Breve reseña sobre los acontecimientos de la última semana a un mes del inicio de la revuelta

 

Por Vamos hacia la vida

La revuelta que comenzó el 18 de octubre hoy cumple un mes, y la pura compilación de los documentos con perspectivas anticapitalistas y compañeras que van surgiendo al calor de la revuelta se nos hacen un poco insuficientes. Es por eso que redactamos este texto con una suerte de cronología de los sucesos de la última semana, a un mes del inicio de la revuelta.

En esta breve reseña, escrita al calor de los acontecimientos, tratamos de condensar algunos de los puntos que nos parece importantes para documentar y dar cuenta a otrxs de los sucesos, a ratos vertiginosos, que siguen sucediéndose en esta región. En este caso retratamos los hechos de la última semana del primer mes de revuelta. Evidentemente no solo son los acontecimientos que consideramos más importantes: en realidad, nuestra documentación tiene que ver con los acontecimientos a los que tenemos acceso. La región chilena es sacudida por una revuelta que abarca todo el territorio y es evidentemente más lo que ignoramos de lo podemos conocer por cuenta propia, de manera que nuestra narrativa está inevitablemente supeditada a los hitos que han marcado los últimos días, a nuestra experiencia cotidiana, la de nuestrxs compañerxs y la que podemos acceder mediante los medios de comunicación de los que disponemos.

La semana del viernes 8 de noviembre y la prolongación de la revuelta.

Desde la semana antepasada, particularmente desde el viernes 8 de noviembre, la población volvió a las calles –que realmente nunca han abandonado desde el comienzo de la revuelta– para manifestarse en las formas que le han caracterizado y en la que reside su potencial desde el comienzo del movimiento: la transversalidad, la difusividad, la acefalía, sin líderes ni dirigentes con los que Estado pudiese dialogar; desplegándose por el territorio, cortando rutas, manifestándose en los barrios y con el paro de sectores importantes de la producción.

Tanto en provincias como en la Región Metropolitana, enfrentamientos con la policía y el ataque edificios e infraestuctura capitalista volvieron a ser la tónica de la jornada. En Santiago, la capital, la manifestación reunió a cientos de miles de personas con una evidente animosidad combativa. A la vez que sucedían manifestaciones y enfrentamientos en las periferias, en el centro de la ciudad se vivió uno de los que ha sido, sin duda, uno de los combates más masivos y tenaces desde el inicio de la revuelta y, probablemente, desde que tengamos memoria. Por el todo centro y los barrios las barricadas se extendieron hasta entrada la noche. La yuta enfrentó la revuelta con las dinámicas habituales desde el comienzo del estallido social: balas de goma y perdigones como herramienta central, disparadas indiscriminadamente contra la masa e individualidades, que a ratos es literalmente acribillada  por una continuidad ininterrumpida de tiros, lo que evidencia el sadismo con el que estxs bartardxs nos hacen la guerra en la defensa del orden de sus amos. Esto cobró la visión de Gustavo Gatica, compañero de 21 años que de momento está prácticamente ciego al recibir disparos de las balas antimotines de lxs pacxs, perdiendo un ojo, mientras que continúa internado en la evaluación de la lesión de su otro ojo. Gustavo se suma a lxs cientos de nuestrxs hermanxs que han perdido sus ojos o han sufrido algún tipo de daño, debido al uso de las escopetas con la que la policía nos acribilla a diario, sin lograr sin embargo hacernos retroceder. Aquel día nos anunció lo que ya muchxs intuíamos sin mayor esfuerzo: la revuelta continuaría y no cedía ni un paso ante los intentos de pacificarla por el poder.

Desde entonces, la cotidianeidad en la metrópoli capitalista (que es la que nos toca vivenciar como proletarixs de las urbes), y en realidad desde el estallido de la revuelta ha continuado así: el fin de semana la gente continuó reuniéndose en el centro de la ciudad para manifestarse, cortar calles y enfrentarse a la policía. Aunque las concentraciones no convocasen más que algunos cientos de personas, es innegable que la persistencia de seguir ocupando el centro de la ciudad a pesar de no haber convocatoria ‘oficial’ da cuenta de una intransigencia de la clase con respecto a cualquier llamado a la paz de la clase dirigente o de sus pretendidos ‘representantes’ de izquierdas, impotentes de ganar la representatividad de un movimiento sin dirigentes ni organizaciones visibles y cuya lúcida desconfianza a la clase política ha sido explícita desde el primer día de revuelta.

Se podría decir que aquel fin de semana del 9 y 10 de noviembre la revuelta en las calles se había apasiguado parcialmente en espera de la huelga general convocada para el martes 12. Esta huelga estaba ‘convocada’, para la prensa y la sociedad civil (pues nuestra clase no ha tenido ninguna necesidad de dirigencias al momento de autoconvocarse para desbordar las calles y autoorganizar sus asambleas desde el primer día de la revuelta), por Unidad Social, conglomerado de organizaciones sociales, estudiantiles, pobladores organizados, sindicatos, etc., que reúne a tanto órganos importantes de la izquierda del Capital, como la CUT,[1] como a organizaciones más autónomas y populares.

Lunes 11 de noviembre: previa a la huelga general.

La previa a esta huelga comenzó aquel día lunes 11 con focos de manifestaciones en varias ciudades del país, como cortes de rutas y calles.  El centro de la capital fue nuevamente escenario de concentración y enfrentamientos con la policía, pero esta vez fue en los barrios, lejos del centro, donde las manifestaciones, fogatas y barricadas se extiendieron hasta entrada la noche.

Durante todo ese lunes 11 en la Población Lo Hermida, de la comuna de Peñalolén, en Santiago,  se vivió una jornada álgida marcada por la movilización, la represión y la consecuente ofensiva de lxs vecinxs contra las fuerzas de choque del Estado: en la mañana al rededor de 300 familias de allegadxs hicieron una  ocupación simbólica de la Viña Cousiño, exigiendo la expropiación de parte del terreno para la construcción de viviendas sociales. La policía se desplegó con la brutalidad que le caracteriza desde inicio de la revuelta, disparando contra lxs manifestantes, quienes se enfrentaron con los pacos a la vez que se replegaban por la población. Los pacos se vengaron allanando ilegalmente las casas de lxs pobladorxs. Ante la represión, lxs pobladorxs de Lo Hermida respondieron rodeando y atacando la comisaria de la población, dejando a lo menos 6 pacos heridos. Los enfrentamientos entre pobladorxs y la policía se prolongaron por lo menos 12 horas, hasta la madrugada del martes 12.

Todo pronosticaba que la revuelta iría en ascenso y que aquel martes 12 de huelga general sería una jornada decisivia para la continuidad de la revuelta y la respuesta del Estado y la burguesía contra ésta. Desde el mismo lunes ya comenzaba a especularse con la posibilidad de la vuelta del estado excepción y, con él, de la vuelta de los militares a las calles.

Martes 12 de noviembre: Huelga general y la inminente amenaza del estado de excepción.

Todo el día del martes 12 de noviembre fue una jornada con tintes definitivamente insurreccionales. Por todo el país se registraron cortes de calles y carreteras y manifestaciones multiformes desde la primera hora del día. A medida que avanzaba el día, en las ciudades las manifestaciones fueron derivando en enfrentamientos contra la policía, a la vez que fue atacada la infraestructura urbana, edificios del Estado y del capital privado. Solo por nombrar algunos de estos hechos, fue icendiado el edificio de la gobernación del Bio-bio, en Concepción; en Santo Domingo fue atacada la comisaría local e incendiado parte del regimiento militar de Tejas Verdes, antiguo centro de tortura durante la dictadura; en Antofagasta fue incendiado el edificio de la Intendencia. Estos son solo algunos de entre muchos otros hechos de envergadura en los que la violencia proletaria ataca y prende fuego a aquello que la lucidez brillante de la revuelta evidencia como la estructura del enemigo y que debe ser evidenciado como tal.

En Santiago cientos de miles de manifestantes llegan al centro de la ciudad y ahí festejan, encienden barricadas, se enfrentan la policía. El crecimiento cualitativo de quienes van a defenderse y/o a enfrentar a los pacos es evidente. De no ser por el arsenal técnico y las balas antimotines con las que éstos bastardos han sobrevivido hasta ahora, sería imposible mantener a la raya al sector más combativo del proletariado en las calles. Nuevamente se movilizan varias compañías de bomberos a combatir algunos incendios en el centro de la ciudad, siendo recibidos con amabilidad por los manifestantes. La policía intenta repetidas veces repeler la movilización y solo logra que las barricadas se extiendan de manera dispersa por el centro de la ciudad. Hacia la noche, las barricadas se trasladan hacia los barrios y las comunas periféricas. En algunos de estos sectores, como Lo Hermida, Padre Hurtado, Villa Francia, entre otros, se producen fuertes  y organizados enfrentamientos con las fuerzas del orden.

La posobilidad de un nuevo estado de exepción y la salida de los milicos a las calles se vuelve cada vez más plausible y todo el país espera el anuncio gubernamental. Finalmente, un Piñera de aspecto desmoralizado enfrenta una rueda de prensa en cadena nacional verborreando sobre los tópicos que le son típicos desde el inicio de la revuelta: la increible ‘maldad’ que denontan algunas demostraciones de la subversión proletaria; la posibilidad de investigar y sansionar los ‘excesos’ de parte de las fuerzas del orden al reprimir la revuelta ‘si es que estos hechos hubiesen ocurrido’, poniéndo en cuestión y burlándose de los asesinatos, las torturas, secuestros y vejaciones a nuestrxs hermanxs; el llamado a la paz y el anuncio de reformas que nos traerían la prosperidad a la larga si tan solo quisiéramos volver  con normalidad a nuestros hogares y trabajos. La rueda de prensa se caracteriza por su insustancialidad en materia social y porque no se menciona nada sobre estado el excepción, pero se anuncia de manera solapada algo que podría ser incluso peor y que tendrá repercusiones los próximos días: a la vez que se habla sobre reforzar el Estado policial con el que se enfrenta la revuelta, el gobierno cede a favor de la posibilidad de una Asamblea Constituyente (exigencia transversal a la movilización, en su movimiento ‘real’, las personas en las calles y asambleas, como a la sociedad civil), y anuncia que para hacer de esta posibilidad una realidad se requiere del esfuerzo conjunto de todos los partidos en el Estado. O sea, le ofreció a todo el espectro político que en ese entonces se declaró a favor de una AC un acuerdo para sacarla adelante juntos sobre la base de éste Estado policial reforzado. Si bien más adelante no toda la oposición pactará con el oficiliamo el cese al conflicto, sí obedecerán todos los partidos al llamado del gobierno al orden en el momento en que manifiestan todos al unísono y de manera masiva su rechazo a la violencia proletaria desplegada esa memorable jornada del martes 12 de noviembre. Por si fuera poco, durante aquella mismo jornada se filtra un audio en el que el General Rozas, director de Carabineros, arenga a sus esbirros asegurándoles que ningunxs de ellxs será dado de baja por procedimientos policiales, motivando el actuar indiscriminado y sádico de estos al asegurarle que no tendrán repercusiones administrativas ni penales.

Posterior a la jornada, el oficialismo admitiría que el decreto del estado de excepción y la vuelta de los militares a las calles era una posibilidad muy real barajada por el gobierno de manera previa a esta rueda de prensa, pero que finalmente fue descartada. De manera subtarranea y extraoficial se habla de disputas intentinas en los órganos del Estado, aduciendo que los altos mandos de los militares se habrían negado a salir a las calles si el presidente no les aseguraba de antemano que no habrían persecuciones a sus funcionarios por cuestiones de Derechos Humanos. De haber sido así, la brutalidad con la que el ejército actuó en las calles la primera semana de revuelta y la repercusión mediática que esto supuso ponía nuevamente al gobierno en la disyuntiva de asegurar el orden masacrando nuevamente proletarixs al precio de poner en entredicho nuevamente su imagen y relaciones internacionales. De manera similar, se barajaba de manera especulativa la posibilidad de que los militares hubiesen dado un ultimatúm al gobierno. Este golpe de timón, en caso de haber sido así, sugeriría la posibilidad de un golpe de Estado en caso de que no se asegurase de parte del oficialismo una vuelta pronta al orden.

Todos los sectores del partido del orden, por atomizados que parezcan, parecen encuadrarse en el llamado a la paz mediante la necesidad del refortalecimiento del Estado policial.

El miércoles 13 será una jornada de ‘descanso’ para la revuelta, aunque la manifestaciones y barricadas no han desaparecido ni un día de las calles desde el inicio de ésta. Durante esta jornada las expectativas se mantienen puestas en las posibilidades de la jornada siguiente, 14 de noviembre, en la que se cumplirá un año del asesinato por la policía del comunero mapuche Camilo Catrillanca. La muerte de Camilo el noviembre del 2018 marcó un precedente, entre otras cosas, por un despliege inusitado de la violencia proletaria por todo el territorio en respuesta a este asesinato, que en la capital como en otras regiones desbordó a las fuerzas del orden. Tanto el Estado como el proletariado estaba advertido sobre la importancia de esta jornada.

Jueves 14: un año del asesinato Camilo Catrillanca y el ‘acuerdo por la paz social’

La jornada del 14 discurre como se había previsto: la llamada a conmemorar la muerte de Camilo hace eco por todo el territorio. Las comunidades mapuche en el sur levantan procesiones y manifestaciones que se reunen en Temuco y enfrentan a la policía desde temprano. En las ciudades se registran concentraciones que nuevamente derivan en enfrentamientos con la policía y el ataque a edificaciones del Capital. En Santiago lxs manifestantes de dividen en dos convocatorias, que finalmente terminan confluyendo en los enfrentamientos con la policía en la avenida principal, en una animosidad combativa cada vez más organizada y una lluvia de molotovs inpresionante. Durante la noche las barricadas, fogatas y concentraciones se extendieron a los barrios, registrándose en las poblaciones con tradición combativa enfrentamientos de peso con la policía. Si bien esta jornada no tuvo la masividad ni la dinámica insurrecional que el anterior martes 12, la animosidad de enfrentamiento y combatividad de quienes salieron en las calles compensó esto último.

Mientras la subversión de nuestra clase se manifestaba en las formas de lucha que se nos han hecho conocidas desde el inicio de la revuelta, todos los partidos, desde el oficialismo a la oposición, se reunían en el Congreso para deliberar en conjunto los pasos que darían para la restitución de su paz social.

A las 3:00 am de la madrugada del viernes, en lo que parece haber sido una comisión que necesitó deliberar hasta esas horas de la noche, el gobierno anuncia en una rueda de prensa lo que denominó como ‘Acuerdo por la paz social y una nueva constitución’. En principio,  todos los partidos de la oposición, a excepción del llamado Partido ´Comunista´y Convergencia Social – Parte del Frente Amplio–, que probablemente postergarán su oportunismo para un momento más propicio, participaron de este pacto. Nuevamente todos los partidos que aspiran a obtener un lugar en el Estado se evidenciaron como un único bloque, como el partido del orden. Como si alguna vez los partidos de la oposición hubieran tenido algo que ver con la revuelta que comenzó en octubre, el gobierno celebró el acuerdo logrado con estos como un cese al conflicto.

De esta manera de proceder se pueden despreder algunas lecturas. De entre ellas, se podría dedudir que los partidos de la oposición vaticinaron el acorralamiento del gobierno en un punto tal en el que porfín podrían aprovechar la situación para favorecer sus fines particulares. O también se podría incluso pensar que advirtieron las disputan intestinas en el Estado, entre el gobierno y el ejército, por ejemplo, como peligrosa para su propia existencia, y definitivamente no querrían estar del lado sobre el que llueven las balas en caso de recrudeserse la represión con los militares nuevamente bajo el control de la situación. En uno u otro caso, sigue tratándose del mismo oportunismo característico de la izquierda del Capital, que querría haber hecho de nuestra clase y de su movimiento la carñe de cañón para sus mezquinos intereses. Y eso podría haber sido así de no ser porque la revuelta comenzada aquel 18 de octubre se ha caracterizado hasta el día de hoy por no obedecer a ningún fin partidista, a ninguna dirigencia ni líderes visibles, ni siquiera en el espectro extra-parlamentario; un movimiento transversal a cada sector de nuestra clase, que va por todo y a la vez no quiere nada de lo que los defensores del orden puedan ofrecerle. Y de esto quedará constancia en la respuesta de nuestra clase en las calles al día siguiente del pacto de paz que el Estado y sus gestores quisieron imponerle.

Viernes 15: respuesta proletaria, represión y el asesinato de Abel Acuña

El anuncio de una nueva constitución y la alianza de sectores importantes de la oposición con el gobierno en su acuerdo de paz no apasiguó el ímpetu del proletariado y su presencia en las calles.

La mañana de el viernes 15 la Plaza de la Dignidad, ex Plaza Italia, como fue rebautizada por la toponimia proletaria durante la revuelta, amaneció cubierta por amplias telas blancas y un lienzo que rezaba ‘paz’ en grandes letras. Esta ridícula intervención performática, que si bien fue obra de un patético grupúsculo católico que desea la paz para quienes dominan esta región, evidenciaba algo más profundo: este llamado a la paz, esta pacificación forzosa, supone cubrir la violencia y vejámones sufridos por nuestrxs hermanxs durante estas semanas de revuelta. Nuevamente, se trata de la paz de los sepúlcros. Y esta vez lxs sepultureros abarcaron a toda la clase política.

Este grotezco llamado a la paz fue rechazado nuevamente por el combate de nuestra clase en las calles. En la capital lxs manifestantes comienzan a reunirse en Plaza de la Dignidad  desde el medio día, adelantándose por varias horas al llamado a la autoconvocatoria fijada para las 17 horas. Apróximadamente a las 18 horas los pacos arremeten con todo su arsenal blindado, lacrimógenas y  disparos indiscriminados de balas antimotines contra una convocatoria que aún se encontraba en paz y recién estaba congregándose masivamente. Evidentemente, la orden era dispersar la masividad de una convocatoría que habría evidenciado la esterilidad del intento del Estado por pacificarnos. A pesar de que varios manifestantes abandonan el lugar, muchxs más se repliegan por un momento en los alrrededores de la Plaza, reagrupándose, para luego arremeter contra la policía que sitiaba el lugar, expulsándola. La plaza fue nuevamente ocupada por lxs manifestantes, y muchxs otrxs estaban algunas cuadras legos enfrentándose como de costumbre a la policía, mantiendo a raya su actuar.

El ambiente de júblido y combatividad se extendió hasta la noche, suscitando más tarde una nueva y brutal arremetida policial que cobró la vida de Abel Acuña de 29 años. Abel, como muchxs más, resistió el embate policial sin abandonar la Plaza de la Dignidad hasta que el aire y los sonidos de los disparos hicieron imposible mantenerse ahí. Como muchxs otrxs, quizo escapar de las armas de la policía, de la detención y de la muy probable golpiza que le seguiría. Probablemente su pecho se costriñó de angustia y respirar se le hacía difícil por el ataque qúmico masivo que lxs esbirros habitúan utilizar, además de los disparos contra la población insurgente que se niega por todos los medios a volver a su pútrida normalidad. Abel no dio más y cayó al suelo con un paro respiratorio. Lxs voluntarixs que velan en cada manifestación por la salud de lxs manifestantes intentan socorrerlo y lo protegen como pueden de lxs pacxs, que insisten en seguir atacando lo que resta de la manifestación a pesar de la evidente presencia de un accidentado de gravedad en el lugar. Funcionarios del SAMU se presentan al lugar en ambulancia, y la respuesta de la policía sigue siendo el ataque indiscriminado: mientras se le aplica reanimación a Abel, estos lanzan gases lacrimógenas a donde se encontraban lxs funcionarios e incluso algunxs de ellxs son alcanzadxs por perdigones. Esto frustra los intentos de lxs funcionarixs de la salud, y Abel muere de un paro cardiorespiratorio.

Nuevamente nos hacen la guerra en nombre de la paz, nuevamente asesinando a otro de lxs nuestrxs. Esto podría considerarse paradójico de no ser porque nos remite por la fuerza a la crudeza de la realidad capitalista: la paz de la que nos hablan es la perpetuidad ininterrumpida de la dominación de una clase que vive de la explotación del resto de la humanidad, y esta violencia primaria debe ser defensiva con una violencia recrudecida si es que llegase a peligrar, como ha sucedido este último mes. Esta es su paz.

Hoy, lunes 18, a un mes desde el comienzo de la revuelta

El ímpetu de lxs nuestrxs está herido pero no decae. A las manifestaciones del viernes y a la muerte de Abel le siguen la rabia y la insistencia de cotinuar ocupando las calles. Las manifestaciones y las asambleas continuaron durante el fin de semana, convocándose diversas manifestaciones para todo este día lunes.

Se burlan de nosotrxs y seguimos respondiéndoles. Nos dijeron, para poner a unxs contra otrxs, que la linea 4 del Metro de Santiago estaría cerrada cerca de un año a causa de los daños que se les ocasionó en las primeras jornadas de revuelta. El viernes, luego de su intento de acuerdo de paz(-cificación), nos dijeron que ésta volvería a funcionar a partir de este lunes, llegando hasta la Plaza de Puente Alto. Hoy esta estación se encuentra nuevamente cerrada por los enfrentamientos que suceden en su exterior precisamente en este mismo momento.

El bastardo del Ministro de Salud, Munalich, se burla de la muerte de Abel sugiriendo que Abel habría muerto de todas formas independiente del actuar policial. Esto debería recordarnos que no debemos parar nada hasta que, cuanto mínimo, no quede ni uno de estxs bartardxs detentando sus puestos de poder.

Compañerxs: el llamado es a no desocupar las calles, que desde hace un mes son nuestras. A no desocupar las asambleas, que en este momento prefiguran los órganos con los que nuestra clase tomará el control de sus propias vidas de continuar por esta senda. A no desanimarnos y recordar que si nos lo proponemos y actuamos juntxs, tenemos en las manos la posibilidad de ir por todo lo que queramos.

La brutalidad con la que el Estado y la burguesía respondieron a la insurrección del 18 de octubre, lanzando de inmediato a los milicos a las calles, y la brutalidad policiaca con que han enfrentado la revuelta hasta el día de hoy; los movimientos del gobierno, el recrudecimiento del Estado policial, las migajas que nos prometen, las alianzas entre partidos, entre otras medidas y puestas en escena performáticas, se evidencian como intentos desesperados de devolvernos a una normalidad que nuestra clase evidencia en actos combatir por todo los medios. Y estos intentos desesperados evidencian a su vez que la burguesía y su Estado nos han temido,  nos temen y seguirán haciéndolo precisamente porque reconocen nuestro potencial de arrebatarles todo si nos lo proponemos y somos capaces de llevar la revuelta hasta un punto de no retorno.

Por Abel y por las decenas de nuestrxs hermanxs muertxs, presxs, torturardxs, vejadxs ¡Vamos por todo y por todxs! ¡A no darles respiro a quienes dominan ni sus cómplices entre nosotrxs!

Vamos hacia la vida
18/11/2019

Notas:

[1] Central Unitaria de Trabajadores, la principal multisindical en la mediación con la patronal y el Estado en la compra-venta de fuerza de trabajo. Reconocida enemiga del proletariado anticapitalista en esta región.