Compartimos para su descarga y difusión este panfleto agitativo elaborado en el marco de estas semanas en las que diferentes agrupaciones e individualidades anticapitalistas han convocado a la movilización y agitación por la defensa de la vida, la tierra y contra el capital, convocatorias que han coincidido con los dramáticos sucesos de las útimas semanas, en las que se ha podido apreciar alrededor del mundo cómo entramos en una nueva fase de la catástrofe ambiental de la que no habrá retorno, catástrofe que solo continuará agudizándose hasta que no le pongamos freno a la máquina de producción capitalista.
El capitalismo es el responsable de toda esta catástrofe
El capitalismo es una relación social que necesita absorber trabajo humano para extraer valor, haciendo más dinero del dinero previamente invertido: lógica que está fundada en la idea de crecimiento perpetuo y progreso infinito. Para que esta irracionalidad se hiciera global el capital destruyó a las antiguas comunidades, desligando de manera violenta a la humanidad de sus medios de subsistencia directa, imponiendo como mediación esta dinámica perversa que además separa y produce un “extrañamiento” de los seres humanos con la biosfera de la cual forman parte, produciendo una “fractura metabólica” que rompe los ciclos ecológicos-vitales de la naturaleza a escala planetaria afectando a todas las formas de vida. En medio de esta carrera frenética de acumular ganancias, el capital aniquila irremediablemente las dos fuentes originales de toda la riqueza: la tierra y las personas.
Esta ruptura histórica ha provocado en poco menos de 300 años un peligroso aumento de la temperatura media del planeta, gran pérdida de biodiversidad, deforestación masiva, acidificación y contaminación de los océanos, disminución del ozono estratosférico, escasez de agua dulce, e innumerables consecuencias más que saltan a la vista en nuestra existencia cotidiana, muchas de las cuales tienen un carácter ya irreversible.
En el cono sur de América, durante las últimas décadas se ha intensificado la actividad extractiva de materias primas con muy bajo procesamiento destinadas a la exportación. Gran parte de estos proyectos de “modernización” se encuentran enmarcados en la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA) que es el foro técnico para temas relacionados con la planificación de la integración física y regional del Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento (COSIPLAN) de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR). Cerca de 600 proyectos avalados por los Estados de 12 países –tanto de “derecha” como de “izquierda”– se encuentran vinculados a esta iniciativa, la mayoría de los cuales buscan levantar toda una red de rutas viales, megapuertos y complejos industriales que faciliten el saqueo y la explotación de combustibles fósiles tan escasos hoy a nivel mundial (petróleo, gas, etc.), extraer minerales (oro, coltán, bauxita, etc.), implementar monocultivos foráneos de rápido crecimiento de especies vegetales y animales (pinos, eucaliptus, salmones, etc.), intervenir los cursos de agua para obtener energía barata y abastecer a las empresas, etc. Así, se busca facilitar la circulación rápida y eficiente de estas mercancías a través de corredores logísticos continentales conectados con el mundo entero.
Todo este “progreso” y “desarrollo” capitalista no ha traído más que despojo y violencia hacia las comunidades –sobre todo indígenas, que aún mantienen formas de vida no totalmente permeadas por el “normal” funcionamiento del mundo moderno mercantil–. Este saqueo ha ido creando “zonas de sacrificio” en las que la nocividad del capital y su horizonte civilizatorio aparecen sin ningún velo y con toda su inherente crudeza: enfermedades, desplazamientos forzados, miseria material, escasez de lo básico para subsistir, militarización, sicariato, etc.
Ante este panorama desolador nos dicen para tranquilizarnos que basta con una gestión diferente de esta forma de no-vida para que el mundo vaya mejor, ya que todo este desastre es producto de una minoría ambiciosa y sin escrúpulos: solo bastaría cambiar las caras de quienes controlan los hilos del mundo. También hay quienes afirman que el progreso científico nos salvará del abismo, atribuyendo una neutralidad ficticia al desarrollo tecnológico. Asimismo, nos llaman a ser consumidores responsables, apagar las luces y ducharnos más rápido, apelando a nuestra responsabilidad moral. Igualmente, no faltan quienes aseveran que para sortear el actual callejón sin salida hay que imponer al capital que “deje de crecer tanto”, y que se comporte de manera sustentable y ecológica. Otros que se muestran críticos y mucho más furibundos, lanzan proclamas para volver el tiempo hacia atrás, retrocediendo a un pasado mitificado. Pero, más allá de las buenas intenciones, debemos frenar la enfermedad misma y no solo sus síntomas más evidentes, y para eso, hay que ir a la raíz del problema: la forma de producción/destrucción capitalista.
¡POR LA VIDA CONTRA EL CAPITAL!