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Frente a los levantamientos de estos últimos días un diputado de izquierda señala en la TV que para responder a la insurrección que vivimos la bancada política debe plantearse “cómo hacemos partícipes a las personas de un cambio”. Se nota que todavía estos sátrapas no entiende nada, están demasiado preocupados de perder sus puestos de trabajo como justicieros sociales. ¡El cambio ya está aquí, lo trajo, lo vive y revive toda la masa de lo vivo en la calle, en las plazas y en las poblaciones!
No queremos que nos integren a nada. Son ustedes, lacras, quienes tienen que sumarse a nuestro cambio y para eso deben bajarse de su carro del poder. La vieja vampirización de sangre fresca por la economía y el poder para calentar sus congeladas venas la conocemos bien. De la experiencia de los estudiantes que se han sentado en sus mesas de diálogo para ser engañados aprendimos que el aparato del Estado es un mecanismo muerto, que solo acaba secando el impulso de lo vivo a punta de las agendas y los compromisos que tanto les gusta celebrar.
No se puede pretender modificar unos problemas con los medios que administran las relaciones que los crearon. La cacareada“deslegitimidad política” no apunta solamente a la deslegitimidad de los políticos, sino a algo más profundo: ¡ya no creemos en la mediación política como una forma de organizar la reproducción de nuestras vidas!
Lo queremos todo. Nuestra lucha no está basada en demandas particulares: sabemos que la crisis ecológica es la otra cara de la crisis social, que la contaminación está vinculada a la producción industrial, que la industria busca el lucro a toda costa, que ese lucro proviene de nuestro trabajo esclavizante y que el trabajo produce una riqueza abstracta que nos vuelve pobres. ¡Buscamos emanciparnos del dinero, de las mercancías, del trabajo asalariado, del capital y del Estado en la organización de la producción común de nuestras vidas!
No necesitamos que los políticos o los expertos nos vengan a enseñar cómo organizar nuestras vidas. Nuestra organización existe aquí y ahora, así es como hemos logrado sobrevivir con salarios de hambre.
Mientras todos los políticos y empresarios quieren que “volvamos a la normalidad” o “bajarle la fiebre a la situación”, nosotrxs sentimos que ya no podemos vivir como antes.
Nos dicen que “les demos tiempo”, que las cosas “no cambian de la noche a la mañana”. Pero nosotrxs hemos visto como, efectivamente, unidxs podemos cambiar todo, cambiar nuestro cotidiano aislado, indolente, cambiar esas eternas jornadas de trabajo donde sentíamos que muriamos de a poco por una vida que nos encuentra e impulsa en las calles.
¡Todas nuestras demandas son realizables inmediatamente, pero solo si las realizamos nosotrxs mismxs!