Genocidio en Gaza: Replantear el internacionalismo contra el holocausto democrático

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En Gaza, el Estado de Israel está perpetrando una de las masacres más sanguinarias y cruentas del último tiempo[1]. La matanza está en continuidad con su política genocida de décadas contra la población palestina. Hasta el momento, varios miles de personas han sido asesinadas durante los bombardeos iniciados desde el 7 de octubre. Más de un tercio de esa cifra la constituyen niñas y niños[2], a la que hay que sumar la de miles de herid@s y más de un millar de menores desaparecid@s aún bajo los escombros dejados por las bombas israelíes. Un holocausto desatado en nombre de la civilización y la democracia. A pesar de ser el más reciente eslabón de la que parece una interminable cadena de horrores que dan forma al curso histórico del capitalismo, este exterminio en masa no deja de despertar la ira y la consecuente solidaridad internacional a través de todo el globo.

Lo vertiginoso de los acontecimientos y la rabia que suscitan pueden dar paso a una falta de comprensión y debate en torno a ellos, sobre todo cuando el dolor es utilizado como chantaje para el silencio obediente y el apoyo a alguno de los bandos que contribuyen a su manera a la masacre. Entender lo común y lo específico de las coyunturas no tiene porqué transformarse en un acto de pasividad. Por el contrario, contribuye a una acción concreta más eficaz a corto y largo plazo.

Existe una serie de materiales que abordan el contexto histórico y reciente de los terribles acontecimientos, que pueden ser tenidos en consideración para la superación de la impotencia en que parecemos encontrarnos para detener la carnicería. Aquí no pretendemos extendernos en lo que ya ha sido tratado con mayor profundidad en dichos análisis[3]. Nuestra intención es ofrecer nuestra postura y plantear abiertamente los dilemas y desafíos que el genocidio perpetrado por el Estado israelí abre para la contestación anticapitalista.

El conflicto que vive el proletariado en Palestina es más complejo que la simple reducción a la actividad de los partidos que operan en esa región, y no es posible desvincularlo de la función que cumple el Estado de Israel tanto a nivel geopolítico como local. La relación colonial que sostiene el Estado israelí hoy sobre territorio palestino no es la misma que hace 40 años atrás. Cuando sucedió la primera Intifada, el movimiento de liberación palestino mostraba sus límites dentro de una guerra de liberación nacional similar a las que desarrollaron las independencias burguesas tardías en la segunda mitad del siglo XX. Más allá de criticar la pertinencia a un proyecto de emancipación de este tipo, es importante recalcar que el panorama geopolítico mundial ha cambiado, como resultado de las transformaciones del proceso de reproducción capitalista, lo que tiene efectos a su vez sobre la reproducción del proletariado en esta región, dominado por un eje de países capitalistas rentistas que han estado en permanente disputa con Occidente, particularmente con Estados Unidos. La última maniobra militar del 7 de octubre de los grupos armados palestinos, liderados por Hamás, parece ser un intento de evitar los pactos de normalización entre Arabia Saudita e Israel[4], o al menos, para obligar a Occidente a considerar la cuestión palestina.

Es precisamente la administración de una “población sobrante” a través del terror lo que ha estado viviendo el proletariado palestino desde hace más de dos décadas, quienes viven la total supresión de los derechos democráticos-liberales, en una especie de campo de concentración a cielo abierto. La actual masacre marca un punto de inflexión en la evolución de la democracia burguesa: la asimilación de un estado de excepción permanente como única vía posible para un capitalismo en constante choque con sus contradicciones. Lo que estamos viendo en Gaza es la manifestación de esta tendencia llevada al extremo, pero que muestra los contornos de la gestión democrática de la crisis a través del terror, un futuro posible generalizado a toda la población mundial que no parece tan lejano.

La expulsión y despojo territorial de la población palestina al alero de la ideología sionista se produce históricamente luego de la reconfiguración geopolítica tras los conflictos bélicos del capitalismo, particularmente de la Primera y, sobre todo, la Segunda Guerra Mundial. La creación del Estado de Israel en territorio palestino obedecía a varios factores, y desde un inicio los intereses de los dos grandes bloques imperialistas —EEUU y la URSS— estuvieron implicados en la región. Es preciso comprender que el desarrollo de Israel en Medio Oriente aceleró el proceso de integración de esta zona al capitalismo global, lo cual implicó el protagonismo de Estados-naciones como nuevos actores de acumulación capitalista, contribuyendo a la generación de un proletariado moderno, pero atravesado por una constelación de diversas relaciones étnicas-religiosas bajo el rótulo de mundo árabe. El propio Estado de Israel muestra una composición social heterogénea con marcadas segmentaciones subnacionales debido a que la colonización del territorio en conflicto se realizó a través de distintas oleadas de inmigración y asentamiento, lo que ha moldeado la relación dentro del proletariado en la región, siendo el proletariado de origen palestino o árabe —como también el proletariado migrante proveniente de Tailandia, China o África—, considerado como “seres humanos de segunda categoría”, fuerza de trabajo que el Estado de Israel administra según sus necesidades de acumulación. Al conflicto de clases se agregan otras consideraciones derivadas de las ideologías etno-nacionalistas y religiosas que impiden —por el momento— una alternativa comunista y autónoma, especialmente en el minúsculo territorio de la Franja de Gaza. Estas divisiones dentro de la propia clase manifiestan los límites de una actividad proletaria “pura”, pues el capital produce y reproduce constantemente la diferencia. El racismo de parte del proletariado israelí tiene una base material, siendo la población palestina un chivo expiatorio que sirve al Estado de Israel para cohesionar la heterogénea, y al parecer también frágil[5], unidad israelí.

Cuando Marx desarrolló la “ley general de la acumulación capitalista”, comprendió la dinámica subyacente del capital como relación social total, sin embargo, a pesar de que nos ofrezca algunas modalidades teóricas de manifestación de cómo se produce una sobrepoblación relativa en relación a las necesidades de acumulación del capital[6], esto sólo nos sirve de guía para el análisis concreto de situaciones específicas que son determinadas por la historia del capital como una historia de la producción de la relación entre clases. La compleja composición de clase en el territorio dominado por el Estado sionista de Israel y su proyecto etno-nacionalista, nos plantea dificultades a la hora de pensar en un horizonte de emancipación comunista en la región, dado que se mezclan conflictos étnicos-religiosos de la relación colonial con los de la propia dinámica del surgimiento de una población excedente de origen palestino, como también el fenómeno de la “importación” de proletari@s desde otros países.

Lo que nos interesa poner como trasfondo de estas luchas de liberación nacional tardías, es que el capital, como movimiento que ha conquistado el mundo a través de la violencia colonial, se ha desarrollado —y desarrolla aún— de manera desigual haciendo uso de su plasticidad para articular la producción de la plusvalía social, de magnitud creciente, a través de ciclos económicos de auge y declive de zonas geográficas completas, los que han tenido su correlato en los ciclos de acumulación que han subsumido los territorios de distintas formas. Estas diferentes formas en que diversas regiones del mundo fueron subsumidas por el capital no solo responden a las necesidades contingentes de cada ciclo, sino, también a la evolución de las fuerzas productivas y de la materialidad técnica del proceso de trabajo que ha modificado la capacidad del capital de absorber la fuerza de trabajo. De esta suerte, la subsunción tardía de algunos territorios, como es el caso de Medio Oriente, ha condenado a gran parte del proletariado a pasar de una situación de reproducción basada en la producción de la tierra —relaciones campesinas de producción— a una situación de sobrepoblación relativa estancada, es decir vinculada a trabajos informales y altamente precarizados. La desposesión de estas poblaciones campesinas y/o indígenas[7], y su transformación en proletari@s es un proceso que continúa sucediendo en el siglo XXI. Sin embargo, su producción como proletari@s y la modernización de las relaciones de producción, la producción de capital, son dos procesos que ya no coinciden en una misma dinámica, sino que cada vez más se oponen. Es la contradicción en proceso en un momento histórico marcado por la crisis secular del capital, y que se manifiesta en una crisis de la reproducción recíproca de clases: el capital produce al proletariado, aunque sólo necesite una fracción menor de éste para su reproducción como tal. De esta dinámica podemos observar que el proletariado de origen palestino —como también el proletariado de origen migrante presente en la región—, para el Estado israelí, se produce como lo abyecto, como la población que bajo el rótulo de “musulmán” se asocia no sólo a la figura del terrorista, sino, y principalmente, a la de población desechable. El racismo es una fuerza ideológica más potente hoy en día, debido a que el capital ya no tiene la capacidad de absorber grandes cantidades de la mercancía fuerza de trabajo, lo que genera un mercado laboral estrecho y altamente competitivo, dónde la “raza” —u origen étnico— es un dispositivo que sirve para producir y reproducir la ideología de la diferencia dentro del proletariado, y del que hábilmente l@s carroñer@s polític@s que fagocitan el cuerpo en descomposición del capital hacen uso para movilizar a un proletariado cada vez más precarizado, el cual en su desesperación termina identificándose con este capital en descomposición: trabajo y nación, en un mundo en que el trabajo asalariado y la organización estatal son trabas para la reproducción de la especie humana en su conjunto.

Los conflictos étnicos-religiosos que perduran en el siglo XXI en la región palestina han sido moldeados por el movimiento del capital y son reflejo de la dinámica de la “persistente acumulación originaria”, pero operan sobre una base material real: la de la reproducción social amenazada por la desposesión tardía, proceso que queda velado con ideologías etno-nacionalistas y religiosas. En este sentido cabría preguntarse si estas poblaciones que aún mantienen relaciones de producción campesina/indígena, podrían constituir una base material para la producción del comunismo[8]. La modernización tardía de las relaciones de producción, y su reflejo ideológico-jurídico en la moderna propiedad de la tierra, encuentran resistencia por parte de estas poblaciones, y estas resistencias son aprovechadas por grupos políticos-paramilitares, como en el caso de Hamás, para sus propios intereses; los cuales no son, por cierto, la emancipación humana y la revolución comunista. Sin embargo, no podemos subsumir toda la actividad de esta “población en transición” (o de proletarización tardía) a la actividad que representan los aparatos políticos que operan en la región, y a pesar de que esté ideológicamente permeado por toda esa palabrería de la liberación nacional, su destino no está inscrito en piedras, y eventualmente podrían ser parte de un proceso más amplio de producción de relaciones comunistas. La producción del comunismo hoy en día, por otra parte, creemos que no está ligada a un movimiento proletario formal (movimiento obrero internacional y su corolario: partido comunista), sino a la concatenación de luchas que van y vienen, de ensayo y error, de producción potencial de relaciones comunistas que se materializan en las luchas presentes y concretas, y que responden a la dinámica de la crisis secular del capital.

Consideramos que más allá de lo que ideológicamente expresen l@s representantes polític@s, es en el conflicto mismo dónde debemos buscar explicaciones y pensar a partir de ahí en las posibilidades para su superación en un sentido comunista, sin caer en abstracciones reduccionistas que impiden analizar la realidad. En este sentido, las posibilidades que abre una lucha particular dicen más que lo que expresa en su inmediatez, pues su posibilidad de superación está contenida en su contradicción con el capital. Para nosotr@s la pregunta no es si la lucha de clases queda imposibilitada por la lucha de liberación nacional, sino que, si la lucha de clases podría superar los estrechos márgenes de la liberación nacional, pues lo que dinamiza esta particular manifestación de lucha es la relación entre colonialismo/capital que produce una proletarización tardía e incompleta, que moldea las relaciones dentro del proletariado. En otras palabras, lo que nos preguntamos es si existe la posibilidad de que confluyan procesos de liberación del colonialismo con la producción del comunismo, y del rol de la actividad proletaria en estos procesos.

Palestina no es una unidad monolítica y quienes se enfrentan a Israel no comparten necesariamente orígenes ni intereses comunes. Tras la caída del bloque capitalista soviético, las organizaciones palestinas armadas nacionalistas que dependían de sus recursos se vieron debilitadas, y otras, alentadas previamente por el imperialismo rival y por el propio Israel para minar precisamente el liderazgo de las primeras, han cobrado mayor presencia, a través de años de pugnas que incluyen sangrientos enfrentamientos armados por el control político de los territorios con presencia palestina, principalmente la Franja de Gaza y Cisjordania, ésta última, hoy parcialmente bajo la administración de la Autoridad Nacional Palestina —promovida por Israel—. Desde 2006, año en que Hamás se consolida electoralmente en la Franja de Gaza, se han desarrollado enfrentamientos armados entre este grupo y Fatah, su principal opositor y que dirige el gobierno en Cisjordania. Ambos grupos han debido enfrentar y reprimir revueltas y protestas en sus territorios. También, ambos grupos y otros más que actúan en la región, remanentes del estalinismo y algunas de sus variantes o de un revigorizado islamismo, se sostienen gracias al influjo de recursos y armamento de potencias árabes de la región y acaudalados jeques (de Irán, Qatar, etc.). Desde luego, la propia población en Palestina no es homogénea en términos políticos ni religiosos y frente a la política genocida israelí, expresada en la ocupación militar de los territorios, es posible que queden aún más desdibujadas las contradicciones entre una gran mayoría empobrecida y aquellos sectores que representan al capital árabe. La ideología sionista no explica tampoco por sí misma el colonialismo de Israel. Son sus necesidades como Estado capitalista, aliado y representante a su vez de otros grandes sectores del capital mundial en Medio Oriente, las que explican la ocupación militar y expulsión de la población palestina de sus territorios.

Ningún conflicto puede reducirse a algún exclusivo y puro factor para explicarlo. Suelen conjugarse elementos históricos, culturales y religiosos que son integrados en la dinámica social, política y militar del desarrollo del capital. Pero la configuración inmediata y concreta de estos conflictos es el capital y dentro de su marco no hay solución cortoplacista. Cualquier eventual salida que involucre la potenciación de alguna forma de gestión del capitalismo solo puede profundizar el estado de miseria, y toda solución que se busque en la forma de lucha de liberación nacional se encuentra bajo esta perspectiva. Por lo demás, creemos que esta vía está agotada por el propio desarrollo del capital, al menos en su sentido original.

Por otro lado, no solo el llamado de pequeños grupos al derrotismo revolucionario que no encontrarán mayor resonancia que dentro de un limitado espectro de compañer@s, sino que la esperanza en una unidad de la clase trabajadora bajo concepciones tradicionales del movimiento obrero y sus organizaciones, incluso aquellas que en algunos periodos rompieron radicalmente con el reformismo y la socialdemocracia, ya sea en la forma de consejos obreros u organizaciones unitarias, son en el actual contexto irrealizables, y ni siquiera son algo deseable. La resistencia del pueblo palestino se ve truncada si es guiada por bandas burguesas que obedecen a intereses geopolíticos de las potencias capitalistas regionales y sus ideologías reaccionarias, y en el caso de conseguir victorias militares parciales contra la ocupación israelí solo se encargarán de administrar otras masacres bajo otras excusas. Pero tampoco es posible construir una unidad basada en la identidad de clase concebida según periodos pasados de la historia contradictoria del capitalismo. Sin embargo, estas luchas también generan una dinámica comunitaria que puede autonomizarse de las lógicas militaristas de las bandas reaccionarias y de l@s hereder@s del estalinismo, que es lo que de hecho se ha expresado en las revueltas contra Hamás y, más fuertemente, contra Fatah en diversas ciudades de Cisjordania en los últimos años. También la solidaridad internacional tiene mucho que decir para sabotear el genocidio en curso, pero debe debatir hacia quién efectivamente se dirige, sus medios, y sus propias posiciones. Hoy, en plena crisis del capital y bancarrota de las principales ideologías, una multitud de posiciones reaccionarias parecen ganar simpatías. La ausencia de una crítica a los fundamentos del capital conduce a menudo a una sola denuncia de sus efectos más visibles y, en este mismo sentido, en señalar la responsabilidad final de estos en estamentos y personas, que abarcan desde el discurso simplemente antisemita de las versiones tradicionales de fascismo a conspiraciones varias que no rompen con este molde. El derrotismo revolucionario como principio siempre será la única política coherente para quienes nos reconocemos proletari@s, pero consideramos que este principio obedece a una dinámica de guerra interburguesa, lo que no es exactamente lo que estamos observando en Gaza. Si bien existen intereses capitalistas en disputa, la ocupación histórica de Israel moldea una forma específica de conflicto bélico que no responde a una guerra tal cuál las conocemos, sino que más bien a la aceleración del proceso de militarización de la región, probablemente como única vía para sostener los intereses de Occidente en el enclave de Medio Oriente, y también contener el potencial de revuelta que hemos visto desde la Primavera Árabe. ¿Dónde queda el proletariado palestino y su emancipación en esta situación? Sin duda se ve obligado a luchar en contra de la ocupación, porque en lo inmediato es la negación de su propia reproducción. Más allá de todas las contradicciones y la posibilidad de su realización, tal parece que enfrenta un callejón sin salida.

¿Cuál es el destino de aquell@s proletari@s que están determinados por la relación entre colonialismo tardío y clase? No tenemos respuestas, si bien cada conflicto particular debe comprenderse desde una perspectiva materialista, consideramos que son las luchas concretas el terreno que debe analizarse, tanto en sus límites como en sus potencialidades, porque es sólo desde el conflicto que pueden quedar las contradicciones al descubierto y por tanto la posibilidad de su superación. El conflicto palestino-israelí no necesariamente tiene que encontrar solución en una guerra de liberación nacional —como argumentábamos más arriba esta estrategia no tiene muchas posibilidades[9]—, también podría surgir una comuna como resolución del conflicto, es decir, la posibilidad de la reproducción social sin las mediaciones del capital, pero esto requiere por un lado una ruptura con proyectos burgueses que personifican los partidos que están operando, y por otro lado las fuerzas productivas que permitan esta reproducción. Es el potencial de revuelta el que puede encontrar eco en el mundo árabe —y más allá—, lo que podría desatar los nudos de las contradicciones que atraviesan hoy el conflicto Palestina-Israel.

Las consecuencias de esta masacre son parte de una creciente legitimación a escala global del terrorismo de Estado: los Estados van ensayando, y tal como todo en los últimos años, una vez que les resulta exitosa un tipo de ofensiva y, más allá de la polémica internacional temporal, nadie les opone algún tipo de resistencia. Esto queda instalado como por derecho adquirido. En este sentido, todo el peso de la contraofensiva israelí marca un precedente para el terrorismo de Estado de las democracias mundiales.

Debemos repensar el internacionalismo y su campo de acción. El internacionalismo debe dejar atrás su posición de solo apoyo o solidaridad con algún pueblo oprimido y debe entender que es una cuestión de sobrevivencia mundial, desde una perspectiva que tome en consideración la deriva contrainsurgente y la militarización mundial a nivel estatal y paraestatal. El internacionalismo juega un rol crucial sobre todo ante la crisis del capital y el resurgimiento de las luchas étnicas y los conflictos mundiales, como única perspectiva ante la catástrofe, pero es necesario debatirlo y aplicarlo con la complejidad que las luchas reales expresan. No es el internacionalismo del viejo movimiento obrero, aunque conserve sus principios, sino uno que sea capaz de proyectar el contenido comunista que pueda gestarse en las batallas por la supervivencia de una humanidad proletarizada que se encuentra en una nueva etapa crítica del desarrollo del capital.

Vamos Hacia la Vida, diciembre 2023.    

[1] Una masacre que vemos en tiempo real a través de las redes sociales, espectacularizando la tragedia, lo que termina normalizando el terrorismo de Estado en la apatía cotidiana de l@s espectador@s.

[2] De acuerdo a Index Mundi, una base de datos que recoge información demográfica por países, un 44% de la población tiene 14 años o menos y la edad promedio es de 17 años, una de las más bajas del mundo. Ver también: https://www.pcbs.gov.ps/site/lang__en/881/default.aspx#Population

[3] Algunos textos que consideramos que aportan información y perspectivas interesantes son: “Contra el nacionalismo palestino e israelí” del Grupo Barbaria (https://barbaria.net/2023/10/09/contra-el-nacionalismo-palestino-e-israeli/); “Los antagonismos se desarrollan siempre y son actuales”, Entrevista con E. Minassian por “Le serpent de mer”, 30 de octubre de 2023 (https://mapasyhuellas.wordpress.com/2023/11/02/los-antagonismos-se-desarrollan-siempre-y-son-actuales/); “Sobre la situación en Gaza” de Konflikt (https://necplusultra.noblogs.org/post/2023/11/04/konflikt-sobre-la-situacion-en-gaza/); “De la Nakba…a la Intifada” en el Boletín “La Oveja Negra”, N°90, noviembre 2023 (https://drive.google.com/file/d/1zg1Rh-SX_Z3d33vicjrGBXZ8_RmKOg4Y/view); “Il punto d’esplosione delle contraddizioni israeliane. Dieci tesi sugli sconvolgimenti in corso in Medio Oriente”, de Il Lato Cattivo (https://www.dropbox.com/scl/fi/tw99blfojdllb1islosxu/ILC-Punto-d-esplosione.pdf?rlkey=7y1x4f2fmfnfrgtbzr1dc13op&dl=0); “Free Palestine! Only the working class can end the carnage” publicado en “Mutiny” boletín mensual de Black Flag Sydney (https://blackflagsydney.com/free-palestine-only-the-working-class-can-end-the-carnage/); “Gaza, le contexte historico-théorique” publicado en el blog “Des nouvelles du front” (https://dndf.org/?p=21096).

[4] Ver: “What’s happening with normalising ties between Saudi Arabia and Israel?” (https://www.aljazeera.com/news/2023/9/21/whats-happening-with-normalising-ties-between-saudi-arabia-and-israel)

[5] Que se expresó en las protestas que durante este año estallaron en contra de las reformas que promovía Netanyahu: https://cnnespanol.cnn.com/2023/03/27/estallan-protestas-masivas-israel-netanyahu-despido-ministro-reforma-judicial-trax/

[6] Ver en El Capital de Karl Marx en el Capítulo XXIII, el punto 3, “Producción progresiva de una sobrepoblación relativa o ejército industrial de reserva”, P. 782, y, el punto 4, “Diversas formas de existencia de la sobrepoblación relativa. La ley general de la acumulación capitalista”, P.797, Editorial Siglo XXI.

[7] La acumulación originaria, según Werner Bonefeld, no es un momento histórico de transición hacia el modo de producción capitalista, sino un proceso que se reproduce constantemente. Ver: “La permanencia de la acumulación primitiva: fetichismo de la mercancía y constitución social” (https://www.semanticscholar.org/paper/La-permanencia-de-la-acumulaci%C3%B3n-primitiva%3A-de-la-y-Bonefeld/fc9ea937d3485d0ebbfa78e5c38afd07593ce376)

[8] Este problema llevó a Marx a escribir varios bosquejos de carta a Vera Zasúlich. En estos escritos reconoce que no es necesario pasar por una etapa capitalista que implique la disolución de las relaciones de producción campesina basadas en la propiedad comunal del mir para el caso ruso.

[9] La autonomía política/económica de las luchas de liberación nacional tenían el soporte de la órbita soviética y respondían a los procesos de acumulación de capital del bloque liderado por la URSS. Estos procesos tenían como objetivo el desarrollo auto-centrado a través de la industrialización, mientras que hoy estamos inmersos en una coyuntura histórica que va en sentido opuesto: desindustrialización y crecimiento del sector terciario.