¿Un gobierno feminista?

“Los trabajadores queman o hacen explotar sus fábricas, exigiendo indemnización por despido en vez de luchar por mantener sus trabajos. Los estudiantes ocupan las universidades, pero no a favor, sino que en contra de las demandas por las cuales supuestamente están luchando. Las mujeres rompen con los movimientos en los que ya son una mayoría, pues estos no pueden más que fracasar en su intento de representarlas”

Maya González y Jeanne Neton (Colectivo Endnotes), La Comunización y la abolición del género.

 

El ascenso de la socialdemocracia a la gestión estatal ha llenado de confusión a diversos sectores del movimiento social, quienes obnubilados muestran una gran ilusión respecto al futuro gobierno, subordinándose a su agenda y tiempos: lamentablemente, un sector importante del feminismo no ha sido la excepción. Muchas confían plenamente en que la institucionalidad estatal realmente existente nos brindará las transformaciones radicales que urgentemente necesitamos, no tan solo como mujeres oprimidas y explotadas doblemente, sino también como especie humana. Una gran parte, ha apostado todo a las instancias propias de participación democrática que otorga el sistema, desde las elecciones, pasando por la Convención Constitucional, hasta la mismísima administración del Estado –¡Como si éste no fuera esencialmente patriarcal!–. Así, gran parte del potente movimiento feminista se está moviendo en el terreno de los intereses del Estado y el Capital, abandonando la autoorganización, la autonomía y la independencia, tan necesarias para ir avanzando en nuestras reivindicaciones históricas, las cuales han sido banalizadas y ridiculizadas por Boric al afirmar públicamente hace algunos días que “su gobierno será feminista”: un perfecto oxímoron.

Las mujeres, feministas y anticapitalistas, deberíamos apostar a abolir de raíz nuestra condición de explotación, opresión y esclavitud: no se puede poner fin a las miserias que experimentamos las mujeres, ni de nadie, bajo este sistema reproductor de mercancías que profundiza el orden patriarcal y nos precariza cada vez más. Por lo tanto, la lucha antipatriarcal es inseparable de la lucha anticapitalista: solo negando lo que somos forzadas a ser y hacer, seremos realmente libres.

Destruir la ficticia división entre lo público y lo privado, que sirve para la separación de la vida y la naturalización de una supuesta inferioridad de la mujer –y de otras identidades no masculinas–, es esencial en nuestra liberación. No queremos “equidad”, ni puestos de mando en la administración de esta podrida sociedad, queremos acabar con una existencia sometida al tiempo y la lógica de la producción y del dinero, en función de nuestro género y en beneficio del Estado/Capital.

El Estado no resolverá la violencia patriarcal, porque el Estado es la violencia patriarcal organizada. Es por esta razón que las invitamos a combatir y construir en el cotidiano –lugar donde se reproduce la vida social– aquellos lazos y relaciones, que vayan rompiendo y superando las divisiones que nos mutilan: pedirle al Estado que lo haga, además de delegar nuestra actividad, relegándonos a un segundo plano –como ha sido siempre–, es un sinsentido.

¡Abajo el Patriarcado, el Capital y el Estado!