Notas sobre la revolución que comienza [Ya no hay vuelta atrás N°2, febrero 2020]

Compartimos este texto aparecido en el segundo número (febrero 2020) de la publicación YA NO HAY VUELTA ATRÁS. Al momento de ser escrito y publicado, no aparecía todavía ningún caso de coronavirus en el territorio chileno, y la opción de la llegada de la pandemia se veía posible pero lejana. Se especulaba, en general, que sería utilizada como excusa para retirar de las calles a lxs manifestantes y apagar la revuelta. Sin embargo, los efectos sanitarios del virus fueron y son tristemente reales y, en un primer momento, fue más bien la solidaridad antes que el miedo o la paranoia la que influyó en la decisión de no seguir acudiendo o convocando a manifestaciones que implicaran niveles importantes de aglomeración. El factor de la pandemia, por tanto, no está considerado en este escrito. Sin embargo, sigue teniendo vigencia en tanto apunta a las características que comenzaba a tener el movimiento gestado al calor de la revuelta iniciada el 18 de octubre, los obstáculos que enfrentaba y los límites que expresaba. Hoy, a la crisis sanitaria desatada globalmente y, con especial crudeza -gracias al criminal manejo de esta por parte del gobierno local- en Chile, se suman los profundos efectos sociales y económicos de una crisis hace años larvada y que hoy se agudiza. Desde el poder se apresuran en medidas contra revolucionarias, previendo el rebrote espontáneo del descontento generalizado. Teniendo aún muy fresco el recuerdo del “estallido social”, no debemos perder de vista su naturaleza, sus alcances y limitaciones, sobre todo cuando es muy esperable un resurgir, probablemente con distintas características, de un nuevo periodo de intensa agitación social.

Notas sobre la revolución que comienza

1.- La lucha de clases, esto es, la manifestación de intereses antagónicos dentro de la sociedad, nunca deja de existir ni de horadar las bases de este sistema de muerte, por más empeño que pongan en enterrarla o disimularla ideólogos de toda ralea o las castas gobernantes de turno. Una multitud de conflictos, que oponen los intereses vitales de la humanidad explotada a los de la clase capitalista, surgen constante y espontáneamente por doquier. Sin embargo, hay periodos en los que estos estallan con inusitada intensidad, dejando entrever su auténtico contenido de clase, tras años en los que último parecía haberse diluido en decenas categorías e identidades sociologescas y parceladas.

2.- Por espontaneidad no entendemos que el movimiento que niega al Estado/Capital surja de la nada, ni que carezca de conciencia o de una organización determinada, sino por el contrario, que se levanta desde el seno de la sociedad actual, sin necesidad, y más bien a pesar y en contra de pretendidos líderes, caudillos o partidos políticos que, tal como pregonaron y pregonan diversas sectas socialdemócratas, le inyectarían “desde fuera” la conciencia “socialista”, para “conducirlo” hacia un horizonte fijado ideológicamente.

3.- En Chile, esta proliferación de conflictos sociales, si bien durante ciertos periodos incrementaba notoriamente su frecuencia y fuerza, no cuajaba en un movimiento que tuviera características insurreccionales. Estallidos comenzados por protestas estudiantiles (2001, 2005-6, 2011) fueron las experiencias más parecidas a lo que vimos el pasado 18 de octubre. Jornadas extensas y masivas de protestas, que incluían la paralización de actividades y toma de recintos educativos (universidades y liceos, principalmente), lograban generar simpatía y solidaridad en el resto de la clase, pero sin trascender las fronteras sectoriales ni superar las conducciones burocráticas (principalmente la CONFECH en el contexto estudiantil, y la CUT en el terreno sindical tradicional). Aun así, es el proletariado adolescente y juvenil -fundamentalmente lxs estudiantes secundarixs- quien se muestra menos fácil de domesticar, trascendiendo además sus propios límites en tanto que «juventud”, como parcela artificialmente separada de la clase.

4.- Precisamente el 2019, partiendo por el rechazo puntual a estrategias legales que endurecían la represión a este sector del proletariado, tanto por la ley Aula Segura como por la propuesta de control de identidad a menores de edad por parte de la policía, fue creciendo en intensidad la combatividad estudiantil, lo que llevó a que a mitad de año se dieran enfrentamientos diarios con la represión policial en el Instituto Nacional, en el centro mismo de la capital, dejando varios registros de brutalidad policíaca y su correspondiente respuesta juvenil. La lucha, lejos de amainar, comenzó a extenderse, contagió de rabia y decisión a toda una clase que muchxs daban por muerta o definitivamente derrotada.

5.- El proletariado, fuertemente animado además por el movimiento gestado en Ecuador unas semanas antes contra una serie de medidas gubernamentales que encarecían la vida en general, explota aquel histórico viernes 18, luego de una semana de evasiones masivas en el metro comenzadas por lxs estudiantes secundarixs.

6.- La bola de nieve no se detuvo y se transformó con una velocidad sorprendente en una gigantesca avalancha. Al día siguiente, todas las ciudades del país ven llenarse sus calles de furibundos manifestantes, que solidarizan con sus hermanxs capitalinxs pero, al mismo tiempo, demuestran que el alza del pasaje fue solo la chispa que desató este impresionante incendio. “No son 30 pesos, son 30 años”, “¡Chile despertó!”, “¡Hasta que vivir valga la pena!”, son algunas de las más socorridas consignas que se agitan en las jornadas de revuelta, evidenciando el rechazo general a toda la miseria que produce el Capital.

7.- ¿Es una revuelta proletaria? Para muchxs, hablar de “proletariado” puede sonar a añejo o doctrinario. Y no hay pocas razones para así considerarlo: lamentablemente, quienes solían y suelen (cada vez menos, en cualquier caso) utilizar estas palabras en su lenguaje político, son sectas derivadas de la socialdemocracia, o sus variantes equivalentes en el anarquismo oficial, que reducen la teoría revolucionaria y sus conceptos a esquemas rígidos, dogmáticos e inservibles. Pero aquí no se trata de dar definiciones pulcras, sino de comprender los elementos básicos y esenciales que nos permiten explicar nuestro momento histórico. El proletariado lo componemos la inmensa masa humana que debe vender su esfuerzo físico y mental a la clase capitalista, para obtener a cambio lo mínimo que le permita reproducirse como mano de obra y dinamizar el consumo de mercancías. Somos la clase social que hace andar los engranajes productivos de la economía capitalista, pero que no posee ni controla los medios de producción. Pero a la vez, el proletariado solo existe cuando toma conciencia de su condición y lucha por su liberación, esto es, su autoabolición, a través del ataque a las relaciones sociales e instituciones que lo mantienen dominado y la afirmación de sus intereses verdaderamente humanos, no definidos ni mediados por las necesidades mercantiles.

8.- Entonces sí, el 18 de octubre fue el proletariado el que removió el espeso humo de la sociedad capitalista. Lejos del discurso de una supuesta transversalidad que nos uniría como “chilenos”, “ciudadanos”, o supuestas “minorías” aglutinadas en función precisamente de su fragmentación, el movimiento generado a partir del estallido expresa un contenido claramente proletario, y de rechazo explícito al Capital. Afirmar esto, por otra parte, no tiene nada que ver con promover una lectura esquemática y reduccionista del conflicto. Hay relaciones sociales de dominación que vertebran y generan otras formas de explotación, y el enfrentamiento radical e integral contra el Capital requiere de un ataque simultáneo y efectivo a todos ellas, pues es ese entramado el que sustenta la miseria actual. Es imposible disociar al Estado del Capital y de las relaciones patriarcales que permiten la subsistencia de esta sociedad basada en la explotación.

9.- En pocas semanas, este movimiento explosivo de rechazo generalizado ha ido cambiando y madurando. De una inicial rabia lúcidamente dirigida contra la infraestructura estatal y capitalista, incluyendo saqueos de centros comerciales como las grandes cadenas de farmacias, supermercados, tiendas del retail, e instituciones estatales profundamente despreciadas, como el Compin (encargado de pagar las licencias médicas), varias municipalidades, plazas de peaje, monumentos y estatuas que rinden homenaje a héroes de la burguesía y el saqueo colonial, etc., se pasó rápidamente a la conformación de organismos autónomos en los territorios, las Asambleas Territoriales, que coordinaban diversos aspectos de la lucha social a ese nivel, experiencias que aún siguen expandiéndose, coordinándose y fortaleciéndose. Además, las formas de protesta callejera también van desarrollándose para poder hacer frente a una cada vez más desquiciada policía, destacando la organización de los equipos de primeros auxilios, que prestan un ayuda vital en el foco mismo de los enfrentamientos con la represión. En el mismo contexto de la revuelta, brotan también experiencias de luchas más específicas que se ven notoriamente potenciadas, como la denuncia del saqueo de las aguas perpetrado diversos tipos de industrias, o el boicot masivo al proceso de rendición de la Prueba de Selección Universitaria, que tras años de ser blanco de las críticas principalmente del movimiento estudiantil secundario, por fin este 2020 recibe su golpe de gracia, sin antes recibir esta acción la condena infame de todo el Partido del Orden, de derecha a izquierda.

10.- Con todo, existen una serie de obstáculos y límites contra los que choca nuestro movimiento, y que precisamente se relacionan con la falta de claridad de su contenido de clase, y de la forma en que este se expresa.

11.- El discurso nacionalista, el necesario rechazo a la política que se confunde a veces con el desprecio a la teoría revolucionaria y a nuestra historia de combates como clase y, sobre todo, la falta de crítica a la democracia, que lleva a muchxs a celebrar el plebiscito del 26 de abril pactado por el Partido del Orden para poner paños fríos al movimiento, constituyen flancos que terminarán por debilitarnos y derrotarnos si no los enfrentamos explícita y concretamente.

12.- Esta debilitación y derrota pasa precisamente por separar a los sectores que aún creen en estas vías estatales y democráticas del resto del movimiento que se negará a dejar las calles. El Estado no ejercerá una masacre de mayores proporciones sino hasta que el movimiento se encuentre efectivamente fraccionado por la defensa de las “conquistas” administrativas de los primeros y la necesidad de mantener la revuelta de los segundos; cuando se ponga en verdadero entredicho el propio “desarrollo económico del país” del que se acoge el Partido del Orden.

12.- El 18 de octubre se infligió sobre la normalidad capitalista una herida tal que difícilmente pueda cicatrizar del todo. De una imponente revuelta inicial, pasamos hoy por un momento que parece irreversible, con el orden social profundamente trastocado, que vislumbra el advenimiento de un proceso revolucionario propiamente tal. Pero no nos engañemos, la crisis y derrota del Capital corresponderá siempre finalmente a la lucha de nosotrxs mismxs por emanciparnos total y definitivamente de nuestra condición de explotadxs.

13.- Por tanto, depende de nosotrxs, como clase explotada, como clase proletaria, el ir más allá de los tétricos horizontes fijados por la sociedad capitalista y construir una comunidad humana solidaria y libre de toda explotación. Ya no hay vuelta atrás, y no tenemos ya nada que perder.