En el actual escenario nuevamente vemos como la clase dominante se cuadra de izquierda a derecha para involucrarnos en el tan publicitado “Proceso Constituyente”, salvaguardando la democracia, siempre al servicio del Capital, utilizando viejas fórmulas acomodadas a los nuevos tiempos, decantando en las urnas el potencial de transformación social del proletariado y manteniendo la ilusión de que cambiando la Constitución por medio de un pacto interclasista se podrá gestionar el capitalismo con un carácter “más humano”. Mientras paralelamente se aplican una serie de medidas y leyes represivas que buscan mantener a raya a l@s disidentes que no se tragan sus mentiras: la revuelta en la región chilena llegó a tener a 2.500 compañer@s privad@s de libertad, y aunque much@s han vuelto a las calles, algun@s aún se encuentran a la espera de juicio y otr@s ya han sido sentenciad@s a duras condenas. Y esta es la verdadera cara de la democracia que quieren ocultar.
No basta con reconocer la realidad inhumana de la prisión como lo hacen l@s progresistas e intelectuales de la burguesía, hay que posicionarse sin medias tintas. El movimiento que lucha contra el orden del Estado capitalista debe sembrar una perspectiva abiertamente anticarcelaria, porque las cárceles son más que barrotes y muros: son la consecuencia social de las relaciones de dominación de las leyes de la economía que se imponen ante las necesidades humanas.
Uno de los aprendizajes que nos dejó la primavera del 2019 fue precisamente que la lucha por la libertad de l@s pres@s no se separa, ni es ajena, a los combates sociales que damos como clase.
¡POR LA DESTRUCCIÓN DE LAS CÁRCELES, EL ESTADO Y EL CAPITAL!
¡VAMOS HACIA LA VIDA!