La defensa de la nación es la defensa del Estado y la explotación

Las siguientes líneas son unas breves reflexiones a propósito de lo acontecido este sábado 25 de octubre en Iquique, acontecimientos que dan cuenta de una nueva fase en la crisis migratoria local, que a su vez forma parte de la crisis migratoria global.

La defensa de la nación es la defensa del Estado y la explotación

A raíz de las lamentables imágenes que se difundieron de la marcha antimigrantes llevada a cabo el pasado sábado 25 de septiembre en la ciudad de Iquique, en donde una turba enardecida e irracional quemó las carpas y las pocas pertenencias de familias en su gran mayoría provenientes de Venezuela, que huyen del colapso del capitalista “proyecto bolivariano” de “Socialismo del siglo  XXI”, creemos necesarias una reflexiones generales en torno al “momento fascista” que tod@s acabamos de presenciar.

El racismo y la xenofobia no tienen nada que ver con un natural y primitivo “miedo a lo desconocido”. Por el contrario, sus raíces se establecen con la aparición de las sociedades divididas en clases sociales (que solo representan en torno al 10% de la historia de la humanidad) y, particularmente, con el desarrollo del capitalismo. Que el color de piel o lugar de nacimiento se transformen en elementos de discriminación, abuso y opresión, se explica entonces por la necesidad de inferiorizar a un determinado grupo humano para hacer posible su explotación a manos de otro.

Lo anterior se hace evidente con un breve repaso de la historia reciente del colonialismo europeo en el resto del globo, que no fuera sino una sanguinaria empresa para abastecer de materias primas y fuerza de trabajo a los Estados del viejo mundo, proceso que está en la génesis del capitalismo como sistema de dominación a escala mundial. La esclavitud y la explotación más brutal fueron el origen y fruto del progreso de la civilización del Capital.

Para justificar este proceso, la clase dominante contó con un arsenal ideológico que recurrió primero a la religión y luego a la ciencia. En el siglo XVIII y XIX, desde la supuesta neutralidad de la investigación científica, surgieron varias “teorías” que predicaban una determinación natural para explicar la existencia de una jerarquía de “razas”, la que además partía del supuesto de la inferioridad transversal de la mujer.

El actual rechazo a “l@s extranjer@s” que saca a relucir una parte de la sociedad es consecuencia directa del nacionalismo. El concepto mismo de nación es propio de la cultura dominante. Territorios delimitados con fronteras, dentro de los cuales los Estados explotan a su propia población sobre la premisa de estar contribuyendo al crecimiento de la Patria (¿Puede existir alguna duda del origen patriarcal de este término?).

Por otra parte, los flujos migratorios son o bien producto de los movimientos del capital y sus crisis asociadas (desplazad@s y refugiad@s a causa de enfrentamientos bélicos, de hambrunas, de las miserables condiciones materiales de algunas “naciones pobres”, del colapso de Estados y, más recientemente, de las dramáticas alteraciones climáticas que el desarrollo industrial capitalista ha originado), o bien directamente manejados por los intereses de los grupos gobernantes, para abastecerse de fuerza de trabajo barata que destinar a labores que “sus” ciudadan@s no están tomando con el volumen precisado, ya sea por presiones económicas o por cambios en la estructura demográfica de su población. Además, estos influjos de personas de otras naciones permiten dar lugar a falsos conflictos en el seno del proletariado, pues la inmigración contribuye efectivamente a bajar el precio del capital variable (que eso somos nosotr@s, l@s proletari@s), es decir, bajar los salarios, y de esta forma los dardos de las mentes más básicas y educadas más fielmente en los valores del Capital apuntarían contra sus herman@s inmigrantes, vistos como competencia, debilitando así el enfrentamiento con la clase capitalista misma (estas medidas suelen ser defendidas y promovidas desde sectores progresistas, a veces bajo un discurso pretendidamente anti-racista e integrador).

Al contextualizar la xenofobia e intentar descubrir las relaciones sociales que le dan origen, no pretendemos otorgar ninguna especie de justificación ética a aquell@s desdichad@s que ven derrotada su propia humanidad al ceder a los prejuicios racistas y el nacionalismo.

La defensa de la nación es la defensa del Estado y de la propiedad privada. El sentimiento nacional es un despreciable manto con el que se encubre el conflicto irreconciliable entre explotad@s y explotador@s dentro de las fronteras de un país, proceso replicado en todas las naciones por la clase dominante. El sentimiento de unidad nacional es un triunfo de nuestr@s enemig@s de clase.

Una comunidad basada en la satisfacción de las necesidades humanas y no de la acumulación incesante de capital, barrerá desde los cimientos con cualquier noción de frontera política y jerarquización social y, por tanto, con el racismo y toda forma de discriminación basada en características físicas o el lugar de nacimiento, cuestiones a todas luces ridículas de mantener y que deben ser combatidas desde hoy.

¡ABAJO LAS FRONTERAS QUE ENCIERRAN Y MUTILAN A LA HUMANIDAD!

¡ABAJO EL RACISMO Y LA XENOFOBIA!

¡POR LA COMUNIDAD HUMANA!

 

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A casi medio siglo del Golpe Militar: no olvidamos ni perdonamos

A casi medio siglo del Golpe Militar: no olvidamos ni perdonamos

 

NO OLVIDAMOS la lucha de nuestra clase por recuperar su vida, tomando fábricas y campos, debatiendo acerca de nuevas formas de existencia sin explotación.

NO OLVIDAMOS el enorme y heterogéneo despliegue de actividad proletaria que venía en ascenso desde los 60 y que, al contrario de la mitología partidista, no tenía como principal objetivo la disputa en el terreno electoral.

NO OLVIDAMOS la labor reaccionaria de la socialdemocracia representada en la UP, que hizo todo lo posible por desactivar y controlar al proletariado para poder negociar con los partidos tradicionales de la burguesía y desarrollar su proyecto capitalista etiquetado de socialismo.

NO OLVIDAMOS que el gobierno de la UP no confió jamás en el proceso revolucionario, siendo Allende quien decretó la ley de control de armas, desarmando al proletariado más combativo, dejándolo sin capacidad de profundizar la ruptura y resistir la contrarrevolución.

NO OLVIDAMOS a los partidos que hoy rasgan vestiduras por la democracia pero que no dudaron en apoyar la brutalidad militar contra nuestra clase.

NO OLVIDAMOS tampoco que democracia y dictadura no se oponen, sino que son diferentes y complementarias formas en las que el Estado lleva a cabo la dominación social.

NO OLVIDAMOS a los miles de compañeros y compañeras que sufrieron persecución, tortura, asesinato y desaparición.

NO OLVIDAMOS que las condiciones de miseria contra las que se levantó nuestra clase son producidas por la misma dinámica social que genera la miseria de hoy: las relaciones sociales capitalistas, que producen y se alimentan de la alienación física y psicológica, que condena al hambre, enfermedad, aislamiento y muerte a la inmensa mayoría de la humanidad proletarizada, que precisa y mantiene la jerarquización sexual y toda la violencia asociada a ésta.

NO OLVIDAMOS porque es nuestra historia. Pero por, sobre todo, NO OLVIDAMOS porque vemos repetirse en nuestros convulsivos tiempos muchos de estos elementos.

La mitología de la izquierda del capital ve en el periodo 70-73 la asunción de un gobierno que, apoyado por una marea popular, pretendía alcanzar pacíficamente el socialismo (un pacifismo que no tenía asco alguno en reprimir trabajador@s, allanar fábricas ocupadas o encarcelar, torturar y asesinar revolucionari@s), con grandes héroes que hoy recuerda con empalagosa nostalgia, realzando especialmente la figura de Allende.

Pero las luchas del proletariado en nuestra región estaban en sintonía con la oleada revolucionaria que sacudía a todo el planeta en aquellos años, y contra ellas la clase capitalista oponía una variedad de respuestas. Entre la desarticulación del reformismo (que no excluyó la represión violenta) y la sanguinaria masacre militar, no hay quiebre sino continuidad en la labor represiva del Estado.

Hoy, luego de una revuelta impresionante, el partido del orden en bloque pacta un “Acuerdo por la Paz” cuyo fin explícito es apagar el incendio desatado por la rabia y la creatividad de l@s dominad@s.

Buena parte de la izquierda entra de todas formas al juego, pretendiendo “desbordar” un proceso fabricado precisamente para el encauzamiento y la represión.

No alentemos más derrotas, no fomentemos más delirios. Vamos más allá. Vamos hacia la vida.

NUESTRA MEMORIA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO

 

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El capitalismo es el responsable de toda esta catástrofe [panfleto]

Compartimos para su descarga y difusión este panfleto agitativo elaborado en el marco de estas semanas en las que diferentes agrupaciones e individualidades anticapitalistas han convocado a la movilización y agitación por la defensa de la vida, la tierra y contra el capital, convocatorias que han coincidido con los dramáticos sucesos de las útimas semanas, en las que se ha podido apreciar alrededor del mundo cómo entramos en una nueva fase de la catástrofe ambiental de la que no habrá retorno, catástrofe que solo continuará agudizándose hasta que no le pongamos freno a la máquina de producción capitalista.

El capitalismo es el responsable de toda esta catástrofe

 

El capitalismo es una relación social que necesita absorber trabajo humano para extraer valor, haciendo más dinero del dinero previamente invertido: lógica que está fundada en la idea de crecimiento perpetuo y progreso infinito. Para que esta irracionalidad se hiciera global el capital destruyó a las antiguas comunidades, desligando de manera violenta a la humanidad de sus medios de subsistencia directa, imponiendo como mediación esta dinámica perversa que además separa y produce un “extrañamiento” de los seres humanos con la biosfera de la cual forman parte, produciendo una “fractura metabólica” que rompe los ciclos ecológicos-vitales de la naturaleza a escala planetaria afectando a todas las formas de vida. En medio de esta carrera frenética de acumular ganancias, el capital aniquila irremediablemente las dos fuentes originales de toda la riqueza: la tierra y las personas.

Esta ruptura histórica ha provocado en poco menos de 300 años un peligroso aumento de la temperatura media del planeta, gran pérdida de biodiversidad, deforestación masiva, acidificación y contaminación de los océanos, disminución del ozono estratosférico, escasez de agua dulce, e innumerables consecuencias más que saltan a la vista en nuestra existencia cotidiana, muchas de las cuales tienen un carácter ya irreversible.

En el cono sur de América, durante las últimas décadas se ha intensificado la actividad extractiva de materias primas con muy bajo procesamiento destinadas a la exportación. Gran parte de estos proyectos de “modernización” se encuentran enmarcados en la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA) que es el foro técnico para temas relacionados con la planificación de la integración física y regional del Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento (COSIPLAN) de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR). Cerca de 600 proyectos avalados por los Estados de 12 países –tanto de “derecha” como de “izquierda”– se encuentran vinculados a esta iniciativa, la mayoría de los cuales buscan levantar toda una red de rutas viales, megapuertos y complejos industriales que faciliten el saqueo y la explotación de combustibles fósiles tan escasos hoy a nivel mundial (petróleo, gas, etc.), extraer minerales (oro, coltán, bauxita, etc.), implementar monocultivos foráneos de rápido crecimiento de especies vegetales y animales (pinos, eucaliptus, salmones, etc.), intervenir los cursos de agua para obtener energía barata y abastecer a las empresas, etc. Así, se busca facilitar la circulación rápida y eficiente de estas mercancías a través de corredores logísticos continentales conectados con el mundo entero.

Todo este “progreso” y “desarrollo” capitalista no ha traído más que despojo y violencia hacia las comunidades –sobre todo indígenas, que aún mantienen formas de vida no totalmente permeadas por el “normal” funcionamiento del mundo moderno mercantil–. Este saqueo ha ido creando “zonas de sacrificio” en las que la nocividad del capital y su horizonte civilizatorio aparecen sin ningún velo y con toda su inherente crudeza: enfermedades, desplazamientos forzados, miseria material, escasez de lo básico para subsistir, militarización, sicariato, etc.

Ante este panorama desolador nos dicen para tranquilizarnos que basta con una gestión diferente de esta forma de no-vida para que el mundo vaya mejor, ya que todo este desastre es producto de una minoría ambiciosa y sin escrúpulos: solo bastaría cambiar las caras de quienes controlan los hilos del mundo. También hay quienes afirman que el progreso científico nos salvará del abismo, atribuyendo una neutralidad ficticia al desarrollo tecnológico. Asimismo, nos llaman a ser consumidores responsables, apagar las luces y ducharnos más rápido, apelando a nuestra responsabilidad moral. Igualmente, no faltan quienes aseveran que para sortear el actual callejón sin salida hay que imponer al capital que “deje de crecer tanto”, y que se comporte de manera sustentable y ecológica. Otros que se muestran críticos y mucho más furibundos, lanzan proclamas para volver el tiempo hacia atrás, retrocediendo a un pasado mitificado. Pero, más allá de las buenas intenciones, debemos frenar la enfermedad misma y no solo sus síntomas más evidentes, y para eso, hay que ir a la raíz del problema: la forma de producción/destrucción capitalista.

¡POR LA VIDA CONTRA EL CAPITAL!

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El límite ecológico del capitalismo: forma-valor y la acelerada destrucción de la naturaleza a la luz de las teorías de Karl Marx y Moishe Postone

Presentación

 

Millones de proletari@s sobreviven como pueden alrededor del mundo, en un contexto de degradación cada vez más catastrófica del entorno natural, cuestión que salta a la vista incluso en los medios masivos de comunicación. Sin embargo, para comprender la raíz de este problema, se hace necesario develar la naturaleza anti-ecológica del capitalismo.

El devenir del capital en los últimos años se puede graficar con algunos datos duros: se estima que cerca de 420 millones de hectáreas de bosque han sido destruidas entre 1990 y 2020 (1), alrededor de 30 billones de toneladas de suelo se erosionan cada año (2), aproximadamente 6.100 millones de hectáreas -casi un 40% de la superficie del planeta- se han convertido en desiertos, y el 70% de las tierras secas productivas están actualmente amenazadas por distintas formas de desertificación (3). La lista de destrucción es larga -contaminación de aguas dulces, océanos, campos y ciudades, cambio climático, pérdida de biodiversidad, etc.-, no obstante, mientras sigan siendo datos aislados que presentan los problemas en su forma fenoménica, y no se comprenda el movimiento de destrucción en su totalidad -la concatenación ecológica de cada fenómeno, y la concatenación lógica producción/destrucción de la crisis de valor actual del capital-, seguiremos culpando a tal industria, o tal empresario, por su falta de “consciencia verde”, o a nosotr@s mism@s por nuestros hábitos de consumo.

Es en la humanidad proletarizada donde precisamente surge la crítica práctica (4) que se expresa en levantamientos y revueltas cada vez más intensas en contra de la degradación de la naturaleza -propia y externa-. Gran parte de estas luchas proletarias surgen espontáneamente debido a la pérdida progresiva de las condiciones materiales necesarias para reproducir nuestra existencia, que en la región chilena, se han dirigido principalmente contra la megaminería, las salmoneras, las forestales, y las grandes infraestructuras de la industria energética. Pero, existe un alto grado de discontinuidad de estas experiencias debido al tiempo-espacio en que se desarrollan, y porque además, el reformismo, vestido de radical, tiende a integrar democráticamente este rechazo (5), de ahí la necesidad de una crítica teórica unida a los procesos de lucha.

Este texto presenta sintéticamente la dinámica inherentemente destructiva del capital, ese Moloc que sacrifica todo a su paso: por esta razón hemos decido traducirlo y hacerlo circular para así contribuir a ampliar el debate sobre el “problema ecológico” en los entornos radicales. El autor, Nuno Miguel Cardoso Machado, es Doctor en Sociología Económica y de las Organizaciones de la Universidad de Lisboa, y muy cercano a las posiciones de la “Nueva Crítica del Valor” (6)

Vamos Hacia la Vida

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Estalinismo cañaveral: Capitalismo de Estado y desarrollo en Cuba

El domingo 11 de este mes comenzó una oleada de protestas en distintas ciudades cubanas. El empobrecimiento general, la falta de vacunas, los constantes apagones, la situación sanitaria y el manejo gubernamental de la pandemia de coronavirus, se encuentran entre algunos de los factores más visibles tras estas jornadas de manifestaciones. Sectores de derecha, sobre todo fuera de la isla caribeña, se apuran en intentar hegemonizar el descontento. Buena parte de la izquierda, por su parte, o bien condena a las masas que salieron a la calle, comprando de hecho la versión de la derecha, o también, de forma más o menos tímida, pide “más democracia” y una mayor liberalización de la economía. Pero lo que ocurre en Cuba no es ajeno al panorama mundial. Las revueltas sociales brotan por doquier, porque son las condiciones de vida impuestas por la sociedad capitalista las que son contestadas por estos movimientos. Y, por supuesto, Cuba es tan capitalista como cualquier región del mundo.

El siguiente texto, publicado originalmente en inglés en el sitio web de “Ritual” (hoy no disponible), y luego replicado en otros medios (ver: https://mcmxix.org/2018/07/09/sugarcane-stalinism/), aborda la naturaleza capitalista del régimen impuesto en Cuba y desmonta la mitología izquierdista que quiere ver en su historia el desarrollo de alguna forma de socialismo.

Su autor, Emanuel Santos, cubano nacido en La Habana, nos compartió esta versión al castellano que hemos levemente modificado en algunos pequeños detalles. La trayectoria política de Emanuel va desde una primera aproximación al anarquismo, para mostrar luego un creciente interés en la obra de Marx, motivado precisamente por el debate dentro de iniciativas sociales y de grupos anarquistas. Posteriormente, se acercó a posiciones y grupos de la izquierda comunista de orientación “bordiguista” y “consejista”. Existe también una versión en portugués de este material disponible en el portal de “Critica Desapiedada” (https://criticadesapiedada.com.br/2020/08/19/estalinismo-canavieiro-capitalismo-de-estado-e-desenvolvimento-em-cuba-intransigence/), de la cual precisamente hemos tomado estos elementos biográficos del autor, los que se encuentran más extensamente desarrollados en dicho sitio.

Vamos Hacia la Vida

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Estalinismo cañaveral: Capitalismo de Estado y desarrollo en Cuba

 

Las naciones, tanto como los individuos, no pueden sustraerse a los imperativos de la acumulación del capital sin suprimir el capital.”

Grandizo Munis, Pro Segundo Manifiesto Comunista [1].

La narrativa oficial sobre la naturaleza de los cambios en la economía y la sociedad, en general, introducidos por el gobierno cubano tras la supuesta “revolución” del ’59, cuenta que la reforma agraria y posterior estatización de la economía —es decir, la transferencia de la propiedad de los medios de producción de los capitalistas privados al Estado— han puesto a Cuba en camino al socialismo. Este fue el punto de vista defendido por el agrónomo francés Rene Dumont, quien sirvió de asesor al recién formado gobierno “socialista” en asuntos relacionados con el desarrollo económico. Desde aquel entonces, otros académicos de izquierda han estudiado seriamente la economía cubana. Samuel Farber se destaca entre quienes lo han hecho desde un lente crítico como el más intelectualmente riguroso y consistente. Su libro sobre la sociedad cubana tras el triunfo de los barbudos sobre la dictadura de Batista, aunque no está exento de problemas, nos proporciona una valiosa ventana al funcionamiento interno del sistema estalinista en su expresión cubana. Farber defiende la teoría del “colectivismo burocrático”, argumentando que, si bien Cuba no es socialista debido a la ausencia de un control significativo sobre la economía por parte de las masas trabajadoras, tampoco puede considerarse capitalista, ya que la nacionalización de los medios de producción supuestamente hace imposible la competencia entre empresas. En cambio, argumenta que lo que existe en Cuba es una sociedad de clases cualitativamente nueva, basada en el gobierno autocrático de una burocracia parasitaria incrustada en el aparato estatal, cuyo dominio sobre la economía y la sociedad generalmente frustra cualquier intento por parte de las empresas de perseguir sus intereses económicos particulares [2].

Aunque sus conclusiones son radicalmente diferentes, los defensores de las teorías “socialistas” y “no socialistas, no capitalistas” (de aquí en adelante, NS-NC) sobre Cuba y otras sociedades estatizadas coinciden en que la nacionalización de las empresas privadas constituye una negación parcial, o incluso absoluta, del capitalismo y sus leyes motrices. Esta concepción, cuya infortunada genealogía se remonta a las ideas “socialistas-estatistas” de Ferdinand Lassalle y sus seguidores en la Primera Internacional, no tiene base alguna en la teoría del socialismo elaborada por Marx y Engels. Para estos últimos, los monopolios estatales no significaban la negación de las relaciones de producción capitalistas, sino su acentuación [3]. De hecho, ellos insistieron en que la transición hacia el socialismo conllevaría necesariamente un debilitamiento progresivo, o “extinción”, de la maquinaria estatal. El resto de este ensayo intentará hacer un análisis crítico de las teorías antes mencionadas empleando un enfoque metodológicamente marxista y franco en su compromiso con la autoemancipación obrera. Argumentará, además, que la Cuba “socialista” es en verdad una sociedad basada en el trabajo asalariado y la acumulación de capital. Las características definitorias de esta sociedad, a la que denominaremos como “capitalismo de Estado”, son la hiperconcentración del capital en el Estado y el ejercicio colectivo del control sobre los medios de producción por parte de una burguesía estatal.

Como es el caso con tantos intelectuales provenientes de la Nueva Izquierda, no está del todo claro lo que Dumont entendió como “socialismo”. Si aquella gentuza de la revista “Monthly Review” con quien se asociaba sirve de indicación alguna, entonces podemos asumir seguramente que el Estado juega un papel central en su concepción. Sin embargo, ya que este no nos facilita ni siquiera un breve esquema o definición operativa, nos queda descifrar su punto de vista a partir de unas cuantas observaciones dispersas en su relato sobre la transformación de la economía cubana hacia el modelo Soviético. Por ejemplo, él contrasta la “planificación socialista” con “la mano invisible del lucro”, que distribuye el capital donde sea más alta la tasa de ganancia. Por lo contrario, dice él, una economía socialista sustituirá la anárquica “ley del mercado” por la voluntad del planificador central, aunque no especifica en ninguna parte lo que conlleva el funcionamiento de tal ley o cómo se manifiesta concretamente ésta en la producción social [4]. En su lugar, Dumont aburre a sus lectores con incesantes y tediosas anécdotas suyas reprochándole a gerentes de empresas y contables estatales por hacer los planes de manera improvisada y establecer metas de producción en base a cifras erróneas, o incluso inventadas. Todo esto, explica él, impide que una economía planificada funcione debidamente [5]. Lamentablemente, su investigación sobre el fracaso de la planificación económica en Cuba acabó ahí mismo. Farber demuestra una comprensión superior de la verdadera profundidad del problema, identificando la ineficiencia, averías mecánicas y el desperdicio en el sistema como consecuencia lógica de la organización jerárquica de la producción. Por tanto, él argumenta que la falta de retroalimentación genuina, indispensable para la planificación económica bajo cualquier sistema, y la productividad mediocre, a pesar del exceso crónico de personal, resultan de incentivos materiales inadecuados o inexistentes y la transparente separación de los productores respecto de los instrumentos de trabajo [6].

Esta explicación puede que parezca contradictoria a primera vista. Después de todo, los trabajadores en los países capitalistas tradicionales también son desposeídos de los medios de producción. No obstante, los gerentes de empresas en cada sistema disponen de diferentes herramientas para disciplinar a sus subordinados. Notablemente, mientras que a los trabajadores en los países capitalistas tradicionales se les pueden obligar, bajo pena de desempleo, a mantener un nivel de productividad, sus homólogos en Cuba quedan protegidos del desempleo a largo plazo por una provisión en la Constitución cubana que establece el empleo como derecho fundamental de la ciudadanía [7]. Como resultado, los gerentes de las empresas a menudo se ven obligados a tolerar cierta cantidad de pereza, e incluso absentismo, por parte de sus trabajadores como costo transaccional para cumplir con las cuotas de producción que les imponen sus superiores en la cadena de mando burocrática. Así, en la medida en que la planificación económica existe en Cuba, siempre ha funcionado mal y de manera inconsistente. En realidad, las revisiones de las metas de producción finales ocurren con tanta frecuencia y son tan comunes en las diversas industrias y empresas, que efectivamente no existe tal cosa como un “plan”. Quienes defienden una perspectiva “socialista” o “NS-NC” aluden frecuentemente a la garantía de empleo como prueba irrefutable de la inexistencia de un mercado laboral dentro de Cuba. De hecho, algunos incluso han argumentado que, dado que los trabajadores en Cuba y países similares supuestamente no gozan de la doble libertad identificada por Marx —es decir, la “libertad” de vender su fuerza de trabajo a un empleador y la “libertad” de todo medio de producción— no existe ni siquiera una clase trabajadora como tal. Es imposible conciliar esa interpretación con los hechos. En primer lugar, un trabajador puede ser despedido en Cuba por cometer ofensas menores repetidamente, o como castigo por participar en actividades consideradas subversivas [8]. No obstante, esto es poco común debido a su inconveniencia, ya que una infracción de esa magnitud aparece en el expediente de trabajo, limitando las posibilidades futuras de empleo [9]. Se sabe, además, que la tasa de rotación laboral en los países capitalistas-estatales como Cuba es más alta que la de los países capitalistas tradicionales, lo que demuestra que la fuerza de trabajo se puede comprar y vender en Cuba [10].

La sabiduría convencional de la izquierda afirma que la planificación estatal interfiere con las fuerzas inconscientes del mercado que rigen la producción bajo el capitalismo. El primogénito intelectual de esta idea es el estalinista heterodoxo Paul Sweezy. Aunque su conceptualización no tuvo nada de original, Sweezy fue, sin duda, uno de los primeros en sistematizar este sacrilegio contra el marxismo y presentarlo ante una audiencia de autodenominados “radicales” e intelectuales en el mundo de habla inglesa. Su teoría proporciona gran parte del marco conceptual que sostiene las interpretaciones “socialistas” y “NS-NC”, por lo que necesitaremos examinar sus suposiciones básicas. Según Sweezy, todo lo que se necesita para eliminar la “ley del valor” —es decir, el mecanismo social que regula el intercambio de mercancías en el capitalismo de acuerdo con el tiempo promedio necesario para producirlos— es que la planificación estatal suplante a las fuerzas del mercado como medio principal para movilizar los factores de producción [11]. El funcionamiento de la sociedad capitalista en la actualidad es suficiente para demostrar la falsedad de esta tesis. La ley del valor coexiste con la planificación estatal hoy en día en la forma de industrialización por sustitución de importaciones, los incentivos a la inversión y subsidios a empresas privadas, la gestión de servicios públicos e industrias principales por parte del Estado, la planificación directiva (véase: el dirigismo francés) y el control sobre el flujo de dinero-capital a través de la banca centralizada. Los gobiernos “desarrollistas” del Tercer Mundo han empleado varias de estas estrategias para obtener ventajas frente a sus rivales en el mercado mundial, fortaleciendo así a las industrias nativas hasta que estas sean capaces de competir internacionalmente [12]. El propósito de la planificación estatal es el mismo en todas partes: se trata de introducir una cantidad de regularidad y uniformidad en la economía, donde de otro modo no existiría, para facilitar el cumplimiento de ciertos objetivos y atenuar los efectos de las crisis cíclicas. Por ejemplo, la necesidad de restaurar la anémica tasa de ganancia en los países capitalistas tradicionales dio lugar a un arreglo institucional conocido como la “economía mixta”, mediante el cual el Estado, empleando una combinación de “palos” y “zanahorias” económicas, estímulos fiscales, e incluso intervención económica directa, dirige la inversión de capital y la producción hacia fines deseados. En los Estados Unidos, el país del capitalismo de libre mercado por excelencia, el gasto público como porcentaje del PIB desde 1970 ha crecido hasta el 43%, mientras que esa cifra nunca ha caído por debajo del 34% durante el mismo período, lo que indica que en cualquier momento el Estado controla entre un tercio a dos quintos de la economía [13]. Así que, aunque el gobierno de los Estados Unidos no les dice a las empresas cuánto o qué producir, está efectivamente involucrado en una forma de planificación, en la que ciertas formas de producción reciben preferencia sobre otras, mediante la redistribución de las ganancias de los sectores más rentables de la economía a aquellos que tengan necesidad a través de los impuestos y el financiamiento deficitario (es decir, los impuestos diferidos). Por lo tanto, vemos que, en lugar de destruir los mercados, la planificación estatal se ha vuelto indispensable para preservarlos.

Como entidad social, el capital lleva una doble existencia: una existencia fenoménica como multiplicidad de unidades económicas independientes y una existencia esencial como capital social total, o sea, la suma de capitales en sus interrelaciones dinámicas. El capital social total se manifiesta exclusivamente a través de sus fragmentos individuales. Sin embargo, estos fragmentos son solo independientes entre sí y el capital social total en un sentido relativo, ya que su existencia presupone la de ambos [14]. Imaginemos que el capital es un circuito electrónico, mientras que los fragmentos individuales son los nodos. Los nodos son una parte integral del circuito: sin ellos no hay circuito y viceversa. Cada nodo forma parte, y por lo tanto depende, de todo el circuito. Ahora, los nodos individuales pueden estar más cercanos o separados —o, en el caso del capital, este puede estar más o menos concentrado— pero no pueden existir fuera del circuito, fuera de la totalidad. Aplicar el mismo concepto al trabajo asalariado nos proporciona importantes revelaciones. Los trabajadores en una sociedad capitalista son “libres” con respecto a los capitales individuales a quienes venden su fuerza de trabajo, mientras que están atados al capital social total como sus accesorios. De hecho, la mera presencia del trabajo asalariado significa que hay competencia entre empresas porque esto supone unidades económicas con suficiente autonomía como para tomar decisiones independientes con respecto al empleo [15]. La transferencia de los medios de producción a una sola entidad —que fue a lo que nos referimos anteriormente como “hiperconcentración” de capital— no ha extinguido la competencia dentro de Cuba. Simplemente ha cambiado la forma jurídico-legal de la propiedad privada de propiedad individual (privada) a propiedad estatal. Los medios de producción siguen siendo la propiedad de clase de la burguesía estatal y la no-propiedad de los trabajadores. Vamos a explicarlo en los términos de nuestra metáfora del circuito electrónico: la nacionalización de las empresas en Cuba ha acercado los nodos individuales en el circuito, es decir, los fragmentos del capital social total, pero el circuito como tal permanece intacto. Los detractores de la teoría del capitalismo de Estado y también algunos proponentes, como los cliffistas, tratan a Cuba y los demás países estatizados como una sola unidad productiva [16]. La tesis de la “fábrica gigante” es atractiva en gran parte porque hace el análisis de estas sociedades más manejable al condensar varios fenómenos complejos en un solo objeto de estudio. Esto supone un monolitismo funcional en el que los elementos constitutivos de la totalidad social se comportan como partes de un todo armonioso e indiferenciado. Una examinación más exhaustiva por parte nuestra mostrará que esta suposición es completamente injustificada.

La competencia existe siempre y cuando la producción social total se fragmente funcionalmente en una pluralidad de empresas recíprocamente autónomas y competidoras. Hacen falta dos criterios para demostrar la relativa separación organizativa de las empresas, y solo puede ser relativa. El primero es la presencia de un mercado laboral. El segundo es el intercambio de productos entre dichas empresas en forma de dinero-mercancía [17]. Se estableció anteriormente que las empresas en Cuba son empleadores independientes de la mano de obra. Pero también compiten entre sí en el sentido marxista, es decir, se enfrentan unas a otras como compradoras y vendedoras de mercancías. Sabemos que este es el caso porque sus productos son intercambiados por dinero en lugar de ser directamente apropiados y distribuidos físicamente. Un informe escrito por la CEPAL (la Comisión Económica para América Latina y el Caribe —una subdivisión regional de la ONU) sobre el estado de la economía de Cuba durante el Periodo Especial, antes de las reformas de mercado a fines de los años 90, encontró que, “las empresas del sector tradicional venden a precios regulados, reciben un tratamiento fiscal y arancelario con frecuencia preferencial y adquieren buena parte de sus insumos con subsidios, a fin de cubrir los déficit que surgen de vender a precios también subvencionados.” El informe continúa, “el productor de bienes comerciables opera en mercados internacionales o internos y no tiene obligación de adquirir los insumos en el mercado doméstico” [18]. En otras palabras, las empresas cubanas producen bienes que luego venden en mercados domésticos y/o extranjeros; compran materias primas, así como bienes intermedios o semielaborados, las unas de otras y de empresas extranjeras; y finalmente, sus transacciones, ya sean escriturales o en efectivo, son transacciones de intercambio en las que el dinero funciona como medida de valor y medio de circulación. Se pudiese argumentar que estas transacciones son meras formalidades porque el Estado es dueño los medios de producción. Otra forma de reafirmar esta tesis sería que, aunque el proceso que acabamos de describir tiene la forma del intercambio de mercancías, su contenido es diferente, porque el marco legal de la propiedad estatizada impide que las empresas dentro de Cuba se comporten de manera autónoma. Sin embargo, esto plantea la pregunta de por qué los productos del trabajo humano tendrían que intercambiarse, o parecen ser intercambiados, por dinero en primer lugar. La respuesta, por supuesto, es que el gobierno depende de la rentabilidad de la economía en su conjunto, por lo tanto, este obliga a las empresas a ser responsables de sus propias finanzas, lo que las convierte en unidades independientes con intereses económicos contrapuestos. Los partidarios de las teorías “socialistas” y “NS-NC” también niegan que exista competencia dentro de Cuba porque el Estado permite la operación de empresas no rentables. Si bien es común que los Estados respalden a las empresas nativas —incluso industrias enteras— al absorber sus pérdidas, nada sobre este arreglo es incompatible con la existencia de la competencia e intercambio de mercancías. La versión idealizada del capitalismo como un mercado puramente libre con solo la más mínima interferencia por parte del Estado, que estas personas utilizan como estándar para comparación, existe nada más que en los libros. También contradice la experiencia del capitalismo durante el último siglo y medio, la que está repleta de ejemplos de la distorsión estatal de la operación “normal” de los mercados. De hecho, lo más inusual sobre la especie de capitalismo que se ha establecido en Cuba es que las pérdidas y las ganancias todas revierten al Estado, donde se redistribuye el saldo entre las diferentes ramas. En el proceso, muchos sectores y empresas no viables se mantienen a flote artificialmente. Sin embargo, los planificadores centrales solo pueden tolerar la insolvencia hasta cierto punto. No tienen carta blanca para reasignar el dinero como les dé la gana, al menos no indefinidamente, ya que esto reduciría la cantidad de dinero total disponible para la formación de capital y socavaría la competitividad de Cuba en el mercado mundial. Se pudiese decir lo mismo sobre los precios de las mercancías en Cuba, ya que estos deben reflejar los precios mundiales de las mercancías, o les costarán dinero al Estado cubano al alejarse mucho o por demasiado tiempo. En resumen, los mismos mecanismos que movilizan mano de obra y capital, de acuerdo con los requisitos de la valorización en los países capitalistas tradicionales, también hacen su aparición bajo el capitalismo de Estado, aunque de forma muy distorsionada. En lugar de eliminar por completo estos mecanismos, la competencia mundial obliga al Estado a introducir mecanismos propios para intentar hacer de manera consciente (y menos eficiente) lo que el mercado hace inconscientemente [19].

La acumulación de capital, o reproducción ampliada de los medios de producción, es el único objetivo de la producción en el capitalismo. Esto es porque, como explicó Marx, “el desarrollo de la producción capitalista convierte en ley de necesidad el incremento constante del capital invertido en una empresa industrialobliga [al capitalista] a expandir constantemente su capital para conservarlo, y no tiene más medio de expandirlo que la acumulación progresiva” [20]. En El Capital, Marx dio la fórmula de la reproducción capitalista: c + v + pl, donde c representa el capital constante o el capital físico, v es capital variable o salarios, y pl es plusvalía o ganancia [21]. La masa de la plusvalía se puede dividir en dos partes, una destinada al consumo capitalista y otra destinada a la acumulación. Hagamos referencia a estas como k (fondo de consumo capitalista) y a (fondo de acumulación) respectivamente, de modo que la masa de plusvalor PL = k + a. En el capitalismo, el crecimiento de c depende directamente de la cantidad de a, mientras que v no aumenta, excepto en la medida en que se hace necesario emplear mano de obra adicional para poner a andar una masa ampliada de capital, c. Por el contrario, en una sociedad socialista, el crecimiento de c dependería completamente de las necesidades de v, los requisitos reproductivos de la población, mientras que PL y sus componentes k y a estarían disponibles para quienes los necesitaran en forma de productos adicionales listos para el consumo [22]. En Cuba, como en todos los demás países capitalistas-estatales, cualquier aumento en el fondo laboral que mantiene a toda la clase trabajadora, v, depende directamente de la expansión de c, la masa de los medios de producción, y el fondo de acumulación, a, que alimenta su crecimiento [23]. La nacionalización de las industrias no elimina el capital ni su acumulación. Más bien, acelera lo que ya son tendencias innatas del proceso de acumulación de capital: 1) la concentración de capital, lo que Marx llamó “expropiación de unos capitalistas por otros”; y 2) la “socialización” de la producción, o sea, la tendencia de las diversas ramas de industria a volverse interdependientes [24]. Ambas sirven para aumentar la productividad del trabajo —es decir, el ritmo al que se chupa la plusvalía de la clase trabajadora— al elevar la composición orgánica del capital (proporción de c a v). La nacionalización de las industrias logra esto concentrando el capital en empresas más grandes y eficientes debido a las economías de escala, dinámica que reduce el costo de producción por unidad a medida que se expande la producción industrial. Por otro lado, la socialización de la producción armoniza las diferentes ramas de la industria, minimizando los “cuellos de botella”, o sea, desequilibrios en la producción a lo largo de cada “eslabón” en la cadena de producción. En resumen, el objetivo de la producción en Cuba sigue siendo la acumulación de capital mediante las ganancias. El monopolio legal ejercido por el Estado cubano sobre los instrumentos de trabajo no ha cambiado en lo absoluto la organización social de la producción porque, «el derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica de la sociedad” [25].

 

Los líderes del gobierno que llegó al poder en el 59 eran optimistas, por lo menos al principio, en cuanto a que Cuba sería capaz de librarse de su dependencia del azúcar y diversificar su economía. Pusieron a Marx de cabeza, argumentando que, para construir el socialismo, sería necesario desarrollar la base económica de Cuba —o sea, acumular capital a un ritmo acelerado sometiendo a los trabajadores a una explotación intensificada. El bloqueo económico norteamericano contra Cuba creó una escasez de bienes de consumo básicos y repuestos para la maquinaria existente, la mayoría de las cuales eran provenientes de los Estados Unidos. Como no había una fuente alternativa de piezas de repuesto, el nuevo gobierno recurrió a la otra gran potencia imperialista, la Unión Soviética, para obtener asistencia económica, la que le fue proporcionada de inmediato. Los rusos enviaron máquinas a Cuba, pero la industrialización pronto chocó con algunos problemas de índole técnica: la “tecnología intermedia” producida en la URSS y sus satélites era torpe e ineficiente, además de incompatible con gran parte del equipo ya existente en la isla. Cuba tendría que importar máquinas más modernas de Europa occidental o Japón. Sin embargo, estas solo podían comprarse con dólares, y la forma más rápida y confiable de obtener dólares era exportando azúcar. Además, a pesar de haber recibido bastante ayuda de los rusos, Cuba aún tenía que pagar la masiva factura de importación que había acumulado. Esto, también, solo podría hacerlo vendiendo azúcar [26]. El mismo proceso que llevó al Estado cubano a comprometerse, por así decirlo, a la producción azucarera como principal fuente de ingresos en años anteriores, culminó hacia finales de la década de los 60 en la campaña para cosechar diez millones de toneladas de azúcar. Los rusos le proporcionaron a Cuba un mercado garantizado para toda su producción azucarera, tal como lo había hecho Estados Unidos hasta 1960 (el año en que el bloqueo económico entró en vigor) según los términos del Tratado de Reciprocidad de 1902 [27]. Cuba, debido a que es una economía de exportación única, siempre ha dependido de un patrocinador imperialista con un mercado doméstico mucho más grande para absorber su producción. Los norteamericanos habían desempeñado ese papel antes de 1960, y ahora le tocaría a la Unión Soviética. En ambos casos, el precio político que pagó Cuba fue oneroso. Los norteamericanos exigieron una base naval en territorio soberano cubano y el derecho a intervenir militarmente para defender sus intereses económicos, mientras que los rusos exigían que Cuba sirviera como peón suyo en varios conflictos armados a través de todo el mundo. En 1966, Cuba negoció un lucrativo acuerdo comercial con la Unión Soviética para venderle cinco millones de toneladas de azúcar a precios por encima del mercado en los años 1968-69, pero la producción total no alcanzó la cuota, produciendo solo un promedio 3,7 millones de toneladas en cada año. A pesar de este fracaso, los nuevos mandatarios seguían determinados a transformar a Cuba en una potencia industrial, y fijaron la mira en un objetivo aún más ambicioso, concebido como una panacea para los problemas económicos del país: Cuba desafiaría las leyes de la naturaleza y la economía triplicando su producción en el espacio de un solo año, con una cosecha de azúcar de diez millones de toneladas. Los rusos comprarían los 5 millones de toneladas al precio estipulado por su acuerdo comercial con Cuba, y otros 2 millones se venderían en el mercado mundial a la tarifa promedio, mientras que los 3 millones restantes se venderían a consumidores y empresas en los mercados domésticos. El Estado cubano, asistido en gran parte por el Partido y sus apéndices sindicales, lanzó una campaña estilo militar movilizando al país entero para cumplir la meta de producción. Sus esfuerzos finalmente resultaron infructuosos, y la desorganización que causó la campaña en los demás sectores de la economía tuvo efectos duraderos de los cuales, se puede argumentar, Cuba aún no se ha recuperado. Al final, todos los planes para industrializar a Cuba a una velocidad vertiginosa, tal como lo hizo Stalin con Rusia en los dos primeros planes quinquenales, fueron saboteados por las realidades económicas del período posterior al golpe del 59. Cuba dejó de ser colonia azucarera de los norteamericanos, para convertirse en vasallo de la Unión Soviética [28].

Las reformas agrarias han sido promovidas como pieza central del proyecto “socialista” en Cuba. Sin embargo, en realidad sirvieron como forma de acumulación capitalista primitiva, transformando al campesinado en una clase de trabajadores agrícolas asalariados. Los paralelismos entre este proceso y la supuesta “acumulación socialista primitiva” en la Rusia de Stalin, lo que conduciría al disparate de la “producción mercantil socialista”, son dignos de mención. Las granjas estatales creadas en Cuba por la consolidación de las tierras de los campesinos, o mediante la división de las grandes haciendas, operan en la actualidad como granjas comerciales. Quienes trabajan en estas empresas capitalistas glorificadas, cínicamente bautizadas como “granjas del pueblo”, reciben su salario como fracción minúscula del rendimiento total del cultivo, v, que apenas es suficiente para mantenerlos vivos, mientras que el Estado capitalista vende el exceso del producto, pl, en los mercados nacionales, obteniendo así su ganancia [29]. La estructura gerencial vertical de estas empresas, enraizada en la propiedad estatizada, y la falta de control sobre la distribución del producto que resulta de ella es reconocida por el Estado como un gran desincentivo a la productividad, sin embargo, no podría ser de otra manera [30]. Cualquier medida de control auténtico sobre la economía ejercida por los productores directos amenaza, no solo el ritmo de la acumulación de capital, sino también la integridad funcional del sistema político cubano, que se basa en un militarismo aplastante, y por lo tanto no puede tolerarse. Los agricultores privados se incorporan al nexo de la producción de plusvalía como pequeños productores con derechos de usufructuarios (pero no propietarios) a la tierra. Sin embargo, en la práctica, estos no disponen libremente del producto de su trabajo, sino que tienen que venderlo al Estado a través de sus centros de acopio a precios fijos, participando en lo que equivale a trabajo a destajo [31]. Por inusual que parezca, su situación tipifica la del obrero cubano: sometido a una explotación despiadada, que no conoce límites, ni siquiera los de la fisiología humana; completamente inmovilizado y privado de toda autonomía por una maquinaria estatal omnipresente; vigilado en todo momento por la policía, los CDR (Comités de Defensa de la Revolución) y en el lugar de trabajo por los sindicatos, quienes además desempeñan una función organizativa en el capitalismo estatal cubano; sin derecho de organización ni de palabra; a la merced de los caprichos de la burguesía estatal; etc. La clase trabajadora no está tan dominada en ningún otro país como en Cuba, algo que el gobierno cubano promueve inequívocamente como gran atracción para sus socios potenciales en empresas conjuntas. Un estudio del Instituto Brookings, un grupo de expertos capitalistas, remarcó que, aunque “la Confederación de Trabajadores Cubanos y las células del Partido Comunista están incrustadas dentro de las empresasestas organizaciones generalmente se alinean con los objetivos de producción de la empresa y sus agencias estatales asociadas”, y, por lo tanto, “la administración no necesita preocuparse de huelgas militantes o paros laborales” [32]. La naturaleza profundamente reaccionaria de los sindicatos deriva precisamente del papel que desempeñan dentro del capitalismo como reguladores de la compraventa de la fuerza de trabajo. Están interesados en mantener el sistema de trabajo asalariado porque su existencia depende de ello. Esto les ha permitido integrarse al Estado capitalista como órganos auxiliares, un proceso que alcanza su más alta expresión en los países capitalistas-estatales como Cuba [33]. Pero a diferencia de los demás países capitalistas, los sindicatos cubanos ni siquiera fingen representar a los trabajadores o negociar con los empleadores en su nombre. Son órganos transparentemente estatales encargados de imponer la disciplina laboral y aumentar la producción [34].

 

Todas las medidas emprendidas por el gobierno cubano desde 1959, y citadas con aprobación por la burguesía estatal y sus partidarios, tanto internos como externos, como evidencia concreta de su carácter “revolucionario” y “obrero”, tuvieron motivos ocultos y fueron implementadas con el objetivo de reforzar el capitalismo en la isla. Quizás el máximo ejemplo, y el que mejor ilustra este punto, es la exitosa campaña que lanzó el gobierno cubano para erradicar el analfabetismo. Este es uno de los legados perdurables del capitalismo estatal cubano y algo a lo que el gobierno ha recurrido una y otra vez para justificar su existencia desde un punto de vista moral. Cuba, dicen ellos, era un país atrasado con una economía subdesarrollada, atrapado en una relación parasitaria con su vecino del norte, pero la revolución le ha dado su independencia y la ha convertido en la envidia de toda América Latina. Lo que estas personas no ven, o no quieren ver, es que todos los logros de la supuesta “revolución” fueron medidas categóricamente capitalistas. Su propósito nunca fue mejorar el nivel de vida del obrero cubano, sino acrecentar el capital nacional cubano, logrando así una mayor tasa de explotación (proporción de pl a v) a través de la mejor utilización de la tecnología ya en existencia. Al empeorar las relaciones con los Estados Unidos, Cuba decidió alinearse con la Unión Soviética, y el país subsecuentemente sufrió una hemorragia de mano de obra calificada que necesitaría para desarrollar la economía. Los envíos de maquinaria y materias primas de la Unión Soviética, que fueron bastante generosos, se acumulaban en los muelles, ya que Cuba no tenía ni el personal para operarlos ni edificios en donde almacenarlos [35]. Para industrializarse y poder así competir globalmente, Cuba necesitaría convertir su población rural analfabeta en una fuerza de trabajo capaz de generar plusvalía para el Estado. Cuba tropezó con barreras insalvables al intentar industrializarse, pero quedó una mano de obra altamente calificada como producto residual de este proceso abortado. En los últimos años, las exportaciones de capital humano se han convertido en la principal fuente de ingresos —reemplazando a la producción azucarera, que colapsó tras la caída de la Unión Soviética debido a la pérdida de un mercado garantizado— con el turismo y las remesas del extranjero tomando el segundo y tercer lugar respectivamente. Por ejemplo, Brasil le paga al Estado cubano $4.000 al mes por cada médico enviado en “misión internacionalista”. Estos médicos se ganan un promedio de $400 mensuales en salarios [36]. La diferencia es apropiada por el gobierno como plusvalía para financiar el gasto militar y el consumo de lujo de la burguesía estatal, o se reinvierte en proyectos comerciales lucrativos, muchos de ellos junto con capitalistas extranjeros. Incluso su sistema de salud “socialista”, considerado por muchos como su mayor logro, sirve a las necesidades acumulativas del capital cubano. Para el capital, un sistema de salud estatal sería preferible a un sistema privado o de pagadores múltiples, tal como el que existe en los Estados Unidos, ya que este le permite a toda la clase capitalista reunir el dinero para cubrir el costo de reproducir la fuerza de trabajo, lo que también incluye la salud, en lugar de tener que asumirlo individualmente. Además, como les permite a los trabajadores ver a un médico con mayor frecuencia, y en adición le brinda acceso al cuidado preventivo, también reduce dichos costos a largo plazo, sin mencionar las horas de trabajo desperdiciadas debido a las enfermedades [37]. En resumen, se trata de moldear al trabajador de acuerdo con los requisitos de la reproducción ampliada y minimizar el costo de sus necesidades para generar más plusvalía aún.

 

La economía capitalista, ya sea esta privada o estatal, exige un crecimiento económico sin fin, lo que, sin embargo, solo puede obtenerse mediante un aumento en la tasa de explotación o una reducción en el consumo de la clase trabajadora. La burguesía estatal en Cuba ha experimentado con ambas estrategias, con resultados desastrosos para los trabajadores, quienes han visto su nivel de vida absolutamente diezmado en las últimas seis décadas. Los disidentes de derecha y los activistas izquierdistas, tanto en la isla como en el exterior, han planteado sus soluciones, algunas más dignas de discusión que otras, pero todas adolecen del mismo defecto: no cuestionan de ninguna manera las bases de la sociedad capitalista. El consenso general en la derecha es que el aparato de comando hay que desmantelarlo a favor de un sistema de libre comercio y las propiedades estatales subastadas a empresas o personas particulares. Sin embargo, hay mucho menos acuerdo con respecto a la rapidez con la que se debe proceder con la desnacionalización (se supone que las experiencias de Rusia y los países del antiguo bloque soviético hayan servido como advertencia contra los peligros de la “privatización imprudente”) y qué programas sociales se salvarán de la guillotina. Las propuestas provenientes de la izquierda varían de la “autogestión” al estilo yugoslavo, en la que empresas operadas por trabajadores compiten en una economía de mercado, a un capitalismo de Estado “democratizado” [38]. De hecho, una de las críticas más frecuentes en la izquierda hacia el castro-estalinismo es que este excluye injustamente a todos, con la excepción de un puñado de personas, de la toma de decisiones. Es decir, es autoritario y antidemocrático. Sin embargo, esta crítica confunde los síntomas con la enfermedad. El carácter rígido y jerárquico de la economía cubana es un efecto secundario de la propiedad estatizada. Su transformación en propiedad privada individual o descentralización a través de medios legalistas no alteraría su contenido en lo más mínimo. Lo único que cambiaría en esa instancia sería la forma institucional específica del capitalismo. En realidad, todas las soluciones propuestas equivalen a poco más que modificaciones superficiales del sistema actual, mientras que sus pilares esenciales —el trabajo asalariado y la acumulación de capital— permanecen firmemente en su lugar. Es revelador que todos los factores citados como razones para emprender tales cambios —por ejemplo, mejorar la calidad de la retroalimentación, eliminar el desperdicio, aumentar la productividad, racionalizar las empresas, etc.— derivan del imperativo estructural de acrecentar el capital nacional. A fin de cuentas, el dualismo izquierda-derecha no representa más que diferentes alternativas para manejar el capitalismo. La clase trabajadora ha de rechazar este paradigma en su totalidad, colocando la abolición inmediata del trabajo asalariado y el intercambio de mercancías en la agenda, primero a escala nacional, luego a escala internacional. Esto requiere que los explotados en Cuba y en todos los demás países se organicen como clase para derribar al Estado capitalista, acabando de una vez por todas con esta maquinaria represiva, y al mismo tiempo que establezcan su propia estructura de poder basada en los consejos obreros: comités de delegados democráticamente elegidos y en cada momento revocables. Estos órganos se harán responsables por expropiar el capital, llevar a cabo la planificación económica, y supervisar la extensión del sector económico “socializado” —o sea, aquel que produce estrictamente para uso— a todas las actividades productivas. Estas son las tareas por adelante, y en Cuba, como en todas partes, solo la clase trabajadora puede llevarlas a término. La supresión del sistema capitalista, cualquiera que sea su disfraz, es la condición indispensable para la plena emancipación de la humanidad y su renacimiento como una auténtica comunidad.

 

Emanuel Santos

 

NOTAS:

 

[1] Grandizo Munis, “Pro Segundo Manifiesto Comunista”, en Teoría y Práctica de la Lucha de Clases, P. 13.

[2] Samuel Farber (2011) Cuba Since the Revolution of 1959. Chicago: Haymarket. P. 18-19.

[3] Federico Engels (2009) Socialism: Scientific and Utopian. New York City: Cosimo Inc. P. 67.

[4] Rene Dumont (1970) Cuba: Socialism and Development. New York City: Grove Press. P. 110.

[5] Ibid., P. 111-113.

[6] Farber, op. cit., P. 55-56.

[7] Constitución de la República de Cuba. Capítulo VII – Derechos, Deberes y Garantías Fundamentales, artículo 45.

[8] Código de Trabajo de Cuba, Capítulo VI – Disciplina Laboral, sección III, artículos 158-159.

[9] Ibid., Capítulo II – Contrato de Trabajo, sección XII, artículo 61.

[10] Nancy A. Quiñones Chang, “Cuba’s Insertion in the International Economy Since 1990”, en (2013) Cuban Economists on the Cuban Economy. Gainesville: University Press of Florida. P. 91.

[11] Paul Sweezy (1942) The Theory of Capitalist Development. New York City: Monthly Review Press, 1942. P. 52-54.

[12] Ha-Joon Chang (2008) Bad Samaritans: The Myth of Free Trade and the Secret History of Capitalism. New York City: Bloomsbury Press. P. 14-15.

[13] OECD, General Government Spending: Total, % of GDP, 1970-2014.

[14] Karl Marx (1990) Capital, vol. 2. London: Penguin Classics. P. 427.

[15] Paresh Chattopadhyay (1994) The Marxian Concept of Capital and the Soviet Experience. Westport: Praeger Publishers. P. 18-20.

[16] Peter Binns & Mike Gonzales, “Cuba, Castro and Socialism”, en “International Socialism” 2:8 (Spring 1980).

[17] Chattopadhyay, op. cit., P. 54-55.

[18] CEPAL (2000) La Economía Cubana: Reformas Estructurales y Desempeño en los Noventa, 2nd ed. Mexico City: Economic Culture Fund. P. 205-206.

[19] Adam Buick and John Crump (1986) State Capitalism: The Wages System under New Management. New York City: St. Martin’s Press. P. 80-93.

[20] Karl Marx (1990) Capital, vol. 1. London: Penguin Classics. P. 739.

[21] Para aclarar, la plusvalía y el lucro no son lo mismo. Pero este último deriva de la plusvalía, y para el propósito de nuestra investigación juegan la misma función. Por lo tanto, podemos hablar de ellos como si fuesen intercambiables.

[22] Grandizo Munis, “Partido-Estado, Stalinismo, Revolución” en Revolución y Contrarrevolución en Rusia, P. 78-80.

[23] Esto solo pretende ser ilustrativo, ya que la ley del valor no funcionará bajo el socialismo y el valor de cambio no existirá en lo absoluto.

[24] Karl Marx, ibid., P. 929-30.

[25] Karl Marx (2008) Critique of the Gotha Program. Rockville: Wildside Press. P. 26.

[26] Richard Gott (2005) Cuba: A New History. New Haven: Yale University Press. P. 186-188.

[27] United States Tariff Commission (1929) The Effects of the Cuban Reciprocity Treaty of 1902. Washington: US Govt. Printing Office. P. 66-67.

[28] Gott, op. cit., P. 240-243.

[29] Estas fueron renombradas Unidades Básicas de Producción Cooperativa tras la reestructuración del capital productivo en el sector agrícola en 1993. Sin embargo, su organización interna y su manera básica de operación son las mismas.

[30] Dumont, op. cit., P. 51-52.

[31] Ibid., P. 80-85.

[32] Richard E. Feinberg (2012) The New Cuban Economy: What Roles for Foreign Investment? Washington DC: Brookings Institution. P. 58.

[33] Grandizo Munis, “Los Sindicatos Contra la Revolución”, en Internacionalismo, Sindicatos, Organización de Clase, P. 85-86.

[34] Farber, op. cit., P. 138-139.

[35] Dumont, op. cit., P. 77.

[36] Martin Carnoy, “Cuba’s Biggest Export is Teachers, Doctors – Not Revolution”, “Reuters”, Diciembre 24, 2014.

[37] Para un análisis más profundo del sistema de salud Estadounidense, véase el artículo de Red Hughs, “Capital’s Health Dilemma”, en la primera edición de la revista “Intransigence”.

[38] Pedro Campos Santos, “Cuba Necesita un Socialismo Participativo y Democrático. Propuestas Programáticas”, “Cubaencuentro”, Agosto 24, 2008.

 

Entrevista a grupo libertario vía libre sobre la lucha de clases en Colombia

«La de Colombia es una lucha conectada con el ciclo de luchas populares iniciado en 2019 en la región contra la desigualdad y el autoritarismo… «

 

Desde hace más de un mes que estalló la revuelta en la región colombiana, y a pesar de la dura represión que ha costado la vida de más de 50 manifestantes y que cuenta con cientos de personas desaparecidas, el proletariado aún se mantiene en pie de lucha. Para conocer más en profundidad y de primera mano lo que ocurre dentro de este movimiento, es que nos hemos contactado con las compañeras y compañeros anarquistas de Bogotá que forman parte del “Grupo Libertario Vía Libre” –el que se enmarca dentro de la tradición del “anarquismo social”- para realizar esta breve entrevista que reproducimos a continuación.

¿Cuáles fueron las reivindicaciones y los antecedentes que detonaron en la revuelta? ¿Cómo creen ustedes que el movimiento se puede proyectar más allá de la satisfacción de las demandas inmediatas?

Las reivindicaciones en el momento inicial se articularon en torno al rechazo del proyecto de ley de reforma tributaria y los programas de ajuste neoliberal del gobierno de Iván Duque. Pronto por la dimensión de la represión gubernamental se extendieron diversas demandas contra la brutalidad policial y la acción del Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) de la Policía Nacional. Se presentan también otras demandas sectoriales y políticas, pero estas están menos articuladas en la movilización.

Los antecedentes de la actual protesta nacional se encuentran en el paro nacional de estudiantes universitarios de octubre-noviembre de 2018 que logró la huelga combinada de las 32 universidades públicas del país, las grandes jornadas de protesta nacional iniciadas con el paro del 21 de noviembre de 2019 cuyo efecto se prolongó hasta diciembre de ese año, las jornadas de protesta nacional intentando continuar este movimiento con 6 convocatorias en 2020, la más importante de ellas la del 21 de octubre de ese año. Así mismo resultan claves las revueltas juveniles contra la brutalidad policial del 9 y el 10 de septiembre de 2020 que dejaron un saldo de 13 personas muertas por la represión, así como una serie de luchas obreras, barriales y populares más dispersas, en demanda de apoyos sociales en medio de la crisis que se desarrolló en medio de la pandemia y la crisis económica.

Hay diversos sectores del movimiento que justamente están pensando como continuar mas allá de lo inmediato. En primer lugar, tras la caída de la reforma fiscal la movilización se mantuvo y en segundo lugar empiezan a esbozarse órganos de participación como las asambleas populares con sus pliegos locales que buscan darle una continuidad social a la protesta.

¿Cómo ha sido el despliegue de las fuerzas represivas del Estado, tomando en consideración que se encuentran a la vanguardia dentro de sus pares del continente –incluso entrenando al comando jungla de la policía chilena-, y cuáles han sido las consecuencias en la población que participa activamente de las manifestaciones? ¿El narco y el crimen organizado han cumplido un papel represivo? 

La represión estatal, ya clásica por medio de la Policía Nacional, la Fuerza Disponible o el ESMAD, ya relativamente nueva como la ejercida por organismos no tradicionales como el Grupo de Operaciones Especiales (GOES) o el Cuerpo Técnico de Investigaciones de la Fiscalía (CTI) sobre todo en el Valle del Cauca, ha sido intensa y violenta.

Así se ha desarrollado la represión “convencional” con niveles especialmente altos de crueldad con disparos sobre el cuerpo y los ojos, y ésta se ha combinado con la acción extralegal de agentes estatales por ejemplo con disparos sobre la multitud.

Además, hay un importante componente de acciones paraestatales y para policiales, realizadas por civiles no identificados, que obran muchas veces bajo amparo oficial. Este es el ejemplo de las camionetas blancas que tirotean con pistolas y metralletas las manifestaciones en ciudades como Pereira, Cali o Yumbo, o los civiles que intercalan con la Policía y disparan sobre la multitud.

Como actores del conflicto armado y la violencia urbana, el narcotráfico y el crimen organizado pueden haber incidido en la coyuntura, aunque su papel es marginal. Si embargo, es real que, en las acciones paramilitares contra la protesta en el departamento del Valle del Cauca, hay una fuerte presencia de la burguesía narcotraficante que se articula de diferentes formas con la burguesía caleña tradicional.

 ¿Cuál es la composición de clase de los sectores que protagonizan la lucha? ¿En qué medida participan trabajadores asalariados, cesantes, amas de casa, trabajadores informales, estudiantes, etc? 

El movimiento ha tenido una intermitente dirección obrera, una participación mayoritaria de jóvenes populares, y en menor medida de estudiantes universitarios e indígenas, entre otros sectores.

La convocatoria inicial del movimiento corrió a cargo del Comité Nacional de Paro, un organismo principalmente sindical, liderado por la mayoritaria Central Unitaria de Trabajadores (CUT) con una mayoría de trabajadoras estatales. La participación sindical, especialmente de las maestras estatales agrupadas en la Federación Colombiana de Trabajadoras de la Educación (Fecode) y en menor medida de trabajadoras del trasporte o la minería ha sido significativa, y se ha presentado también una importante participación obrera en las movilizaciones de las grandes ciudades, en los bloqueos de la zona industrial de Mamonal en Cartagena, la zona industrial de Yumbo o la entrada del puerto de Buenaventura.

Sin embargo, las grandes protagonistas de la movilización callejera han sido los y las jóvenes de clase trabajadora y sectores populares, algunas en condición de no poder ni estudiar ni trabajar, otras con trabajos parciales o precarios, en general sin tradición organizativa. En los datos parciales de víctimas fatales de la represión de las que tenemos información encontramos un promedio de 25 años de edad para las víctimas.

Ha sido también importante la actividad de los y las estudiantes universitarias, que desde el 29 de abril iniciaron paros de las clases virtuales que llegaron a afectar hasta 18 universidades públicas, así como en menor medida, de estudiantes de universidades privadas que generaron ceses parciales en algunas carreras, instituciones técnicas y tecnológicas y estudiantes secundarias.

Además, se registró sobre todo al inicio del movimiento una importante participación campesina, así como una participación indígena, especialmente del pueblo misak liderado por las Autoridades Indígena del Sur Occidente (AISO) que ha realizado el derrumbamiento de muchas estatuas de símbolos coloniales y ha enviado una importante delegación a Bogotá y del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) de mayoría nasa, que ha participado de bloqueos de carreteras y las protestas en Cali.

Ha habido también una relevante participación de muchas mujeres y grupos feministas, así como nuevas organizaciones de madres contra la represión, de disidencias sexuales y de género con un apoyo y una visibilidad importante, así como grupos ecologistas.

¿Se han originado espacios de autoorganización como asambleas, ollas comunes u otras iniciativas de resistencia colectiva en los territorios? ¿Se ha paralizado efectivamente la producción en los lugares de trabajo? 

Sí, estas expresiones se están organizando, aunque con una menor extensión y convocatoria y una mayor lentitud que la propia protesta callejera. Las Asambleas Populares Territoriales, que ya se habían ensayado con éxito y fracasos parciales durante las jornadas de protesta de noviembre-diciembre de 2020, volvieron a surgir en esta coyuntura. Algunas de carácter barrial de hecho se conformaron antes de la convocatoria de paro del 28 de abril. Se han desarrollado además asambleas estudiantiles y de otros sectores sociales, así como asambleas a nivel de ciudades y departamentos y aún a nivel nacional.

Las Ollas Comunitarias, de tradición barrial y estudiantil, se habían extendido en varios territorios el 2020 en medio de la crisis socio económica por la pandemia. Varias de estas iniciativas resurgieron de forma espontánea como respuesta concreta frente al problema del hambre de algunas manifestantes tras la primera semana de movilización, bajo el liderazgo de muchas mujeres, y han logrado continuidad en algunas zonas del Valle del Cauca y Bogotá.

Además, se han multiplicados otras expresiones como las “primeras líneas”, iniciadas en el mundo estudiantil y luego extendidas de forma inorgánica al mundo barrial popular, alrededor sobre todo de los llamados puntos de resistencia presentes sobre todo en el sur occidente del país. Así como Guardias Comunitarias que retoman elementos como la Guardia Indígena y las guardias cimarronas y campesinas del mundo rural, alrededor de escenarios como los espacios humanitarios de Bogotá. Además, también se han desarrollado múltiples campamentos, festivales e iniciativas culturales.

En general no ha habido un paro productivo en los lugares de trabajo, salvo el caso de las maestras estatales que han realizado en algunas regiones como Bogotá jornadas de suspensiones de clases remotas, así como en momentos puntuales algunas trabajadoras estatales. Sin embargo, los piquetes obreros en algunas zonas industriales y sobre todo los bloqueos en muchas ciudades y carreteras sí han generado una situación de alta anormalidad laboral especialmente en el sur occidente del país, con el 70% de trabajadores y trabajadoras encuestadas el 10 de mayo señalando situaciones de anormalidad o el 84% de las empresas registrando afectaciones según el gremio patronal de la ANDI.

¿Las revueltas desatadas en Chile, Ecuador o Perú han tenido algún impacto o influencia en la experiencia de lucha que están viviendo? ¿Cómo entienden la revuelta y su desarrollo en torno al panorama de crisis económica-social mundial y específicamente en la region latinoamericana, teniendo en cuenta las relaciones internacionales del Estado colombiano? 

Este ha sido un movimiento de marcos nacionales y aún nacionalistas, pero ha sido influido de forma importante por el contexto latinoamericano. Así la protesta chilena ha sido importante para el movimiento, y parte de sus referencias simbólicas y políticas se han tomado de ahí, algo que venía sucediendo desde 2011 en el caso del movimiento estudiantil. La referencia a la derrota del paquetazo del gobierno de Lenin Moreno en Ecuador ha estado muy presente, incluso el mismo término fue utilizado de forma imprecisa para designar las políticas de ajuste del gobierno Duque e incluso se convocaron sin mayor éxito tomas del Congreso. También resultó importante la movilización indígena y popular contra el golpe de Estado en Bolivia, pues desde 2019 se hizo común la presencia de wiphalas en las movilizaciones. Las menciones a Perú, menos consistentes, también han existido por ejemplo en lo que toca a demandas de renuncia del presidente y el senado.

La de Colombia es una lucha conectada con el ciclo de luchas populares iniciado en 2019 en la región contra la desigualdad y el autoritarismo, luchas significativas con victorias parciales que marcaron límites para la restauración conservadora y los planes de ajuste. Es también una respuesta a la crisis sanitaria y económica generada por la pandemia, que se conecta con las protestas populares de Estados Unidos contra la brutalidad policial y las luchas contra el hambre y el autoritarismo gubernamental de Haití. Sin embargo, todavía no es claro si la de este año será una experiencia solitaria de nuestro país o quizás logre estimular y animar otras luchas a nivel regional.

¿Qué rol han cumplido las centrales sindicales, la socialdemocracia y los partidos políticos en general dentro de las jornadas de protestas? ¿La insurgencia colombiana, el ELN y lo que queda de las FARC, han tomado posición respecto a la coyuntura? 

En general las fuerzas organizadas han convocado y participado de la coyuntura, pero no dirigen este movimiento amplio y desarticulado. Las principales centrales sindicales de tercer grado del país, esto es la mayoritaria y contradictoria CUT, la intermedia y concertacionista Confederación General de Trabajadores (CGT) y la pequeña y centrista Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC) han jugado un papel relevante en ciertos momentos, y su liderazgo sobre el Comité Nacional de Paro es claro. Este organismo burocratizado recibe cierta adhesión de sectores movilizados, sobre todo sindicales, aunque su proceso de negociación de espaldas a la gente también es rechazado por muchos de las y los jóvenes populares que se mantienen en la calle.

Los partidos políticos han jugado un rol secundario, y han concentrado su acción en los movimientos sociales más organizados como el sindical, el estudiantil y en menor medida el territorial. La gran mayoría de fuerzas han apostado por la canalización electoral de la protesta en miras a las elecciones presidenciales de 2022 y la desmovilización parcial del movimiento. Por un lado, la centrista “Coalición de la Esperanza”, cuyos gobiernos locales han reprimido la protesta, se ha mostrado ambigua frente a la movilización. Por otro lado, “Colombia Humana” y los sectores del acuerdo electoral conocido como “Pacto Histórico”, han intervenido más, aunque de nuevo de forma contradictoria, dispersa y tardía empezando por su líder Gustavo Petro, que llegó muy tardíamente a la convocatoria y con un ansia de dirección que no le corresponde.

Los actores del conflicto armado interno han tomado posición sobre la coyuntura, aunque su presencia es muy difusa. Las zonas de colonización campesina que constituyen el territorio histórico de las organizaciones insurgentes han estado poco presentes durante la mayor parte del movimiento. De hecho, durante el mes y medio de protesta la confrontación militar ha continuado en algunas zonas del sur occidente y el nororiente del país, lo que de hecho pudo haber debilitado la extensión de la protesta.

¿Qué tareas han desarrollado al interior del movimiento los sectores anticapitalistas y radicales?

Los papeles son tan variables como las propias organizaciones, aunque en general nuestra participación ha sido muy limitada, y no hemos logrado empalmar por nuestros propios errores, por nuestro propio dogmatismo y falta de inserción con la mayoría del movimiento.

Por un lado, algunos sectores han sostenido la consigna de “Paro Nacional Indefinido, como si el problema se tratara de imponer una consigna correcta desde una dirección político sindical, sin reflexionar sobre la correlación de fuerzas y las debilidades de movimiento social y la protesta popular en materia organizativa y política.

Otros han realizado críticas, en general válidas, al Comité Nacional de Paro, enfocando sus propuestas más en la sustitución también burocrática de la actual dirección, más que en la generación de una nueva cultura política libertaria y un movimiento democrático de base. Desde nuestra perspectiva justamente la prioridad pasa por la construcción de un movimiento popular fuerte y deliberante.

La actual protesta no ha modificado el que la mayor parte de la izquierda leninista no considere en materia programática el anticapitalismo como una alternativa a desarrollar, sino que se enfocan en el ascenso y la eventual participación en gobiernos progresistas. Así mismo centran sus esfuerzos en una estrategia de acumulación política partidaria especialmente electoral, que subordina las organización y movilización popular a un elemento táctico, secundario y de respaldo.

Frente a los conflictos geopolíticos que se viven en las fronteras con las guerrillas ¿Qué piensan de una posible intervención imperialista?

Por el momento una intervención parece improbable, aunque la situación puede cambiar. Las tensiones militares en los llanos orientales entre el sector de las disidencias de las FARC lideradas por Gentil Duarte con el Ejército y la Guardia venezolana, han generado cierta crisis humanitaria entre la población de la frontera y una militarización parcial de ese territorio.

Por otro lado, la opción de una intervención militar directa o indirecta propiciada por el ala dura de la oposición venezolana, con eje en Colombia y apoyo de los Estados Unidos, parece haberse congelado tras los fracasos de las operaciones civiles y militares de 2018-2019 y el cambio de estrategia asumido por el debilitado gobierno fantasma de Guaidó. De hecho, en las últimas semanas se ha presentado la reapertura parcial de la frontera cerrada por medidas sanitarias, y un frágil desescalamiento de la tensión fronteriza entre los dos gobiernos.

¿Cómo se puede solidarizar de manera concreta desde el extranjero al desarrollo de su lucha en curso?

La solidaridad internacionalista es muy valiosa y se agradecen inmensamente los esfuerzos de difusión de la protesta y la represión, de cubrimiento mediático de la situación del país, de denuncia y presión sobre los gobiernos extranjeros y organismos internacionales. La participación en actividades de solidaridad frente a las embajadas y consulados es importante, lo mismo que los aportes puntuales en campañas de solidaridad, denuncia o recolección de insumos, así como el desarrollo de procesos de formación y discusión sobre la situación colombiana al interior de las organizaciones populares.

Esperamos que lo mejor de la experiencia de nuestro movimiento, anime la reflexión y las luchas obreras y populares alrededor de otras geografías.

 

Revuelta, pandemia y lucha de clases en la región chilena: una entrevista

La extensa entrevista que reproducimos a continuación fue realizada a principios de mayo de 2021 por los compañeros M. Lautrèamont y Ernesto Kessler, miembros del grupo Eiszeit el cual forma parte de la red de núcleos comunistas antiautoritarios Kosmoprolet. Luego de ser traducida al alemán fue publicada en la revista digital autónoma Ajour vinculada al área radical.

L@s compañer@s tenían por objetivo saber nuestra visión de conjunto en torno a diversos temas que se pueden englobar en tres grandes ejes: la revuelta de octubre de 2019, la “nueva realidad” del estado de excepción que impuso el Covid-19 y el pulso de la lucha de clases en nuestra región. Al responder colectivamente el cuestionario que nos hicieron llegar pudimos sistematizar muchas ideas, reflexiones y debates que veníamos desarrollando tanto de manera interna, como también con otr@s compañer@s del entorno anarquista y comunista radical: fue un ejercicio de autoclarificación. Intentamos dar respuestas lo más sintéticas, precisas y concisas posibles, poniendo énfasis en los elementos que consideramos más esenciales de cada tópico. Es obvio que hay muchas cuestiones que no se tratan de manera exhaustiva, ni las tenemos totalmente resueltas, pero de las cuales, sin embargo, tenemos perspectivas esbozadas que por supuesto debemos ir nutriendo con mayor rigurosidad en futuros documentos.

Esperamos humildemente que las ideas expresadas en esta entrevista contribuyan a fomentar la discusión y profundizar la práctica revolucionaria.

Por último, queremos gratamente informarles que editaremos un pequeño tiraje de 100 ejemplares en formato libro de bolsillo de este material, el cual está en proceso de impresión, y tendrá un precio de $3.500. Apenas tengamos el texto físico para poder conseguir una copia pueden dejarnos un mensaje por interno para coordinar la entrega.

Vamos hacia la vida, otoño 2021

Descarga PDF de la entrevista en español

Enlace a la entrevista en alemán en la revista Ajour

El olvido no nos tienta: el Frente Amplio es responsable de la represión al proletariado

El olvido no nos tienta: el Frente Amplio es responsable de la represión al proletariado

 

“Recién salidos de las masacres de la Comuna, queremos recordar a los tentados por el olvido, que la izquierda versallesca, no menos que la derecha, dirigieron la masacre de París, y que el ejército de exterminadores recibió felicitaciones tanto de uno como de otros. Versalleses de derecha y de izquierda tienen que ser iguales ante el odio del pueblo”

Manifiesto ‘A los communards”, 1874, Comuna Revolucionaria (communards exiliados en Londres)

El Frente Amplio-FA y sus defensor@s pretenden dejar como ignorantes y mentiros@s a quienes, en diferentes medios, le enrostran su activo rol en la criminalización de las movilizaciones sociales, particularmente respecto a su votación a favor del paquete represivo más duro de los últimos años, aprobado en enero del 2020: las leyes “antisaqueos” y “antibarricadas”. Durante la mañana de hoy, Jesús Zenteno, Benjamín Espinoza y Matías Rojas, tres jóvenes proletarios, fueron condenados por el caso “Hotel Principado de Asturias”, a duras penas de presidio efectivo: Jesús y Benjamín a 6 años y Matías a 5 años. El FA es responsable del endurecimiento de las leyes y del encarcelamiento de estos compañeros, y much@s más que ya han sido condenad@s o se encuentran procesad@s incluso en prisión preventiva, a la espera de juicio.

Dicen que en verdad ellos votaron en contra.

Pero no tenemos tan mala memoria. Tales desesperados intentos de falsear su historia reciente, coherente por lo demás con su asumida defensa del orden, no hacen más que reafirmar ante los ojos de tod@s la madera de la que están hechos.

“Los diputados del Frente Amplio que votaron a favor de la iniciativa fueron Alejandro Bernales (PL); Gabriel Boric (CS), Vlado Mirosevic (PL), Pablo Vidal (RD), Gael Yeomans (CS), Jorge Brito (RD), Natalia Castillo (RD), Miguel Crispi (RD), Diego Ibáñez (CS), Giorgio Jackson (RD), Catalina Pérez (RD) y Gonzalo Winter (CS). En contra, Florcita Alarcón (PH), Félix Gonzaléz (PEV) y Pamela Jiles (PH). Mientras que quienes se abstuvieron fueron Camila Rojas (COM) y Claudia Mix (COM)». (1)

L@s diputad@s frenteamplistas aprobaron en general el paquete represivo justificándose en el ya miserable argumento de que su objetivo era atacar solo a los saqueos, no a las manifestaciones mismas (“manifestaciones pacíficas vs violentistas y delincuentes”: la letanía clásica del poder):

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Solidaridad con la revuelta en Colombia: Abajo el genocidio estatal

¡Proletarixs del mundo, uníos!
Colombia es, desde hace cuatro días, escenario de una revuelta proletaria con características similares a la que sacudió a la región chilena durante las jornadas de octubre-noviembre del 2019. La continuación del ciclo de lucha abierto por las revueltas en Ecuador y Chile es un síntoma de que el capital, en su reestructuración postpandemia, está en una crisis de magnitudes históricas.
El impulso que volcó a las multitudes a la calle es una reforma tributaria (impuesto a la renta e IVA), que el proletariado colombiano comprendió, en una lúcida crítica práctica, como un modo de dirigir el costo de la catástrofe hacia la población.
La crisis del capital, que la pandemia sólo ha acelerado, es un proceso que se manifiesta de diversas formas, siendo las reformas tributarias una de ellas, que se suma a la destrucción acelerada y extendida de la naturaleza y a la expulsión de grandes masas de asalariados fuera del proceso productivo -con la creación de población descartable para el capital- y sus secuelas encarnadas en oleadas migratorias y un creciente crimen organizado alimentado por la miseria, entre otras manifestaciones que se harán cada vez más cotidianas. En este sentido, es prioritario comprender que cualquier intento de reforma es sólo un mecanismo para eternizar a este verdadero zombi que es el capital, perpetuando la relación social fetichista, superponiendo la producción de valor por sobre las necesidades humanas, en síntesis, destruyendo en el altar del capital todo a su paso.
La respuesta del Estado colombiano -como también ha sido la del Estado chileno, y la de todos los Estados del mundo- no puede ser otra que la represión sangrienta contra nuestr@s herman@s: al momento de escribir estas palabras de solidaridad ya van más de 20 muert@s, much@s compañer@s pres@s y herid@s, además de inmigrantes expulsad@s por participar activamente de las protestas.
Cali, una de las ciudades más grande de Colombia, ha sido militarizada el 30 de abril. Se han desplegado 3.000 policías: un verdadero déjà vu del 19 de octubre en Santiago de Chile. El problema no es solo Iván Duque, es el sistema productor de mercancías, que se ha mostrado tal y como es, evidenciando que el verdadero rostro de la democracia no es más que la forma que asume el capital para imponer su dominación, criminalizando y dejando sentir toda su brutalidad sobre quienes luchan por la liberación de esta forma nefasta de relación social.
La necesidad de articular la lucha a nivel internacional, de vislumbrarla contra todas las separaciones que se nos ha impuesto como humanidad con la irracionalidad genocida, es una realidad que nos explota en las manos: urge generar lazos de apoyo y continuar la lucha en los territorios para superar este mundo. El movimiento del capital sólo seguirá produciendo miseria y, frente a esto, la lucha de clases estalla, y seguirá estallando, en distintos tiempos y espacios producto de este movimiento: sólo el proletariado es capaz de frenar este sinsentido en que se ha convertido este mundo.
¡Sólo la revolución comunista internacional nos hará libres!