Ya no hay vuelta atrás N°3: reflexiones en torno a la lucha de clases

El boletín “Ya no hay vuelta atrás” tiene su origen en la revuelta proletaria que incendió la región chilena a partir del 18 de octubre de 2019. El estallido de la revuelta y su desenvolvimiento histórico en los meses siguientes nos llevó a crear un espacio de reflexión, análisis y crítica del desarrollo de esta nueva etapa de la lucha de clases.

Las revueltas y revoluciones proletarias deben criticarse constantemente a sí mismas, so pena de caer en el conformismo y en el terreno de la clase enemiga. La revuelta de octubre se vio finalmente interrumpida por el nuevo contexto abierto por la pandemia mundial, que acarreó una aún mayor militarización de la sociedad. El resurgimiento de un movimiento proletario con características revolucionarias está supeditado entonces a la resolución de las contradicciones internas planteadas por su propia evolución, las que se hacían cada vez más claras durante las últimas semanas de la revuelta, que comenzaba a ahogarse en el fango demócrata propiciado por la salida burguesa del -suspendido- plebiscito pactado de abril.

En efecto, no será por sus conquistas directas, nulas casi, que la revuelta podrá convertirse en revolución. Ante esta verdadera contrarrevolución “biológica” a cuyo despliegue asistimos actualmente, es que el partido difuso de la insurrección podrá madurar hasta convertirse en un partido verdaderamente revolucionario. A este respecto, podemos decir que ya coexisten en una misma época, la crítica radical de esta sociedad con su negación en actos, pero es necesario que se fundan. En este sentido, “Ya no hay vuelta atrás” es uno de esos tantos puentes que hoy se están tendiendo para unir ambos elementos necesarios para la abolición total del mundo del capital.

Este tercer número está compuesto por un artículo de nueve tesis sobre la lucha de clases en el contexto local en el contexto de la pandemia global y una entervista a un compañero anarquista prisionero en el contexto de la revuelta.

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Instaraución del riesgo de extinción [Jaques Camatte]

Nota VHLV: En una suerte de esfuerzo editorial, hemos traducido y editado este artìculo de Jacques Camatte publicado el 1 de mayo en la página de la revista Invariance. En él se trata el porvenir de la humanidad y el mundo en el que entraña la civilización capitalista en el contexto de pandemia global por Covid-19. El prefacio que precede al artículo pone todo en contexto.

Alentamos su lectura para fomentar la discusión y fortalecer la reflexión y la práctica anticapitalista.

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Prefacio del traductor

Entre el público de habla hispana, la obra de Jacques Camatte ha cobrado una renovada relevancia en la última década con el rescate del que ha sido objeto por diversos grupúsculos e individualidades radicales que han traducido parte de su obra al español. Sin embargo, esta traducción es aún fragmentaria y parcial, lo que ha dado lugar a una serie de interpretaciones superficiales sobre sus escritos. Esto se debe en parte a los prejuicios y certezas a priori de quienes le leen, pero también —por, sobre todo— a una falta de perspectiva de la evolución personal de Jacques Camatte a lo largo de las últimas décadas. Las Series I, II y III de la Revue Invariance —las más traducidas al español— tratan sobre temáticas afines a la ultraizquierda, especialmente la crítica de la economía política y el carácter de la revolución comunista. No obstante, a partir de allí comienza una evolución en el pensamiento de Camatte que lo ha llevado a rechazar toda dinámica de enemistad, y a plantear la autoemancipación de la especie en los términos de la puesta en práctica de una discontinuidad con la domesticación milenaria de la humanidad, de la represión parental, de la separación con el resto de la naturaleza y de la dinámica de la enemistad entre los seres humanos consigo mismos y con el resto del mundo viviente. El texto que sigue a continuación, relaciona la actual pandemia de Covid-19 con estas y otras temáticas, por lo que recomendamos encarecidamente leer las notas de Camatte que van apareciendo a lo largo del texto, puesto que nos dan cuenta de la evidencia en que fundamenta sus afirmaciones, pero también del recorrido anterior de su propio pensamiento.

No jugamos a ser ampliamente conocedorxs de Jacques Camatte, puesto que no hemos estudiado la totalidad de su obra, simplemente destacamos la potencia de un pensamiento y una práctica que durante años ha sido, deliberadamente incluso, silenciada por una crítica que se pretende radical pero que a menudo olvida que las investigaciones de Camatte, cualquiera que sea el juicio que merezcan, y por mucho que choquen con los prejuicios interesados de diferentes sectores, son el fruto de largos años de concienzuda investigación. Al respecto, puede aplicarse a este caso lo mismo que Marx comentaba sobre la importancia de su obra: “No he inventado nada, simplemente he puesto en relación lo que otros habían descubierto antes de mí”. Continue reading

De mal en peor gracias a su medidas

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De mal en peor gracias a su medidas

En un 60% aumentaron los casos positivos de COVID-19 el miércoles 13 de mayo respecto al informe del día anterior, alcanzando la cifra récord de 2.660 personas contagiadas. Hoy jueves, esta cantidad se mantiene casi idéntica: 2.659 casos nuevos, y 22 personas fallecidas (el número más alto de muertes diarias hasta ahora). Este explosivo incremento viene signado por el uso masivo de las mascarillas, los mensajes desde el poder clamando por el retorno a la «normalidad» y el endurecimiento del discurso y accionar represivo del Estado, encarnado en una cada vez mayor y más agresiva presencia militar en las calles.

Cuando por parte de varixs expertxs y organismos de salud pública se desaconsejaba la utilización de mascarillas como medio por sí mismo efectivo para la prevención de la expansión del virus, era precisamente para evitar escenarios como el actual. Si bien éstas sirven como una barrera física, su efectividad depende de varias otras medidas concretas relevantes, principalmente el lavado correcto de manos, el distanciamiento espacial y evitar tocarse la cara. Es sabido que el cumplimiento de estas medidas se relaja cuando se portan mascarillas. Es decir que, en general, entregan una sensación de falsa seguridad, conduciendo a resultados contrarios a los perseguidos. De poco sirve culpar individualmente a las personas por no seguir todas las indicaciones para su uso adecuado, cuando este comportamiento social debe ser considerado de entrada para el manejo de estas situaciones.

Pero Piñera y cía. comenzaron a afirmar hace unas semanas que lo peor ya había pasado, que se podía ir retomando las actividades vitales para SU sociedad, como la reapertura de los centros comerciales y la vuelta de escolares a clases. De esta forma, el uso obligatorio de esta prenda decretado por el gobierno (medida que se replica en varios otros países), tan solo unas semanas después de haber públicamente cuestionado su efectividad, no constituye sino una medida parche o incluso perniciosa para evitar los contagios y las subsecuentes muertes, principalmente fundamentada en la necesidad de reactivar la circulación de mercancías y, en particular, de la mercancía “fuerza de trabajo”; Es decir, nosotrxs mismxs. Medidas sanitarias precarias y hasta contraproducentes para que no dejemos de trabajar y consumir. Continue reading

1 de mayo: «me matan si no trabajo, y si trabajo me matan»

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1 de mayo: «me matan si no trabajo, y si trabajo me matan»

Levantarse en una mañana fría, sin haber descansado bien, pensando con angustia sobre el futuro. Ir a esperar micro o metro, junto a una gran cantidad de personas que, al igual que unx, deben ir al trabajo. El transporte también va lleno. ¿Cuál era la distancia segura? ¿Un metro y medio? ¿Dos metros? Lo único seguro es que es imposible mantenerla. La locomoción colectiva está hecha para transportarnos hacinadxs. Mientras más personas entren en un menor espacio, mejor. Mejor para los que lucran con ello, claro. Pero no importa. Debemos seguir. Llegar al puesto de trabajo, probablemente en un espacio cerrado, con mala ventilación, pocas y limitadas medidas de resguardo, exceptuando las que nacen de la propia iniciativa individual o colectiva. Y así toda la jornada laboral, expuestxs al riesgo que los medios se encargan de convertir en paranoia. Termina el día, vuelta a casa. Una hora o más viajando. Mismas condiciones insalubres que en la mañana. Y el hogar, que por todos los medios oficiales se publicita como un lugar seguro, en el que debiéramos encontrar cariño y refugio, a menudo no es más que una fría reanudación de las relaciones opresivas y mercantilizadas de la sociedad entera. Los casos de violencia y abuso contra mujeres y niñxs se multiplican. Pero no se puede escapar. Afuera, el toque de queda, la amenaza uniformada que hace unos meses ha vigorizado su impune brutalidad. ¿Dejarlo todo? Significaría asumir el hambre, quedarse sin techo, sin acceso a los mínimos servicios que este sistema puede ofrecer. Sí, el trabajo nos mata por acción u omisión. Y esta realidad, atenuados unos aspectos, recrudecidos otros, se repite en todo el país. En todo el planeta.

Y es que este mundo gira en torno al trabajo. Nuestro trabajo. Es decir, nuestra explotación. El riesgo de contagiarnos por COVID-19, de esparcir el virus en la población, no puede poner en riesgo la “vida” de la economía. Así lo han reconocido abiertamente empresarios y políticos. “Hemos optado por seguir operando, (…) parar es una sobrerreacción que no tiene sentido” (Arturo Clement, presidente de SalmonChile). “No podemos matar la actividad económica por salvar vidas” (Carlos Soublette, presidente de la Cámara de Comercio de Santiago). Arranques de honestidad de la clase dominante, que confirman lo que todxs, de una u otra manera, ya sabemos.

Para asegurar la continuidad de este modo de vida basado en la explotación, el trabajado ha sido revestido de un aura de santidad. Existe toda una moral construida en torno a él. Pareciera ser lo más natural del mundo: que nuestras vidas sean consumidas en labores la mayor parte del tiempo desagradables, cuya utilidad desconocemos o no nos interesa conocer, con el único fin de asegurarnos lo mínimo para sobrevivir y volver al día siguiente a producir. Y consumir. Sin parar.

Pero la actividad humana creativa, intelectual y física, no se despliega bajo la forma del trabajo como se nos presenta hoy. Todo lo contrario. Se encuentra secuestrada y sofocada por este. La función del trabajo en la sociedad capitalista es solo generar ganancias para la clase propietaria. De esta forma, la humanidad queda despojada de la capacidad de decidir sobre su presente y porvenir. Se encuentra alienada. Física y mentalmente. Son las cosas que producimos en la explotación del trabajo, las mercancías, las que finalmente nos poseen. No nosotrxs a ellas, aunque paguemos por tenerlas. El salario con el que pagamos es la fracción que la clase capitalista nos asigna, luego de quedarse con buena parte del valor que generamos (plusvalor), para que sobrevivamos y mantengamos en circulación las mercancías y el dinero. A su vez, el trabajo determina roles en la sociedad dependiendo de nuestras características biológicas (sexo, “raza”), que perpetúan y maximizan sus beneficios.

Ahora, quieren acostumbrarnos a su desvergonzadamente anunciada “nueva normalidad”. El show debe continuar, la economía no puede verse amenazada, tenemos que volver a nuestros puestos de trabajo, aunque bajo anuncios de planes de “retorno seguro”.

Son las aglomeraciones directamente relacionadas con la dinámica del trabajo las que concentran el mayor riesgo de contagio de COVID-19: en el transporte público y en los mismos centros laborales. Estos sitios no han detenido su continuidad. Sin embargo, se restringen aquellas actividades que conllevan menos peligro de contagio, como paseos por parques o plazas, que no exigen hacinamiento alguno. Se endurece la dictadura de la economía. Se implementan por la fuerza los sueños de nuestros patrones: de la casa al trabajo, del trabajo a la casa. Se permite en el intertanto un paseo por los templos de consumo. Producir y consumir. Militares en las calles. Aislamiento social. Que no quede rastro de comunidad.

La pandemia del coronavirus ya no deja espacio para dudas. La naturaleza asesina del trabajo ha quedado totalmente al descubierto.

Pero también hace solo unas semanas colmábamos las calles de vitalidad subversiva. No nos hemos olvidado de aquello. La normalidad que nos condena a la enfermedad y la muerte parecía saltar por los aires. Ni la represión ni el encuadramiento demócrata lograban plenamente su objetivo de desactivar la revuelta. Hoy debemos prepararnos para protagonizar un nuevo capítulo en la lucha por recuperar nuestras vidas contra la dictadura del Capital.

Tal como hace más de un siglo el movimiento obrero se alzó en Estados Unidos, como lo hacía en todo el mundo, contra la explotación, exigiendo trabajar menos, hoy retomaremos una nueva oleada revolucionaria, por emanciparnos de nuestra condición de esclavxs asalariadxs.

Combatamos las medidas del Capital, que solo aplicarán represión para intentar contener una crisis que le es inmanente e inevitable. Defendamos la autonomía de clase frente a toda la institucionalidad burguesa y sus agentes que pretenden erigirse como nuestrxs representantes.

No por nada la palabra “trabajo” deriva del latín “tripalium”, instrumento de tortura similar a un cepo. Abajo el trabajo. Viva la actividad humana libre de toda explotación y mercantilización, solidaria, comunitaria y creativa.

¡ABOLICIÓN DEL TRABAJO!

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