mediación, y eso es lo que sucede. La humanidad se robotiza para adaptarse. La inmunización que se está llevando a cabo ante nuestros ojos, es la robotización de la humanidad, quizás con la posible excepción de China…” Marshal Mac-Luan, “Cabezas vacías como embudos”, en la revista Reality.

En Glosas II: “Todo el devenir del capital a la representación autonomizada está presupuesto en el mundo de la publicidad. Una etapa esencial ha sido la instauración generalizada del crédito…”.

“En un artículo de la revista Parents que explicaba cómo, en los EE.UU., los padres habían creado una liga para ayudarse mutuamente para poder decir no a sus hijos —renunciando a la práctica antiautoritaria anterior— se añadía el comentario de un psicólogo sobre la práctica de esta liga. El especialista señalaba como un peligro la posibilidad de que aumentara la violencia en la práctica de la liga, y hacía notar hasta qué punto no se estaba abordando el verdadero problema: la destrucción de los propios vínculos emocionales. Para ilustrar su punto, añadió: “¿Conoces algún país donde el eslogan “¿Has pensado en abrazar a tu hijo esta mañana?” aparezca en la ventanilla trasera de un coche?”

En Glosas III (1986): “Así pues, dado que los fenómenos publicitarios pueden ser interpretados en términos de inmunidad y que las relaciones entre los individuos pueden interpretarse en los mismos términos (véase la cuestión de la tolerancia explicada anteriormente), es comprensible que la publicidad pueda desempeñar una función reguladora, al igual que el sistema inmunitario. Más precisamente, tenemos que decir que la comunidad actual ha engendrado un sistema integrador-regulador que es comparable en muchos aspectos al sistema inmunológico que opera en el organismo de los vertebrados superiores”.

En Emergencia y Disolución (1989): “La disolución alcanza el nivel celular con la desorganización de la célula provocando la separación de elementos que se unieron hace más de mil millones de años en la formación de células eucariotas.

El Homo sapiens se convierte así en una especie inútil y peligrosa para el conjunto del proceso de la vida, de ahí la tendencia a que sea eliminado a través de la actividad de las bacterias con sus auxiliares los virus, priones, etc., que son la principal causa de su muerte.”

Esta idea también ha sido expresada en otros textos y puede ser redactada con mayor precisión de la siguiente manera: todo sucede como si el conjunto de los seres vivientes tendiera a eliminar el Homos sapiens.

 En Comunidad y Devenir (1994): “Sin embargo, como hemos indicado, la mediación autónoma que se plantea como una realidad inmediata (como se verifica con la virtualidad) suprime la representación. De allí la evanescencia del proceso de conocimiento fundado sobre esta última; de ahí la desaparición de la propia especie, al igual que hay una desaparición de la tierra (cultivo sobre la tierra), de las mujeres (fecundación in vitro con la perspectiva de producir bebés probeta), del cerebro (inteligencia artificial), del espectáculo sin actores reales, etc.”. Esta eliminación de la especie separada de cualquier realidad concreta conduce a su degeneración, que se expresa mejor en su pérdida de naturaleza innata que, a su vez, señala la pérdida de bases, raíces, cimientos”.

[15] Cf. Glosas al margen de una realidad III, 1986.

 

[16] Cf. 14.2.2. Estructura de la especiosis: Punto final de la actual errancia.

 

[17] Hace un siglo, durante la gripe española, que causó entre 50 y 100 millones de muertes, éramos 1.800 millones de personas, ahora 7,7 billones, es decir, 6.000 millones más, un aumento de cuatro veces en este corto lapso tiempo. Por lo tanto, es comprensible la justificación de la necesidad de confinamiento.

A partir del momento en que emprendamos la inversión, se necesitarán algunos miles de años para que el número de seres humanos oscile entre 250 y 500 millones, como fue probablemente el caso antes de la gran separación realizada con la práctica de la agricultura y la ganadería, permitiendo que todas las formas de vida vuelvan a prosperar.

[18] Dinámica por la cual “el otro” es utilizado como el soporte para personificar un enemigo y, de esta forma, iniciar el despliegue de varias formas de violencia. El enemigo puede ser transitorio, en el juego, en los debates y en todas las formas de competencia. La enemistad es la base sobre la que se funda el comportamiento de la especie humana separa de la naturaleza. [N. de T.]

 

[19] No insistiré en este hecho, habiendo ya escrito sobre este tema: en Glosas IX donde cito el libro de James Hilman: Un terrible amor por la guerra y, de manera más detallada en Enemistad y extinción.

 

[20] Amnios es una membrana compuesta por somatopleura, que rodea al embrión, el cual queda suspendido en el líquido amniótico que lo protege evitando la desecación, y además le proporciona equilibrio osmótico y temperatura constante. [N. de T.]

 

[21] Ver especialmente La imagen del cuerpo, pp. 83-86.

 

[22] Ya he señalado en otros escritos que el cáncer es una enfermedad relacionada al desarrollo del capital. En efecto, la célula cancerosa es una célula indiferenciada y el movimiento de capital produce la indiferenciación de hombres y mujeres, lo que hace cada vez más imposible la dinámica de reconocimiento. Además, los hace inútiles. El hiperindividualismo, una tentativa de ser reconocible, aparece como una reacción a este devenir.

 

[23] Esto ocurre en las psicosis en las que el individuo no reconocido se sirve de los objetos con la finalidad de ser. Véase: Harold Searles, El ambiente no humano, Ed. Gallimard, y el enfoque inclusivo propuesto en Inversión y descubrimiento, 2012.

 

[24] Todavía estamos en una situación en la que la enemistad es operativa, como también es el caso de las máscaras de gas desarrolladas en 1916, durante una guerra real.

 

[25] F. Renggli ha afirmado que la ciudad se convierte en un vientre y era considerada como una madre, y señala el curioso hecho de que la palabra “encinta” se refiere tanto a un sistema de protección como a la caracterización del estado de una mujer que está esperando un hijo.

 

[26] Como no deseo, en el contexto de este artículo, tratar en profundidad la cuestión de la máscara, añadiré una cita —donde las declaraciones son notables— que da una idea de su alcance:

“Objeto universal de todas las sociedades arcaicas o modernas, la máscara ocupa un lugar asombroso en el curso de la civilización y su uso se remonta a la más alta antigüedad donde, ya hecha para ser usada, está a menudo hecha de materiales ligeros y su valor iniciático sigue siendo oscuro y paradójico. Simulacro facial, que disimula, esconde y camufla. Perteneciente al reino de la apariencia, la máscara permite al ser humano, dotado de una dualidad original, acceder a la metamorfosis de su ser, a la revelación de su inconsciente. Sus características, al principio exclusivamente rituales, conservan a lo largo de su historia el principio de transgresión que está en la base de todas las formas de disfraz. Dotado de un poder sobrenatural, permite un escape temporal de la vida cotidiana, dando rienda suelta a los instintos más reprimidos y sacando a relucir aquellos aspectos del ser humano que la vida social normalmente oculta; incluso revela algunas facetas desconocidas”.

“(…) Gracias a la máscara, la comunicación se establece de una manera más libre y familiar. El ser humano se da la ilusión de romper las barreras y las distancias sociales”. Celine Moretti-Maqua, La máscara y la historia.

El deseo de metamorfosearse deriva de la insatisfacción, de la percepción de estar inacabado. Hoy en día es reemplazado por el deseo de ser incrementado. Todas las técnicas que permiten esto apuntan en primer lugar a enmascarar al ser natural, luego a eliminarlo. Por otro lado, ¿no es transgresor aumentar? ¿No estaba el fenómeno también presente entre las personas que viven desnudas y usan máscaras, y no es también el caso de la práctica de la pintura corporal y el tatuaje? Podemos ir más allá y hacer la pregunta de la función, probablemente versátil, del estuche del pene. Por último, aún en lo que respecta al sexo masculino, lo que quizás sea la base inconsciente del uso del preservativo.

Por otro lado, con el uso generalizado de máscaras, ¿se afianzará realmente la “ilusión de romper las barreras y las distancias sociales”?

¿Qué significa en profundidad cuando hablamos de máscaras mortuorias? El individuo ya no es sólo una apariencia, ya no tiene que serlo, sino que conserva algo de la vida, activando el deseo y la nostalgia que aún vive…

Por último, sería conveniente examinar la relación que puede haber entre la máscara y el disfraz, pero esto no puede tratarse en el contexto de este texto.

[27] En Posicionamiento abordé la posibilidad de operar una afirmación sin ambigüedad al abandonar la dinámica de la enemistad.

Texto en francés:

https://revueinvariance.pagesperso-orange.fr/positionnement.html

En lo que concierne al confinamiento, muchos han señalado que se trata de una medida extrema y que podría haberse hecho de una manera menos draconiana. En efecto, sobre todo en Francia, se debe a la voluntad de organización y a la incapacidad de aplicar otras medidas como el seguimiento (muy discutido) realizado en Corea del Sur o en Alemania.

[28] Me di cuenta de esto en el Club Médiapart. Es una cuestión de mujeres, pero también es cierto para los hombres.

 

[29] Trasplantado, es decir, hecho en órganos artificiales; también se podría decir transferido. Ya hemos citado y comentado este texto en Glosas I.

 

[30] No podemos olvidar que la salud del planeta va de la mano con la salud de las especies; no se pueden separar.

 

[31] Traté este tema en La separación necesaria y la inmensa negación, 1979. Texto en francés:

https://revueinvariance.pagesperso-orange.fr/separation.html

[32] Lo que sucede en países como Suecia, donde no es necesario aplicar medidas de confinamiento, porque los individuos se confinan autónomamente a sí mismos. [N. de T.]

 

[33] En El teatro y su doble, comentado en Glosas III.