«La de Colombia es una lucha conectada con el ciclo de luchas populares iniciado en 2019 en la región contra la desigualdad y el autoritarismo… «
Desde hace más de un mes que estalló la revuelta en la región colombiana, y a pesar de la dura represión que ha costado la vida de más de 50 manifestantes y que cuenta con cientos de personas desaparecidas, el proletariado aún se mantiene en pie de lucha. Para conocer más en profundidad y de primera mano lo que ocurre dentro de este movimiento, es que nos hemos contactado con las compañeras y compañeros anarquistas de Bogotá que forman parte del “Grupo Libertario Vía Libre” –el que se enmarca dentro de la tradición del “anarquismo social”- para realizar esta breve entrevista que reproducimos a continuación.
¿Cuáles fueron las reivindicaciones y los antecedentes que detonaron en la revuelta? ¿Cómo creen ustedes que el movimiento se puede proyectar más allá de la satisfacción de las demandas inmediatas?
Las reivindicaciones en el momento inicial se articularon en torno al rechazo del proyecto de ley de reforma tributaria y los programas de ajuste neoliberal del gobierno de Iván Duque. Pronto por la dimensión de la represión gubernamental se extendieron diversas demandas contra la brutalidad policial y la acción del Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) de la Policía Nacional. Se presentan también otras demandas sectoriales y políticas, pero estas están menos articuladas en la movilización.
Los antecedentes de la actual protesta nacional se encuentran en el paro nacional de estudiantes universitarios de octubre-noviembre de 2018 que logró la huelga combinada de las 32 universidades públicas del país, las grandes jornadas de protesta nacional iniciadas con el paro del 21 de noviembre de 2019 cuyo efecto se prolongó hasta diciembre de ese año, las jornadas de protesta nacional intentando continuar este movimiento con 6 convocatorias en 2020, la más importante de ellas la del 21 de octubre de ese año. Así mismo resultan claves las revueltas juveniles contra la brutalidad policial del 9 y el 10 de septiembre de 2020 que dejaron un saldo de 13 personas muertas por la represión, así como una serie de luchas obreras, barriales y populares más dispersas, en demanda de apoyos sociales en medio de la crisis que se desarrolló en medio de la pandemia y la crisis económica.
Hay diversos sectores del movimiento que justamente están pensando como continuar mas allá de lo inmediato. En primer lugar, tras la caída de la reforma fiscal la movilización se mantuvo y en segundo lugar empiezan a esbozarse órganos de participación como las asambleas populares con sus pliegos locales que buscan darle una continuidad social a la protesta.
¿Cómo ha sido el despliegue de las fuerzas represivas del Estado, tomando en consideración que se encuentran a la vanguardia dentro de sus pares del continente –incluso entrenando al comando jungla de la policía chilena-, y cuáles han sido las consecuencias en la población que participa activamente de las manifestaciones? ¿El narco y el crimen organizado han cumplido un papel represivo?
La represión estatal, ya clásica por medio de la Policía Nacional, la Fuerza Disponible o el ESMAD, ya relativamente nueva como la ejercida por organismos no tradicionales como el Grupo de Operaciones Especiales (GOES) o el Cuerpo Técnico de Investigaciones de la Fiscalía (CTI) sobre todo en el Valle del Cauca, ha sido intensa y violenta.
Así se ha desarrollado la represión “convencional” con niveles especialmente altos de crueldad con disparos sobre el cuerpo y los ojos, y ésta se ha combinado con la acción extralegal de agentes estatales por ejemplo con disparos sobre la multitud.
Además, hay un importante componente de acciones paraestatales y para policiales, realizadas por civiles no identificados, que obran muchas veces bajo amparo oficial. Este es el ejemplo de las camionetas blancas que tirotean con pistolas y metralletas las manifestaciones en ciudades como Pereira, Cali o Yumbo, o los civiles que intercalan con la Policía y disparan sobre la multitud.
Como actores del conflicto armado y la violencia urbana, el narcotráfico y el crimen organizado pueden haber incidido en la coyuntura, aunque su papel es marginal. Si embargo, es real que, en las acciones paramilitares contra la protesta en el departamento del Valle del Cauca, hay una fuerte presencia de la burguesía narcotraficante que se articula de diferentes formas con la burguesía caleña tradicional.
¿Cuál es la composición de clase de los sectores que protagonizan la lucha? ¿En qué medida participan trabajadores asalariados, cesantes, amas de casa, trabajadores informales, estudiantes, etc?
El movimiento ha tenido una intermitente dirección obrera, una participación mayoritaria de jóvenes populares, y en menor medida de estudiantes universitarios e indígenas, entre otros sectores.
La convocatoria inicial del movimiento corrió a cargo del Comité Nacional de Paro, un organismo principalmente sindical, liderado por la mayoritaria Central Unitaria de Trabajadores (CUT) con una mayoría de trabajadoras estatales. La participación sindical, especialmente de las maestras estatales agrupadas en la Federación Colombiana de Trabajadoras de la Educación (Fecode) y en menor medida de trabajadoras del trasporte o la minería ha sido significativa, y se ha presentado también una importante participación obrera en las movilizaciones de las grandes ciudades, en los bloqueos de la zona industrial de Mamonal en Cartagena, la zona industrial de Yumbo o la entrada del puerto de Buenaventura.
Sin embargo, las grandes protagonistas de la movilización callejera han sido los y las jóvenes de clase trabajadora y sectores populares, algunas en condición de no poder ni estudiar ni trabajar, otras con trabajos parciales o precarios, en general sin tradición organizativa. En los datos parciales de víctimas fatales de la represión de las que tenemos información encontramos un promedio de 25 años de edad para las víctimas.
Ha sido también importante la actividad de los y las estudiantes universitarias, que desde el 29 de abril iniciaron paros de las clases virtuales que llegaron a afectar hasta 18 universidades públicas, así como en menor medida, de estudiantes de universidades privadas que generaron ceses parciales en algunas carreras, instituciones técnicas y tecnológicas y estudiantes secundarias.
Además, se registró sobre todo al inicio del movimiento una importante participación campesina, así como una participación indígena, especialmente del pueblo misak liderado por las Autoridades Indígena del Sur Occidente (AISO) que ha realizado el derrumbamiento de muchas estatuas de símbolos coloniales y ha enviado una importante delegación a Bogotá y del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) de mayoría nasa, que ha participado de bloqueos de carreteras y las protestas en Cali.
Ha habido también una relevante participación de muchas mujeres y grupos feministas, así como nuevas organizaciones de madres contra la represión, de disidencias sexuales y de género con un apoyo y una visibilidad importante, así como grupos ecologistas.
¿Se han originado espacios de autoorganización como asambleas, ollas comunes u otras iniciativas de resistencia colectiva en los territorios? ¿Se ha paralizado efectivamente la producción en los lugares de trabajo?
Sí, estas expresiones se están organizando, aunque con una menor extensión y convocatoria y una mayor lentitud que la propia protesta callejera. Las Asambleas Populares Territoriales, que ya se habían ensayado con éxito y fracasos parciales durante las jornadas de protesta de noviembre-diciembre de 2020, volvieron a surgir en esta coyuntura. Algunas de carácter barrial de hecho se conformaron antes de la convocatoria de paro del 28 de abril. Se han desarrollado además asambleas estudiantiles y de otros sectores sociales, así como asambleas a nivel de ciudades y departamentos y aún a nivel nacional.
Las Ollas Comunitarias, de tradición barrial y estudiantil, se habían extendido en varios territorios el 2020 en medio de la crisis socio económica por la pandemia. Varias de estas iniciativas resurgieron de forma espontánea como respuesta concreta frente al problema del hambre de algunas manifestantes tras la primera semana de movilización, bajo el liderazgo de muchas mujeres, y han logrado continuidad en algunas zonas del Valle del Cauca y Bogotá.
Además, se han multiplicados otras expresiones como las “primeras líneas”, iniciadas en el mundo estudiantil y luego extendidas de forma inorgánica al mundo barrial popular, alrededor sobre todo de los llamados puntos de resistencia presentes sobre todo en el sur occidente del país. Así como Guardias Comunitarias que retoman elementos como la Guardia Indígena y las guardias cimarronas y campesinas del mundo rural, alrededor de escenarios como los espacios humanitarios de Bogotá. Además, también se han desarrollado múltiples campamentos, festivales e iniciativas culturales.
En general no ha habido un paro productivo en los lugares de trabajo, salvo el caso de las maestras estatales que han realizado en algunas regiones como Bogotá jornadas de suspensiones de clases remotas, así como en momentos puntuales algunas trabajadoras estatales. Sin embargo, los piquetes obreros en algunas zonas industriales y sobre todo los bloqueos en muchas ciudades y carreteras sí han generado una situación de alta anormalidad laboral especialmente en el sur occidente del país, con el 70% de trabajadores y trabajadoras encuestadas el 10 de mayo señalando situaciones de anormalidad o el 84% de las empresas registrando afectaciones según el gremio patronal de la ANDI.
¿Las revueltas desatadas en Chile, Ecuador o Perú han tenido algún impacto o influencia en la experiencia de lucha que están viviendo? ¿Cómo entienden la revuelta y su desarrollo en torno al panorama de crisis económica-social mundial y específicamente en la region latinoamericana, teniendo en cuenta las relaciones internacionales del Estado colombiano?
Este ha sido un movimiento de marcos nacionales y aún nacionalistas, pero ha sido influido de forma importante por el contexto latinoamericano. Así la protesta chilena ha sido importante para el movimiento, y parte de sus referencias simbólicas y políticas se han tomado de ahí, algo que venía sucediendo desde 2011 en el caso del movimiento estudiantil. La referencia a la derrota del paquetazo del gobierno de Lenin Moreno en Ecuador ha estado muy presente, incluso el mismo término fue utilizado de forma imprecisa para designar las políticas de ajuste del gobierno Duque e incluso se convocaron sin mayor éxito tomas del Congreso. También resultó importante la movilización indígena y popular contra el golpe de Estado en Bolivia, pues desde 2019 se hizo común la presencia de wiphalas en las movilizaciones. Las menciones a Perú, menos consistentes, también han existido por ejemplo en lo que toca a demandas de renuncia del presidente y el senado.
La de Colombia es una lucha conectada con el ciclo de luchas populares iniciado en 2019 en la región contra la desigualdad y el autoritarismo, luchas significativas con victorias parciales que marcaron límites para la restauración conservadora y los planes de ajuste. Es también una respuesta a la crisis sanitaria y económica generada por la pandemia, que se conecta con las protestas populares de Estados Unidos contra la brutalidad policial y las luchas contra el hambre y el autoritarismo gubernamental de Haití. Sin embargo, todavía no es claro si la de este año será una experiencia solitaria de nuestro país o quizás logre estimular y animar otras luchas a nivel regional.
¿Qué rol han cumplido las centrales sindicales, la socialdemocracia y los partidos políticos en general dentro de las jornadas de protestas? ¿La insurgencia colombiana, el ELN y lo que queda de las FARC, han tomado posición respecto a la coyuntura?
En general las fuerzas organizadas han convocado y participado de la coyuntura, pero no dirigen este movimiento amplio y desarticulado. Las principales centrales sindicales de tercer grado del país, esto es la mayoritaria y contradictoria CUT, la intermedia y concertacionista Confederación General de Trabajadores (CGT) y la pequeña y centrista Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC) han jugado un papel relevante en ciertos momentos, y su liderazgo sobre el Comité Nacional de Paro es claro. Este organismo burocratizado recibe cierta adhesión de sectores movilizados, sobre todo sindicales, aunque su proceso de negociación de espaldas a la gente también es rechazado por muchos de las y los jóvenes populares que se mantienen en la calle.
Los partidos políticos han jugado un rol secundario, y han concentrado su acción en los movimientos sociales más organizados como el sindical, el estudiantil y en menor medida el territorial. La gran mayoría de fuerzas han apostado por la canalización electoral de la protesta en miras a las elecciones presidenciales de 2022 y la desmovilización parcial del movimiento. Por un lado, la centrista “Coalición de la Esperanza”, cuyos gobiernos locales han reprimido la protesta, se ha mostrado ambigua frente a la movilización. Por otro lado, “Colombia Humana” y los sectores del acuerdo electoral conocido como “Pacto Histórico”, han intervenido más, aunque de nuevo de forma contradictoria, dispersa y tardía empezando por su líder Gustavo Petro, que llegó muy tardíamente a la convocatoria y con un ansia de dirección que no le corresponde.
Los actores del conflicto armado interno han tomado posición sobre la coyuntura, aunque su presencia es muy difusa. Las zonas de colonización campesina que constituyen el territorio histórico de las organizaciones insurgentes han estado poco presentes durante la mayor parte del movimiento. De hecho, durante el mes y medio de protesta la confrontación militar ha continuado en algunas zonas del sur occidente y el nororiente del país, lo que de hecho pudo haber debilitado la extensión de la protesta.
¿Qué tareas han desarrollado al interior del movimiento los sectores anticapitalistas y radicales?
Los papeles son tan variables como las propias organizaciones, aunque en general nuestra participación ha sido muy limitada, y no hemos logrado empalmar por nuestros propios errores, por nuestro propio dogmatismo y falta de inserción con la mayoría del movimiento.
Por un lado, algunos sectores han sostenido la consigna de “Paro Nacional Indefinido, como si el problema se tratara de imponer una consigna correcta desde una dirección político sindical, sin reflexionar sobre la correlación de fuerzas y las debilidades de movimiento social y la protesta popular en materia organizativa y política.
Otros han realizado críticas, en general válidas, al Comité Nacional de Paro, enfocando sus propuestas más en la sustitución también burocrática de la actual dirección, más que en la generación de una nueva cultura política libertaria y un movimiento democrático de base. Desde nuestra perspectiva justamente la prioridad pasa por la construcción de un movimiento popular fuerte y deliberante.
La actual protesta no ha modificado el que la mayor parte de la izquierda leninista no considere en materia programática el anticapitalismo como una alternativa a desarrollar, sino que se enfocan en el ascenso y la eventual participación en gobiernos progresistas. Así mismo centran sus esfuerzos en una estrategia de acumulación política partidaria especialmente electoral, que subordina las organización y movilización popular a un elemento táctico, secundario y de respaldo.
Frente a los conflictos geopolíticos que se viven en las fronteras con las guerrillas ¿Qué piensan de una posible intervención imperialista?
Por el momento una intervención parece improbable, aunque la situación puede cambiar. Las tensiones militares en los llanos orientales entre el sector de las disidencias de las FARC lideradas por Gentil Duarte con el Ejército y la Guardia venezolana, han generado cierta crisis humanitaria entre la población de la frontera y una militarización parcial de ese territorio.
Por otro lado, la opción de una intervención militar directa o indirecta propiciada por el ala dura de la oposición venezolana, con eje en Colombia y apoyo de los Estados Unidos, parece haberse congelado tras los fracasos de las operaciones civiles y militares de 2018-2019 y el cambio de estrategia asumido por el debilitado gobierno fantasma de Guaidó. De hecho, en las últimas semanas se ha presentado la reapertura parcial de la frontera cerrada por medidas sanitarias, y un frágil desescalamiento de la tensión fronteriza entre los dos gobiernos.
¿Cómo se puede solidarizar de manera concreta desde el extranjero al desarrollo de su lucha en curso?
La solidaridad internacionalista es muy valiosa y se agradecen inmensamente los esfuerzos de difusión de la protesta y la represión, de cubrimiento mediático de la situación del país, de denuncia y presión sobre los gobiernos extranjeros y organismos internacionales. La participación en actividades de solidaridad frente a las embajadas y consulados es importante, lo mismo que los aportes puntuales en campañas de solidaridad, denuncia o recolección de insumos, así como el desarrollo de procesos de formación y discusión sobre la situación colombiana al interior de las organizaciones populares.
Esperamos que lo mejor de la experiencia de nuestro movimiento, anime la reflexión y las luchas obreras y populares alrededor de otras geografías.