Difundimos la siguiente traducción que nos llegó desde Suiza del texto “Contornos de la comuna mundial” del grupo Freundinnen und Freunde der Klassenlosen Gesellschaft (Amigas y Amigos de la Sociedad sin Clases) de Berlín, el cual fue publicado en la revista “Kosmoprolet” N° 5 en el año 2018 y ha sido acogido con gran interés por diferentes revolucionari@s en los países de habla alemana. Alentamos su difusión, crítica y discusión.
«Sin embargo, el desafío principal, que difícilmente puede ser sobrestimado, es ir más allá del apropiamiento y de la distribución de bienes y reiniciar la producción sobre una nueva base. Las personas que mejor conocen el funcionamiento de su propia empresa son los trabajadores de la misma, sin cuya colaboración nada funcionaría (ni siquiera en la era de la tecnología avanzada). Con el apoyo de todos los interesados, podrían comenzar inmediatamente a adaptar los procesos a sus necesidades, convertir la producción y adaptarla a los requisitos del movimiento si fuera necesario y donar sus productos a la comunidad embrionaria. No obstante, es necesario mantener en mente que incluso la revolución social en España en 1936/37 enfrentó un problema de suma importancia: la dependencia económica de otras regiones que no se encontraban en revuelta. La actual división mundial del trabajo imposibilita cualquier intento de revolución localmente limitado. Esto no quiere decir que la revolución deba estallar el mismo día en todo el mundo, pero sin una rápida expansión, no será posible satisfacer todas las necesidades básicas. El catalizador de esa expansión podría ser una grave crisis que afecte a muchos países simultáneamente.
El rumbo que tomaría un movimiento de este tipo dependería, por supuesto, en gran medida de la reacción de los poderosos. Si estos tratan de acabar con los centros de la insurrección militarmente –en un remake de la semana sangrienta de 1871, o, como la renuncia de los viejos burócratas del este en 1989, cansados y resignados, sería, por supuesto, una diferencia abismal. Lo que en cualquier caso sería importante, es tratar de “dividir las fuerzas armadas entorno a la posición de clases” y debilitar el aparato militar “negando bienes y servicios importantes” (Angry Workers of the World). Aunque lo conquistado probablemente tendría que ser defendido por la fuerza, la fuerza decisiva del movimiento revolucionario sería su capacidad de satisfacer las necesidades materiales y hacer emerger durante el levantamiento mismo nuevas relaciones humanas. Lo primordial serían ambas cuestiones, de tal manera que, para las masas populares, a pesar de todos los riesgos, el desertar del orden existente parezca algo completamente evidente. Si los asalariados deciden no mantener en pie el orden existente, no habrá tanque alguno que pueda hacer algo al respecto.
Lo importante es entender que el aparato de producción global en su forma actual, cualquiera que sea el potencial tenga, constituye un punto de partida terriblemente desfavorable para la revolución. Entre el estado actual y la posible Comuna se abre un enorme abismo y el salto sobre este abismo que aquí describimos, tiene innegablemente ciertos rasgos aventureros. Políticamente esta situación se refleja, por un lado, en el mencionado giro hacia los bienes comunes locales y en un neo-anarquismo que ve en “la infraestructura” al enemigo y sabotea sin rumbo las líneas de ferrocarril; y, por otro lado, en la creencia de que el Estado es indispensable: al parecer el mundo se ha vuelto tan complejo que el Estado es imprescindible para la transición a la sociedad postcapitalista. No es difícil demostrar la falsedad de estas dos posiciones extremas –la primera capitula sin más ante la gran tarea de la reapropiación, la segunda se equivoca en cuanto a la controlabilidad de la economía capitalista. Sabemos que hoy en día es difícil elaborar un concepto alternativo que no parezca loco y ajeno al mundo. Pero precisamente porque la Comuna no está predeterminada por el curso objetivo de la historia, sus contornos deben ser discutidos desde ya. Cuanto más se pongan de acuerdo los asalariados a nivel internacional, cuanto más claro sea ante sus ojos la posible utopía, es decir, aquello completamente diferente, más posibilidades habrá de que nazca un movimiento revolucionario después de todo».
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