Presentación
Millones de proletari@s sobreviven como pueden alrededor del mundo, en un contexto de degradación cada vez más catastrófica del entorno natural, cuestión que salta a la vista incluso en los medios masivos de comunicación. Sin embargo, para comprender la raíz de este problema, se hace necesario develar la naturaleza anti-ecológica del capitalismo.
El devenir del capital en los últimos años se puede graficar con algunos datos duros: se estima que cerca de 420 millones de hectáreas de bosque han sido destruidas entre 1990 y 2020 (1), alrededor de 30 billones de toneladas de suelo se erosionan cada año (2), aproximadamente 6.100 millones de hectáreas -casi un 40% de la superficie del planeta- se han convertido en desiertos, y el 70% de las tierras secas productivas están actualmente amenazadas por distintas formas de desertificación (3). La lista de destrucción es larga -contaminación de aguas dulces, océanos, campos y ciudades, cambio climático, pérdida de biodiversidad, etc.-, no obstante, mientras sigan siendo datos aislados que presentan los problemas en su forma fenoménica, y no se comprenda el movimiento de destrucción en su totalidad -la concatenación ecológica de cada fenómeno, y la concatenación lógica producción/destrucción de la crisis de valor actual del capital-, seguiremos culpando a tal industria, o tal empresario, por su falta de “consciencia verde”, o a nosotr@s mism@s por nuestros hábitos de consumo.
Es en la humanidad proletarizada donde precisamente surge la crítica práctica (4) que se expresa en levantamientos y revueltas cada vez más intensas en contra de la degradación de la naturaleza -propia y externa-. Gran parte de estas luchas proletarias surgen espontáneamente debido a la pérdida progresiva de las condiciones materiales necesarias para reproducir nuestra existencia, que en la región chilena, se han dirigido principalmente contra la megaminería, las salmoneras, las forestales, y las grandes infraestructuras de la industria energética. Pero, existe un alto grado de discontinuidad de estas experiencias debido al tiempo-espacio en que se desarrollan, y porque además, el reformismo, vestido de radical, tiende a integrar democráticamente este rechazo (5), de ahí la necesidad de una crítica teórica unida a los procesos de lucha.
Este texto presenta sintéticamente la dinámica inherentemente destructiva del capital, ese Moloc que sacrifica todo a su paso: por esta razón hemos decido traducirlo y hacerlo circular para así contribuir a ampliar el debate sobre el “problema ecológico” en los entornos radicales. El autor, Nuno Miguel Cardoso Machado, es Doctor en Sociología Económica y de las Organizaciones de la Universidad de Lisboa, y muy cercano a las posiciones de la “Nueva Crítica del Valor” (6)
Vamos Hacia la Vida
El límite ecológico del capitalismo: forma-valor y la acelerada destrucción de la naturaleza a la luz de las teorías de Karl Marx y Moishe Postone
Resumen
Basándome en las teorías de Karl Marx y Moishe Postone, buscaré demostrar que: 1) Una inversión fetichista entre lo concreto y lo abstracto se encuentra en el corazón de la síntesis macrosocial moderna. Tanto la fuerza de trabajo humana y el mundo sensible, material y natural se reducen al estado de los insumos que deben ser consumidos, digeridos y expulsados productivamente para alimentar el proceso continuo de valorización; 2) Esta subsunción de lo concreto en la dinámica de la acumulación de capital (D–M–D’) tiene implicaciones devastadoras para el medio ambiente. La compulsión asociada al estándar normativo de tiempo de trabajo socialmente necesario y a la extracción de plusvalía relativa plantea, a través de la competencia, niveles cada vez mayores de productividad, producción y, por lo tanto, del consumo de materias primas a todas las empresas con el fin de alcanzar incrementos más pequeños en la masa agregada de ganancias. Por lo tanto, como la acumulación de capital se vuelve más difícil, la crisis económica agrava la crisis ecológica. En suma, el modo capitalista de (re) producción se basa en una forma social abstracta de riqueza -(plusvalía)- que es inherentemente autotélica, ilimitada y, como tal, implica una forma de crecimiento económico desbocado perjudicial para la biosfera.
Introducción
Un espectro acecha el mundo contemporáneo: el espectro del cambio climático. Todo el mundo parece estar consciente de la inminente catástrofe ecológica: científicos y celebridades de Hollywood, Greenpeace y la Comisión Europea, Greta Thunberg y la Reina de Inglaterra, el Papa Francisco y Bill Gates. Sin embargo, pocas personas son capaces de comprender y fundamentar teóricamente las causas reales detrás de este alarmante curso de acontecimientos. En este capítulo, argumentaré que la teoría del valor de Karl Marx y, en particular, su reinterpretación por Moishe Postone puede ayudarnos a dar sentido a la destrucción acelerada de la naturaleza en la modernidad al basarlo en la dinámica social fetichista de la acumulación de capital.
La interacción entre los dos polos de la producción de mercancías -valor de uso y valor- es la principal razón detrás de este lamentable resultado ecológico. El efecto contradictorio sobre la riqueza material, concreta, y la riqueza abstracta del continuo desarrollo de las fuerzas productivas, promovido e impuesto por la competencia de muchos capitalistas, explica el patrón de crecimiento desbocado que caracteriza a la modernidad. Los aumentos en la productividad material van acompañados de incrementos proporcionales de la riqueza material. Sin embargo, como se explicará a continuación, la dinámica asociada a la extracción de plusvalía relativa, -típica de capitalismo maduro- es tal que los niveles cada vez mayores de productividad y producción son necesarios para obtener incrementos cada vez menores de la masa social de plusvalía (igual a la masa de ganancia).
Bueno, en el modo burgués de (re) producción, el valor de uso es sólo un vehículo para el proceso de valorización. El objetivo final del capital es la ganancia monetaria, es decir, ganancia, que es creada exclusivamente por el gasto de trabajo humano abstracto, independientemente del estado general de la ciencia y la tecnología. Por lo tanto, este interminable proceso tautológico -hacer 2 dólares de 1, etc.- implica el aumento del consumo de materias primas, un grado colosal de residuos y niveles peligrosos de contaminación.
En la Sección 1, los efectos contrarios del aumento de la productividad material sobre el valor de uso y el valor son discutidos. Los aumentos temporales a corto plazo en el valor generado por hora de trabajo social inducen a la innovación, pero, a la larga, una vez que el progreso tecnológico se difunde a lo largo de una rama productiva determinada, la cantidad de valor creado en una hora de trabajo socialmente necesario retrocede a su nivel base. Moishe Postone llama a esto la dinámica de la cinta rodante (7): para obtener la misma ganancia económica por hora, uno se ve obligado a producir valores de uso a un ritmo acelerado.
La Sección 2 presenta las categorías marxianas de plusvalía absoluta y relativa. La plusvalía absoluta consiste en el aumento del plustrabajo extraído de los trabajadores alargando la jornada laboral. Sin embargo, tiene barreras biológicas y morales insuperables. Así, la llamada plusvalía relativa es predominante en el capitalismo maduro. Se obtiene mediante aumento de productividad en aquellas ramas que producen los medios de subsistencia comprados por los trabajadores con sus salarios, es decir, reduciendo el valor de la fuerza de trabajo. El plustrabajo aumenta gracias a la reducción del trabajo necesario.
No obstante, como mostrará la sección 3, la plusvalía relativa no crece al mismo ritmo que la productividad y, por tanto, conlleva un aumento exponencial de la productividad material. Este proceso no está impulsado por la demanda de satisfacer necesidades humanas específicas, sino por la necesidad de cumplir el objetivo fetichista de la reproducción ampliada del capital.
La producción capitalista es directamente responsable del agotamiento de los recursos naturales y de la destrucción del medio ambiente. Solo la abolición del valor podría introducir una nueva forma de crecimiento cualitativa y cuantitativamente basada en la riqueza material como forma social de riqueza.
1-La dinámica de la cinta rodante como interacción contradictoria entre valor de uso y valor
Según Moishe Postone, la mercancía es la “forma” básica (Postone 2003, 44) o “principio estructurador” de la modernidad capitalista (Postone 2003, 154). Es la “unidad no idéntica” de una dimensión material (valor de uso) y una dimensión social (valor) históricamente específica, que coexisten de manera contradictoria (Postone 2003, 139).
Por un lado, la riqueza material “es una función de los productos” creados, de su “cantidad y calidad” concretas (Postone 2003, 154). La producción de valores de uso no depende necesariamente del “gasto de trabajo directo”; en el curso del desarrollo del capitalismo, se vuelve cada vez más “determinado por la organización social de la producción, el nivel de desarrollo y aplicación de la ciencia, y las habilidades adquiridas de la población trabajadora” (Postone 2004, 67). En resumen, la productividad material es cada vez más una “expresión” del nivel general de “conocimiento social” y la amplia gama de las “capacidades productivas de la humanidad” adquiridas a lo largo de la historia (Postone 2004, 67), como la maquinaria, la informatización y la automatización.
A su vez, el valor está constituido exclusivamente por el trabajo abstracto como una forma peculiar e igualmente abstracta de riqueza y como una forma estructurada de mediación social (8). Su magnitud “no es una función directa de la cantidad de bienes producidos” (Postone 2003, 188); se mide por el gasto de “tiempo de trabajo socialmente medio, o necesario” (Postone 1998, 61, énfasis añadido). El “punto de referencia” para determinar la magnitud del valor no es el productor aislado, sino la “sociedad en su conjunto” (Postone 2003, 191). La acción recíproca de la multitud de productores constituye, a sus espaldas, “una norma general externa que actúa reflexivamente sobre cada individuo” (Postone 2003, 191, énfasis añadido).
Para los propósitos del argumento presentado en este capítulo, el aspecto fundamental que debe ser retenido es que “la producción de valor (…) está necesariamente ligada al gasto del trabajo humano directo” (Postone 2003, 195, énfasis en el original) y que, en consecuencia, el aumento de la productividad material mecanizada no puede, por sí misma, afectar de forma permanente al quantum de valor generado por hora de trabajo social. Consideremos el siguiente ejemplo ilustrativo: el nivel medio de la productividad en la industria de la ropa es tal que en 1 hora se producen 5 camisas con el valor total de 25 euros (y un valor unitario correspondiente de 5 euros). Un capital innovador, que es capaz de fabricar 10 camisetas en 1 hora, así disminuyendo su valor individual a 2.5 euros, ganará una plusganancia temporal porque venderá cada camiseta por 5 euros -el valor de mercado determinado por tiempo de trabajo socialmente necesario-.
Sin embargo, tan pronto como el progreso técnico se difunda por la competencia y se impone un nuevo nivel medio de productividad, el único resultado permanente será el aumento de la cantidad de valores de uso producidos en 1 hora de tiempo de trabajo socialmente necesario -10 camisetas en lugar de 5 y la reducción de su valor unitario de 5 a 2.5 euros. La masa de valor creada será exactamente la misma que antes: 25 euros (10 camisetas x 2,5 euros)-. Se restablece el incentivo al progreso técnico posterior capaz de recompensar a los capitalistas innovadores con un nuevo excedente de ganancia temporal.
Por tanto, en el capitalismo la forma social del valor fomenta el continuo aumento de la productividad y el número de valores de uso fabricados. La competencia recompensa a los capitalistas innovadores con una plusvalía extra o plusganancia temporal, que resulta de la diferencia entre sus costos de producción individuales y los costos de producción sectoriales promedio. A corto plazo, los capitalistas de vanguardia son capaces de generar efímeramente una magnitud suplementaria de valor por unidad de tiempo (abstracto) comprendido en la jornada laboral.
No obstante, tan pronto como los procesos innovadores y los correspondientes niveles superiores de productividad se generalizan entre el resto de los capitales en competencia, “la magnitud del valor cae a su” original “nivel base” (Postone 2004, 59). Así, “el valor total producido en una hora de trabajo social permanece constante” en el largo plazo (Postone 2003, 288, énfasis añadido), es decir, en una hora de trabajo socialmente medio o necesario se produce siempre la misma masa de valor. La razón de esto es el gasto del mismo quantum de trabajo, la inmanente medida de la riqueza abstracta. Los únicos resultados duraderos de una mayor productividad son la cantidad acumulada de valores de uso producidos y el valor unitario reducido de las mercancías (Postone 2003, 288).
El modo capitalista de (re) producción posee, entonces, un dinamismo sin precedentes, ya que promueve “niveles cada vez mayores de productividad” material “basada en el (…) desarrollo tecnológico (…) y en el aumento de la aplicación de la ciencia a la producción” (Postone 2003, 197). Estos avances tecnocientíficos continuos, a saber, en forma de maquinaria y automatización, “aumentan enormemente la cantidad de riqueza material producida” (Postone 2003, 197, énfasis añadido).
Sin embargo, “no crean ningún valor nuevo” (Postone 2003, 196) (9). Moishe Postone llama a esta dinámica el “efecto cinta rodante” (Postone 2003, 289, énfasis en el original). La “metáfora de la cinta rodante” se refiere al hecho de que uno “debe correr cada vez más rápido simplemente para permanecer en el lugar” (Sewell Jr. 2018, 162). De hecho, la sucesiva re-determinación de la hora social normativa del trabajo obliga a los capitales a producir cada vez más valores de uso para producir la misma magnitud de valor durante ese período.
El tiempo de trabajo socialmente necesario es una forma de “compulsión” temporal (Postone y Brick 1982, 635) porque es una norma imperativa, obligatoria e inexorable: todos deben cumplir con esta regla o de lo contrario serán derrotados por sus competidores (Postone 1998, 61). Este marco normativo cuasi-objetivo es una forma “abstracta” de “dominación” social (Postone 2003, 191) que somete a los seres humanos a “coacciones (…) impersonales” (Postone 2003, 4).
La “contradicción básica” del capitalismo (Postone 2003, 196), antes aludida, puede enunciarse de la siguiente manera: por un lado, “el valor se vuelve cada vez menos adecuado como medida de riqueza” (Postone 1978, 748), es decir, resulta ser progresivamente “anacrónico en términos del” gigantesco “potencial de producción de riqueza material de las fuerzas productivas a las que da lugar” y que –este es el aspecto decisivo- “ya no tiene ninguna relación significativa” con el gasto de trabajo (Postone 2003, 197, énfasis añadido). Por otro lado, el capitalismo es un “sistema de producción basado en el valor” (Postone 2003, 197) y, como tal, el trabajo abstracto y socialmente necesario representa su sangre vital. Por lo tanto, “independientemente del grado” en que se “desarrollen” las fuerzas productivas, el capital no puede prescindir de absorber el trabajo humano (Postone y Brick 1982, 636, énfasis en el original). El tiempo de trabajo socialmente necesario se redefine consecutivamente de tal manera que conlleva el crecimiento infinito de la producción y, por tanto, de la consumo de materias primas.
Ésta es una importante conclusión preliminar. Sin embargo, la sociedad moderna es más compleja, ya que el objetivo de la (re) producción capitalista no es el valor per se, sino la plusvalía. En los párrafos anteriores solo he aludido al extra de plusvalía temporal obtenido por los capitales innovadores, pero que en realidad no explicaba cómo surge la plusvalía. Por lo tanto, es hora de examinar a fondo la definición de esa categoría en los escritos de Marx. En la siguiente sección me concentraré en la distinción entre plusvalía absoluta y relativa.
2-Plusvalía Absoluta y Relativa
Como es bien sabido, Marx divide la jornada laboral en dos secciones, que son designado como tiempo de trabajo necesario (segmento de línea a-b) y tiempo de trabajo excedente (plustrabajo) (segmento de línea b-c):
a———b———- c
Durante el primer período, los trabajadores producen esa magnitud de valor que es necesaria para reproducir su fuerza de trabajo y que es igual a su salario. El segundo período comprende el tiempo de trabajo complementario durante el cual los trabajadores producen un exceso de valor -plusvalía- apropiado por el capitalista. Si el tiempo de trabajo necesario se toma como dado, la plusvalía creada depende totalmente de la duración de la jornada laboral: cuanto más larga sea la jornada, mayor será el tiempo de plustrabajo. Marx llama plusvalía absoluta a la ganancia obtenida alargando la jornada laboral, es decir, mediante la ampliación de b-c:
a——–b———-c——–>
El límite máximo de la jornada laboral está determinado física y moralmente. Marx nos dice que este límite superior de la jornada laboral está doblemente “condicionado” (Marx 1982, 341). Por un lado, “por los límites físicos de fuerza de trabajo” (Marx 1982, 341), en el sentido de que, durante las 24 horas diarias, un individuo es capaz de gastar solo “una cierta cantidad de su fuerza vital” (Marx 1982, 341). Los seres humanos también necesitan tiempo para recuperar su energía, dormir, comer, etc. Además de este límite biológico, la jornada laboral se enfrenta a “obstáculos morales” socialmente establecidos (Marx 1982, 341). Según Marx, “el trabajador necesita tiempo para satisfacer sus necesidades intelectuales y sociales, y el alcance y número de estos requisitos está condicionado por el nivel general de la civilización” (Marx 1982, 341).
Por tanto, hay que tener en cuenta que la duración absoluta de la jornada laboral posee “límites” insuperables (Marx 1982, 419) y que, en una sociedad dada, es una magnitud más o menos estable constituida cultural y socialmente. Por supuesto, el capital buscará activamente superar esos obstáculos, especialmente cuando la valorización enfrenta mayores dificultades, pero en última instancia las limitaciones biológicas de los seres humanos representan una barrera insuperable que se impondrá antes o después. En resumen, la extracción de plusvalía absoluta se vuelve progresivamente y literalmente imposible.
Sin embargo, la producción de plusvalía también puede incrementarse sin ningún cambio en la duración de la jornada laboral. En la extracción de la llamada plusvalía relativa, típica del capitalismo plenamente desarrollado, el tiempo de plustrabajo aumenta gracias a la disminución del tiempo de trabajo necesario. Se aumenta el segmento b-c debido al acortamiento del segmento a-b:
a————b————c
<—————
a——-b—————–c
En otras palabras, esto implica una disminución en el valor de la fuerza de trabajo alcanzada a través de una reducción en el valor de los medios de subsistencia. Por tanto, la clave para la extracción de plusvalía relativa es el aumento de la productividad material en aquellas ramas que abastecen la canasta de bienes adquiridos por los trabajadores con sus salarios. La productividad material aumentada permite indirectamente el crecimiento de la plusvalía relativa extraída de los trabajadores precisamente a través de la disminución del valor unitario de los productos que compran con sus ingresos. Se debería notar, además, que el aumento de la plusvalía relativa no es incompatible con el aumento de los salarios reales y que, además, el aumento de los salarios reales y el aumento de la plusvalía relativa pueden incluso combinarse con la contracción de la jornada laboral, como muestra la historia reciente de los países capitalistas occidentales.
Dado que la producción de plusvalía relativa no depende del aumento de la productividad en empresas aisladas, es imposible para el capitalista individual reducir el valor de la fuerza de trabajo que emplea directamente. Lo que impulsa el progreso técnico al nivel de los capitalistas individuales es otro factor mencionado antes, cuando discutí el concepto de valor, según Moishe Postone, en la Sección 1: la apropiación temporal de una masa extra de plusvalía cuando los costos de producción de una empresa dada son inferiores a los costos de producción promedio en su rama de negocio. La competencia dentro de una rama recompensa a los capitales innovadores. En consecuencia, el valor reducido de la fuerza de trabajo es el resultado inadvertido del proceso general de innovación que caracteriza al capitalismo –subyacente a la búsqueda de una plusvalía extra-, cada vez que alcanza aquellas ramas que producen los medios de subsistencia.
Sin embargo, cuanto más avanzado es el modo de producción capitalista, más grandes serán las dificultades que enfrentará la extracción de plusvalía relativa. Esto sucede porque la plusvalía “no aumenta” a la misma tasa “como lo hace el multiplicador de la fuerza productiva” (Marx 1973, 339). Cuanto menor sea la cuota de trabajo necesario antes del aumento de la productividad, cuanto menor será el aumento de la cuota del plustrabajo, como explica Marx en los Grundrisse:
“Cuanto mayor sea la plusvalía del capital antes del aumento de la fuerza productiva, mayor será la cantidad de plustrabajo que se presupone (…); o, cuanto menor es la parte fraccional de la jornada laboral que forma el equivalente del trabajador, que expresa el trabajo necesario [es decir, salarios, NM], menor es el aumento de la plusvalía que obtiene el capital del aumento de la fuerza productiva. Su plusvalía aumenta, pero en una relación cada vez menor con el desarrollo de las fuerzas productivas. Así, cuanto más desarrollado ya está el capital, cuanto más plustrabajo ha creado, más terriblemente debe desarrollar las fuerza productiva para realizarse sólo en una proporción menor, es decir, para añadir plusvalía –porque su barrera- sigue siendo la relación entre la parte fraccional del día que expresa el trabajo necesario, y la jornada laboral completa. Solo puede moverse dentro de estos límites. Cuanto menor sea la parte fraccional que corresponde al trabajo necesario, mayor será el plustrabajo, menos puede cualquier aumento de la fuerza productiva disminuir perceptiblemente el trabajo necesario (…). La autorrealización del capital se vuelve más difícil en la medida en que ya se ha realizado (…) porque los salarios han (…) caído ya tan bajo, considerados en su relación con el producto del trabajo o con el día del trabajo vivo”. (Marx 1973, 340-341, énfasis en el original)
Por ejemplo, si el trabajo necesario ya representa solo 2 partes de 100 de la jornada laboral (y el plustrabajo, por lo tanto, representa 98 partes de 100), luego la duplicación de la productividad del material -en aquellas ramas que crean los medios de subsistencia- provocará una disminución del trabajo necesario al 1% de la jornada laboral, mientras que la cuota de plustrabajo aumentará al 99% de la jornada laboral. Por lo tanto, el plustrabajo aumentará solo un 1%, ¡aunque la productividad haya aumentado un 100%! De hecho, hay datos empíricos que corroboran la brutalidad compresión total del trabajo necesario a lo largo del siglo XX (cf. Basso 2003).
Es posible concluir que aumentos cada vez más gigantescos de la productividad material son requeridos para alcanzar aumentos homeopáticos en la plusvalía producida. Del mismo modo, se necesitan niveles cada vez mayores de producción concreta para encarnar un proceso exitoso de valorización. En otras palabras, la producción y realización de la forma social abstracta y autotélica de la riqueza característica de la modernidad capitalista, expresada por la fórmula general D-M-D’, tiene muchas implicaciones dañinas para el medio ambiente, como explicaré a continuación.
3-Plusvalía Relativa y la Acelerada Destrucción de la Naturaleza
Como se demostró en la Sección 1, la íntima “relación” establecida en el capitalismo maduro entre el estándar de la “productividad” material, por un lado, y la plusganancia obtenida a través de la innovación, por otro, significa que el capital contiene un “impulso inmanente” hacia el desarrollo continuo de las fuerzas productivas y hacia el continuo aumento del nivel de producción (Postone 2003, 310).
Este necesario crecimiento se ve agravado por otro factor: como he mencionado en la sección anterior, la plusvalía relativa no aumenta al mismo ritmo que la productividad. Cuanto menor sea la cuota de trabajo necesario, mayores tendrán que ser los aumentos de la productividad para lograr pequeños aumentos de la plusvalía. Por lo tanto, no sorprende que Moishe Postone extiende su análisis basándose en la categoría Marxiana de plusvalía relativa para ilustrar los problemas ecológicos asociados al modo capitalista de (re)producción. Postone resume la pregunta de la siguiente manera:
“La tasa de aumento de la masa de plusvalía por porción determinada de capital cae a medida que aumenta el nivel del tiempo de plustrabajo. (…) Cuánto más se acerque la cantidad de plusvalía producida al límite del valor total producido [por una jornada de trabajo determinada, NM] (…), más difícil será disminuir aún más el tiempo de trabajo necesario mediante el aumento de la productividad [material, NM] y, por tanto, aumentar la plusvalía [relativa, NM]. Esto (…) significa que cuanto mayor sea el nivel general del tiempo de plustrabajo y, en relación con él, de la productividad, cuanto más debe aumentar la productividad” (Postone 2003, 310-311, énfasis añadido).
El despilfarro de recursos naturales se deriva de “esta dinámica particular (…) que produce aumentos en la riqueza material mayores que los de la plusvalía” en un contexto histórico en el que es esta última la que constituye la forma social de la riqueza (Postone 2003, 311). La preservación de la forma-valor fetichista significa que la producción material debe multiplicarse fuera de toda proporción para generar un aumento homeopático, pero imperativo, en la masa de plusvalía. Así, “la acumulación de capital implica niveles cada vez mayores de productividad, cada vez mayores masas de productos producidos y, por tanto, cada vez mayores masas de materia primas consumidas” (Postone y Brick 1982, 637, énfasis añadido). La riqueza sensible no puede generarse en cantidades razonables, estrictamente suficiente para cumplir con las necesidades concretas de las personas, conscientemente determinadas, porque en la modernidad la riqueza material se degrada al estado de ser un simple vehículo de (plus)valor (Postone 2003, 312). Este último es insaciable y, lo que es peor, su tasa de crecimiento es una fracción siempre decreciente del aumento en la productividad material (Postone y Brick 1982, 637).
Por tanto, “la creciente destrucción de la naturaleza no debe (…) verse (…) como consecuencia del aumento del control humano y el dominio de la naturaleza” en sí mismo (Postone 2003, 312), ni debe atribuirse a la tecnología tout court (Postone 2003, 313). La devastación ecológica es el resultado de la dominación capitalista, históricamente específica, de la naturaleza y de un proceso técnico-material de (re)producción subsumido en el proceso de valorización. El mundo sensible está unido a la maquinaria social suprasensible del capital que lo consume, lo digiere y lo expulsa de manera insaciable:
“El capital (…) consume la naturaleza material (…) como medio de alimentar su propia autoexpansión –es decir, como medio de efectuar la extracción y absorción de la mayor cantidad posible de tiempo de plustrabajo de la población trabajadora-. Hay que consumir cantidades cada vez mayores de materias primas aunque el resultado no sea un aumento correspondiente [o proporcional, NM] de (…) [plusvalía, NM] relativa (…). La relación del hombre y la naturaleza mediada por el trabajo (…) adquiere la forma de una transformación acelerada de materias primas cualitativamente particulares en ‘materia’, en portadores cualitativamente homogéneos de tiempo de [trabajo, NM] objetivado” (Postone 2003, 312, énfasis añadido).
En suma, es la “determinación temporal” de la plusvalía (Postone 2003, 313), como forma fetichista de riqueza y de mediación social constituida por el gasto de trabajo abstracto, lo que explica el peculiar “tipo de crecimiento” o expansión “económica” inherente a la modernidad burguesa y que se revela enemiga de la biosfera (Postone 2003, 312-313). Esta dinámica plantea una “tensión entre las consideraciones ecológicas y los imperativos del valor” que es simplemente irresoluble en el “marco” del capitalismo (Postone 2003, 313). A pesar, de las atroces “consecuencias” ecológicas (Postone 2003, 313) -a saber, el agotamiento de los recursos naturales, la destrucción del medio ambiente físico de la Tierra, la extinción de numerosas especies de plantas y animales como resultado de la contaminación (11) y el cambio climático debido a las emisiones de gases de efecto invernadero- tanto los medios de vida individuales de los “trabajadores asalariados” y la reproducción de la sociedad en su conjunto están atados a la función socialmente sintética del “trabajo” abstracto y, por tanto, a la reproducción ampliada del capital (Postone 2003, 313).
Sólo la “abolición del valor” y el establecimiento simultáneo de “una sociedad basada en la riqueza material, en la que el aumento de la productividad se tradujera en un aumento correspondiente de la riqueza social”, permitiría establecer una “forma sensible de crecimiento muy diferente del crecimiento capitalista” (Postone 2003, 314, énfasis añadido). La producción para usos y consumos específicos, conscientemente determinados, sustituiría la tautología social de la producción por la producción.
Conclusión
Basándose en las teorías de Karl Marx y Moishe Postone, este capítulo ha demostrado que una inversión fetichista entre lo concreto y lo abstracto reside en el corazón de la reproducción macrosocial moderna. Tanto la fuerza de trabajo humana y el mundo sensible, material y natural se reducen al estado de insumos que deben consumirse de manera productiva para alimentar el proceso continuo de expansión del capital. Esta subsunción de lo concreto en la forma social abstracta de valor tiene consecuencias devastadoras para el medio ambiente.
El funcionamiento de la competencia promueve el aumento continuo de la productividad material y de la producción, ya que los capitales innovadores son recompensados con un plusganancia temporal, que resulta de la diferencia entre sus costos de producción individuales y los costos de producción sectoriales promedio. Sin embargo, tan pronto como el progreso técnico se generaliza, el único resultado duradero es un nuevo estándar normativo de productividad y el correspondiente aumento del número de mercancías creadas en una hora de trabajo social para generar la misma magnitud de valor. El tiempo de trabajo socialmente necesario se redefine continuamente de tal manera que conlleva al crecimiento infinito de la producción y, por tanto, de consumo de materias primas.
El efecto secundario de este aumento de la productividad material, cuando alcanza las ramas que producen la canasta de bienes adquiridos por los trabajadores con sus los salarios, es la disminución del valor de la fuerza de trabajo. Este es el secreto detrás de la extracción de la plusvalía relativa típica del capitalismo tardío. Sin embargo, el aumento de la plusvalía relativa no es proporcional al crecimiento de la productividad material. Cuanto mayor sea la compresión del trabajo necesario (salarios), tanto más grandes deberán ser los aumentos en la productividad y la producción para lograr un cada vez menor aumento de la masa de plusvalía.
Así, la acumulación de capital, progresivamente más difícil en el plano económico, demanda la destrucción acelerada de la naturaleza. En resumen, la riqueza sensible no puede ser producida en cantidades razonables, estrictamente suficiente para satisfacer las necesidades concretas colectivamente decididas por la gente, porque en la modernidad la riqueza material es un mero vehículo de riqueza abstracta (12). Esta última es por definición ilimitada y, para hacer las cosas peor, su tasa de crecimiento es cada vez más fraccional en relación con el aumento de la productividad material.
Nuno Miguel Cardoso Machado
University of Lisbon, Portugal
REFERENCIAS
Basso, Pietro. 2003. Modern Times, Ancient Hours: Working Lives in the Twenty-first Century. Translated by Giacomo Donis. London: Verso.
Gorz, André. 1989. Critique of Economic Reason. Translated by Gillian Handyside and Chris Turner. London: Verso.
Latouche, Serge. 2001. La déraison de la raison économique: Du délire d’efficacité au principe de précaution. Paris: Editions Albin Michel.
Marx, Karl. 1973. Grundrisse: Foundations of the Critique of Political Economy (Rough Draft). Translated by Martin Nicolaus. London: Penguin Books.
Marx, Karl. 1982. Capital: A Critique of Political Economy, Volume One. Translated by Ben Fowkes. Harmondsworth: Penguin Books. 2 nd Reprinting.
Postone, Moishe. 1978. “Necessity, Labor and Time: A Reinterpretation of the Marxian Critique of Capitalism.” Social Research 45 (4): 739-788. https://www.jstor.org/stable/40970352.
Postone, Moishe. 1998. “Rethinking Marx (in a Post-Marxist World).” In Reclaiming the Sociological Classics: The State of the Scholarship, edited by Charles Camic, 45-80. Malden: Blackwell Publishers. 1 st Reprinting.
Postone, Moishe. 2003. Time, Labor, and Social Domination: A Reinterpretation of Marx’s Critical Theory. New York: Cambridge University Press. 2 nd Edition.
Postone, Moishe. 2004. “Critique and Historical Transformation.” Historical Materialism 12 (3): 53-72. https://doi.org/10.1163/1569206042601765.
Postone, Moishe, and Barbara Brick. 1982. “Critical Pessimism and the Limits of Traditional Marxism.” Theory and Society 11 (5): 617-658. https://doi.org/10.1007/BF00182262.
Postone, Moishe, and Hemut Reinicke. 1975. “On Nicolaus’ ‘Introduction’ to the Grundrisse.” Telos 22: 130-148. https://doi.org/10.3817/1274022130.
Sewell Jr., William H. 2018. “Remembering Moishe Postone.” Critical Historical Studies 5 (2): 155-164. https://doi.org/10.1086/699682.
NOTAS:
(1) http://www.fao.org/3/ca8642es/CA8642ES.pdf
(2) http://www.fao.org/3/i6468s/i6468s.pdf
(3) http://www.fao.org/3/x5323s/x5323s01.htm
(4) Por ejemplo, en estos momentos, las luchas contra la escasez de agua en Irán, https://www.vozdeamerica.com/noticias-internacional/protestas-escasez-iran-adquieren-tono-antigubernamental
(5) Recomendamos el texto de l@s compañer@s del grupo “Barbaria” que ilustra este problema:
(6) Más material de este “joven investigador de las ciencias sociales” se puede encontrar en:
https://nunomiguelmachado.wordpress.com/
https://lisboa.academia.edu/NunoMiguelMachado
(7) Treadmill dynamic en el original. (N. del T.)
(8) Es importante tener en cuenta que el trabajo abstracto no es una mera “abstracción conceptual” (Postone and Reinicke 1975, 143), sino “un proceso social real de abstracción” (Postone, 2003, 152, énfasis añadido) que abarca dos momentos interconectados: “la abstracción desde todas las formas concretas y propiedades útiles” de las actividades humanas múltiples (Postone and Reinicke 1975, 145) y la consecuente “reducción práctica a su común denominador como trabajo humano indiferenciado”. (Postone, 2003, 189, énfasis añadido)
(9) Directamente, porque, como mostraré en la Sección 2, un aumento general en la productividad puede llevar indirectamente a un aumento de la plusvalía relativa al alcanzar a las ramas del Sector Secundario que producen los medios de subsistencia. Al reducir el valor de las mercancías adquiridas por los trabajadores con su salario, el progreso técnico disminuye el valor de la fuerza de trabajo y, por lo tanto, aumenta la cuota de plusvalía que se apropia el capital.
(10) Lifeblood en el original. (N. del T.)
(11) Lo que conduce a irreparables pérdidas en la biodiversidad.
(12) Esta conceptualización está en deuda con Serge Latouche y André Gorz. Latouche (cf. 2000) distingue lo razonable (raisonnable) de lo racional (rationnel), es decir, de la racionalidad formal que caracteriza la economía de mercado moderno (sustancialmente irracional). Gorz opone el principio pre-capitalista de suficiencia al principio capitalista de maximización (abstracta) (cf. Gorz 1989).
Limites ecologicos del capitalismo